Yo no sé, no. Esa noche del primer viernes de octubre, Pedro, con 7 años, casi no durmió. Era la primera vez que le daban a elegir, la madre le había dicho: “Para mañana haré postre, budín de pan con dulce de leche o panqueques también con dulce de leche, ¿qué querés, vos elegí? En menos de un año tuvo dos elecciones que tomar. La primera fue para siempre ser de Central, esa fue brava pues dónde vivía, en la calle Zeballos casi llegando a Callao, todos, o casi todos, eran de Ñuls. La familia de su mejor amigo Josecito, todos,  especialmente su hermana Graciela, que era medio mandona y un día le dijo a Pedro: “Vos tenés que ser de Ñuls”. Pedro le dijo: “El lunes te digo”. El único Canaya que había en la cuadra era Daniel, un hombre al que por su actividad casi nocturna poco se lo veía. A eso de la 7 y media de la tarde encaraba para los boliches que estaban por Lagos a levantar quiniela y volvía a la madrugada. Un día nos contó que cuando tuvo que elegir de qué trabajar eligió trabajar en los bares. En ese momento pensábamos que era mozo o cocinero. Otro día, no sé por qué saltó el tema pero nos dijo que eligió ser radical “pero de Yrigoyen”. La cosa es que cuando llegó el lunes, a pesar de que Gracielita lo podía dejar de lado y no invitarlo más a ver la tele, Pedro le dijo: “Elegí ser de Central”. 

Ese año había elecciones en el país. Illia fue elegido presidente y, con Perón proscripto, muchos eligieron votar en blanco.

Otro octubre, saliendo de la escuela, tenía que elegir por dónde volver: si por la calle del medio de barrio Acindar, para llegar hasta el kiosco que estaba pegado al tanque y comprar figus, o seguir por Acevedo por donde regresaba una piba del 4to A. Pedro me dijo ese día: “Si me mira, las figuritas pueden esperar”. Cruzando la primera montañita que estaba al lado de la gran cancha, Pedro agarró por Acevedo. Otra vez, sería a fines del 71 o principio del 72, con Pedro habíamos elegido dejar de ir a los potreros casi en forma compulsiva para integrar un nuevo grupete de amigos en el que había varias pibas del barrio. Una tarde, mientras se acomodaba en el tapialito de la Susi, después del campeonato de Central, Pedro me dijo: “Yo estoy hecho por un año, por lo menos, la redonda puede esperar”. En la tele, mientras tanto, el Rolando seguía eligiendo a Mónica y en el país los sectores más combativos del estudiantado, como también algunos sindicatos, eligieron no esperar más y pasaban a la acción para que la dictadura de entonces se cayera.

Los octubres que vendrían nos agarraban siempre eligiendo el lado de la defensa de la Patria y los intereses de la mayoría de nuestro pueblo. Eran tiempos en que los acontecimientos tenían una dinámica que parecía que todos los días había algo importante para elegir y, aún en nuestras contradicciones, en los avances y retrocesos habíamos elegido estar en el lugar que más nos alteraba el ritmo cardíaco. Estar con las y los compañeros de aquel entonces soñando Patria, fue la mejor elección.

Mirando el almanaque que tiene la verdulería que está en la esquina de Iriondo y Riva, mientras está en la disyuntiva de elegir entre media sandía o un kilo de banana, Pedro, leyendo un diario de ayer que sirve en ese momento para envolver huevos y que dice “El pueblo brasileño tendrá que elegir en segunda vuelta”, me dice: “¡Qué final de octubre que nos espera! La verdad es que si se da lo de Lula y que por acá tanto los dirigentes como el último de los militantes se convence (y nos convencemos) de que primero hay que dejar de elegir los intereses del mercado y nos ponemos a la tarea de defender los intereses de la Patria y de nuestro Pueblo, que por otra parte para eso fueron elegidos, no digo que vaya a ser fácil, pero sí será posible realizar nuestros sueños, esos que una vez elegimos. Sólo hay que acordarse de nuestra historia y de nuestras y nuestros compañeros”.

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