Yo no sé, no. Esa mañana de un octubre fresco, Pedro, cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue la pata del Bachicha colgando de su cama. Él, desde el piso, murmuró como buscando una explicación: “Seguro, seguro que la Tierra se movió”. Como era sábado y estaba solo, por las dudas se quedó quieto por un rato, no se movió. En ese tiempo, escuchó a su padrino muchas veces decir –en el patio y en voz alta como para que temblaran las paredes– “¡Son unos hijos de puta!”, desde que leyó en el diario el comunicado del Ejército número 179 que decía: “El regreso de Perón es imposible”. 

Ese año, con Pedro nos quedamos con las ganas de usar como arco el portón de chapa que había en San Juan y Pueyrredón. Nos habían regalado una gran pelota de goma pero como los del portón vendían combustible, siempre o casi siempre estaba abierto. En los otros años, donde nos gustaba ir a sentir cómo se movía la Tierra era en el puente del ferrocarril que cruzaba la Vía Honda. Unos minutos antes de que llegara el tren, apoyando la oreja sobre el riel que estaba arriba del puente, o abajo del mismo justo cuando pasaba la formación, sentíamos un alucinante temblor. Mientras tanto, cerca de ahí, en la fábrica de Acindar, una gran mole de hierro caía sobre la chatarra haciendo que temblara la Tierra. Cacerola, casi al mismo tiempo, con un uñazo partía en dos el precario travesaño del arco de la cancha que estaba por Iriondo y unos gurises que salían de la casilla más cercana con los ojos parecían decir: “¡Tembló la Tierra!”.

Por ese entonces, en la gran Patria había tantos corazones latiendo fuerte por el mismo motivo que parecían hacer que la misma Tierra se moviera. Y por culpa de la redonda, tanto en el Parque como en Arroyito, tembló la Tierra. 

Cuando partieron su abuela y el General, Pedro sintió que se le movía feo la Tierra, y unos años después, los dos sentimos lo mismo cuando la Flaca a una cita no llegó.

Una mañana de un octubre más cercano, a muchas personas el bobo se nos detenía y el piso se nos movía… porque Néstor partía.

El otro día, mientras sentimos la corrida de unos pequeños que iban hacia el kiosco y escuchamos que el más grande partido político del mundo (el chino) reelige a sus líderes, Pedro me dice: “Qué bueno sería que al próximo sismo lo provoquen las mayorías en movimiento, zapateando y marchando, marchando hacia la victoria”.

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