La campaña ya empezó y los precandidatos se van perfilando ante cierta apatía ciudadana. Pese a obstáculos y urgencias, como mejorar el ingreso y combatir la inflación, el Frente de Todos –con interrogantes varios– sigue con nafta para la carrera electoral.
El calendario electivo del 23 va tomando forma bajo un tórrido verano de arranque de año y empieza a meter ruido, aunque les votantes estén literalmente en otra, lejos del barro político, con suerte pasando unos días de vacaciones, internados en el andar cotidiano y rutinario, que suele ser bien cuesta arriba. Este domingo 12, La Pampa abre el cronograma nacional con internas abiertas y obligatorias para los partidos, pero el voto ciudadano es voluntario. Sólo Juntos por el Cambio dirimirá candidatos, el resto de las fuerzas lleva lista única. El gobernador Sergio Ziliotto, del Frente Justicialista Pampeano, va por la reelección.
La mitad de las provincias argentinas tiene comicios anticipados, despegados de la compulsa nacional. En rigor, elegirán gobernador/a antes incluso de conocerse los candidatos definitivos para los comicios presidenciales, que después de octubre arrojarán a la Argentina hacia un nuevo mapa político. Falta poco menos de cinco meses para el cierre de listas. Las Paso nacionales serán en agosto.
Se van publicando encuestas, se tejen alianzas a la derecha de su pantalla, señora, señor espectador. También se hacen roscas y algunas se venden en la avenida del medio, mientras las internas partidarias se tensan al tiempo que en los distintos frentes se proclama la unidad como bandera. Las redes sociales van reflejando cierto clima proselitista, pero hasta ahí nomás.
El marketing político couchea candidatos y candidatas muy sonrientes, con imposturas guionadas frente a las cámaras, ya sea al intentar surfear una ola o al vivir la excitante experiencia de conocer y tocar a un pobre. La espuma mundialista, oh maldición, parece ir bajando de a poco. La economía ocupa un lugar dominante en la campaña y tendrá mucha incidencia en el campeonato de las urnas, que ya comenzó.
Desequilibrios
Tras el descalabro de todas las variables entre 2015 y 2019 (sin pandemia, ni guerra, ni sequía), con cierre masivo de empresas y comercios, más desempleo, precarización, pobreza, estanflación (recesión con inflación) y endeudamiento récord imposible de pagar, escuchar o leer a la oposición macrista y de Juntos por el Cambio hablar de economía da como mínimo risa, o también algo de vergüenza ajena.
Esto no quita que la actual realidad socioeconómica atraviese una situación crítica, con desigualdades cada vez más marcadas, embotellada en el acuerdo con el FMI, con un duro ajuste fiscal para cumplir con metas fondomonetaristas, con recortes en áreas sensibles, con un control del gasto para llegar a reducir el déficit a 1,9 por ciento del PBI para este año, como espera el Fondo.
En efecto, la inversión estatal cayó en diciembre veinte puntos respecto a un año atrás. Por otro lado, se premió al complejo agroexportador con el dólar soja, una devaluación a medida para un sector muy beneficiado, acentuando así un modelo extractivista basado en embarques de productos primarios.
La suerte electoral del Frente de Todos parece atada a la urgencia de bajar la altísima inflación, mejorar los ingresos populares, concretar una progresiva distribución del ingreso y limitar la concentración de las riquezas en pocas manos. No es fácil, claro, tampoco imposible.
Los amarillos ya se sienten ganadores y, mientras agitan un golpe de mercado y presionan por una megadevaluación para enturbiar las aguas electorales, gastan palabras en la supuesta “herencia bomba” que recibirán de la gestión de Alberto Fernández ante un eventual próximo gobierno de restauración ultraconservadora. Inmediatamente el discurso electoral opositor se convierte en un búmeran, y luego se desvanece.
La Auditoría General de la Nación emitió un dictamen categórico donde cuestiona el manejo de la deuda macrista. Hay una causa judicial en torno a la escandalosa deuda que tomó Macri con el FMI en 2018, dinero evaporado en la fuga de capitales. La tiene frenada la jueza María Eugenia Capuchetti, la misma que pisa la investigación por el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Parte del Poder Judicial está sospechado de imparcialidad y de perseguir kirchneristas, mientras avanza en el Congreso el intento de someter a juicio político a los magistrados de la Corte Suprema, la misma que con sus medidas cautelares beneficia a los poderosos, como el Grupo Clarín, en detrimento de los bolsillos de la gente de a pie.
Según datos oficiales, la economía nativa se levantó fuerte en la pospandemia, sin que ello se refleje en una mejora concreta del poder adquisitivo entre las grandes mayorías. El PBI creció un 10 por ciento en 2021, un 5 por ciento en 2022 y se proyecta para este año un estirón de dos puntos porcentuales, evidenciando de esta forma una nueva desaceleración, cierto estancamiento, en un contexto global plagado de incertidumbres y rebalsado de complejidades.
Si bien los salarios del sector privado registrado siguieron de cerca la evolución inflacionaria, y en contados casos lograron superar ahí nomás al índice de precios al consumidor, la pelea sigue siendo despareja. El sector público pierde algunos casilleros y el salario del empleo en negro es el más afectado en los últimos años. En promedio general, la poda salarial durante el macrismo fue del 20 por ciento y en lo que va de este gobierno se recortó otro 5 por ciento. La recuperación salarial, que figuraba en el contrato electoral del FdT, continúa en el debe.
“El salario bruto medio en noviembre pasado fue de 175.500 pesos. Siete años atrás, hacia el final del gobierno de CFK, pero expresado en pesos actuales, ascendía a 234 mil pesos. Es una diferencia de 58.500 pesos por cada trabajador registrado en el sector privado”, se graficó en el último informe de coyuntura que publicó el Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate). Durante el gobierno de Macri, medido en pesos actuales, el salario medio había bajado a 183 mil.
Buscando el control
El equipo económico que encabeza el ministro Sergio Massa busca para este año lo que se denomina “anclar expectativas” inflacionarias. La inflación de 2022 cerró en 95 por ciento. Macri había recibido un 27 por ciento y elevó el índice al 54 por ciento. La inflación del año pasado fue la más alta de las últimas tres décadas. “Las mediciones de noviembre y diciembre, en torno al 5 por ciento, mejoraron la perspectiva para 2023. Se evitó el escenario hiperinflacionario que auguraban economistas y periodistas opositores”, se destacó en el informe del Mate.
No obstante, los números de enero vuelven a mostrar un rebrote, principalmente en el rubro alimentos, con fuertes subas en el precio de la carne, clave en la dieta de los argentinos. El Presupuesto 2023 proyecta una inflación del 60 por ciento y Massa pretende llegar a abril con un 3 adelante en la medición mensual. Difícil de cumplir. Por ahí, se conforma con un 4. El martes 14 se conocerá el dato del Indec sobre la inflación de enero. Consultoras privadas y centros de estudio calcularon alrededor del 5,5 por ciento para el primer mes del año, poquito más que en diciembre (5,1). Como sea, el índice será mayor al esperado. Con Martín Guzmán en Economía, hubo un pico inflacionario del 7,4.
Tras una estampida a comienzos del año pasado, el precio de la carne vacuna fue el producto de la canasta que menos se incrementó en 2022. Sin embargo, en las últimas semanas, a partir de las lluvias que mejoraron algo las perspectivas en cuanto a forrajes y pasturas, el aumento del precio del maíz, la nueva demanda del gran mercado chino y el consiguiente repunte en el valor de la hacienda en pie, el precio de la carne en góndola y mostrador volvió a pegar un salto importante e impactó en el bolsillo de los consumidores.
Este panorama refleja lo “ganado” y lo perdido en el combate a la inflación. Si bien la suba en el precio del kilo vivo resulta positiva para el productor ganadero, ese mismo productor y el resto de la población se dan vuelta y se encuentran con esos aumentos trasladados directamente al público, que oscilan entre 200 y 400 pesos más por kilo en cortes populares.
El gobierno presentó días atrás la nueva etapa del programa Precios Justos. Hubo ampliación de productos y sectores. La pauta de aumento mensual será del 3,2 por ciento hasta junio inclusive. El plan incluye un sofisticado control digital por parte del Estado al cumplimiento de las compañías que adhirieron a dicho programa. Esta remozada etapa, además de la lista de casi dos mil productos con precios fijos en supermercados, sumó 50 mil artículos de diferentes rubros de consumo masivo. El programa brilla por su ausencia en pequeños comercios.
¿Alcanza con este instrumento de política económica para domar la inflación y disciplinar a los formadores de precios? “No, si se utilizan de manera aislada. Sí, siempre y cuando vengan acompañados de otras medidas que ataquen las causas que impulsan los precios”, opinó el economista Juan Manuel Telechea, director del Instituto de Trabajo y Economía (Fundación Germán Abdala), en base a un informe de la consultora Ecolatina, donde concluye que “los programas de controles de precios resultan insuficientes para utilizarse de manera aislada como herramienta desinflacionaria (…), aunque pueden ser un instrumento que complemente en su etapa inicial a un plan integral y consistente para al menos, y en el muy corto plazo, alcanzar el objetivo de moderar la elevada inercia inflacionaria, calmar expectativas y contribuir a reducir la suba de precios un escalón más, pero comprendiendo su rol y sus limitaciones”.
Mesas y mesaza
Aunque no debería sorprender a nadie un debate político partidario interno, más en el peronismo, la convocatoria del presidente Alberto Fernández para el jueves 16 a gobernadores, miembros del Gabinete, intendentes, sindicalistas y dirigentes de movimientos sociales oficialistas a una “mesa que diseñe las reglas electorales” y la “estrategia” del Frente de Todos de cara a los comicios presidenciales fue algo rimbombante, más que nada por la interna a cielo abierto, con diferentes fases, que mantiene la coalición de gobierno. O porque este tipo de reuniones de la mesa política del FdT, uno supone de afuera, deberían ser más habituales para un mejor funcionamiento interno entre las tribus que lo conforman. Dicho encuentro tendrá como antecedente la reunión de kirchneristas y massistas en el partido bonaerense de Merlo para organizar el viaje electoral.
Mientras se define la oferta del FdT, de acuerdo a las encuestas, CFK es la que mejor intención de voto tiene, aunque declaró, tras ser condenada y proscripta a ejercer cargos públicos en la causa Vialidad –sentencia que no está firme– que no sería candidata a nada. Alberto no resuelve si irá por la reelección, las encuestas no le dan bien. Massa, que sí que no, todo depende de la marcha de la economía. Wado de Pedro camina por las provincias y saca chapa de precandidato con ADN kirchnerista. Axel Kicillof, lo más parecido a CFK, mantiene buena performance en provincia de Buenos Aires, que concentra más de un tercio del electorado nacional.
Sería un escenario raro que el presidente compita en una Paso. ¿Habrá una gran Paso en el oficialismo o el candidato/ta saldrá por consenso? Hay antecedentes de ministros que se convirtieron en presidente, pero siempre por acuerdo, nunca toreando al primer mandatario en una interna. No sería lo mismo para AF, que quizá la historia lo recuerde como el presidente de la pandemia y de Argentina campeón mundial, pasarle la banda a un compañero que a un opositor.
Mauricio Macri, el niño de Cumelén, no define su futuro político y en su espacio sobrevuelan halcones y palomas, todos con plumaje de derecha. Javier Milei, el anarco del revés, casi una marca con la que se identifican indignados, ultra fachos, reaccionarios, los anti-política y anti-vacuna, se afirma en la pista y le come votos principalmente a Juntos, aunque podrían reunirse ante un hipotético balotaje. Su perfil libertario de derecha despeinada se parece al de Patricia Bullrich. La izquierda podría sacar ventaja ante tanta confusión. La dirigencia política en pleno tiene más imagen negativa que positiva, lo que pinta cierto clima de época. Pese a la irrupción de Milei en el escenario nacional, se mantiene una relativa polarización entre núcleos duros del peronismo-kirchnerismo versus anti-peronismo-macrismo-radicalismo.
En las presidenciales de 2019, el FdT consiguió el 48 por ciento de los votos y en las legislativas del 21 cayó al 34 por ciento, sin que esos sufragios perdidos entre sectores más postergados y de clase media se vayan a otras fuerzas. El oficialismo, entre expectativas económicas, tiene por delante el enorme desafío de volver a enamorar, de movilizar a un electorado algo desorientado y decepcionado detrás de un proyecto de país soberano e igualitario. Pensando en dar debates en una mesa política, pero también, sobre todo, atendiendo la mesa de los argentinos.
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