En una polarización light con final abierto, oficialismo y oposición dirimen internas. Las primarias nacionales se dan en un contexto socioeconómico desfavorable para las mayorías, lo que se traduce en enojo. Desafíos del campo popular ante la amenaza de la derecha. 

Si algo caracteriza al proceso electoral en ciernes es que está cargado de grandes interrogantes, tanto políticos como socioeconómicos, al imaginar lo que hay por delante. Y lo que viene no es cómodo ni placentero, se sabe. Incertidumbre, desorientación, descontento son palabras que resumen cierto estado de situación en torno a los comicios. Las Paso oficiarán de gran encuesta nacional y medirán la temperatura electoral y social. La población dará su veredicto, votando o no. En el tramo final de la campaña, el brutal asesinato de una nena de once años tras sufrir un robo camino a la escuela, ocurrido en Lanús, provincia de Buenos Aires, conmocionó y sacudió los planes de los principales candidatos, que cancelaron actos de cierre en la previa a las primarias. El triste episodio dimensionó la distancia que muchas veces hay entre la política profesional y los pesares cotidianos, los problemas a ras del suelo.   

En las Paso nacionales de este domingo 13 de agosto se definen las candidaturas de cada frente, que luego competirán en las generales del 22 de octubre y, en un eventual balotaje previsto para noviembre, decidir quién tomará las riendas de la Argentina a partir del próximo 10 de diciembre, cuando se cumplan 40 años del fin de la última dictadura y del regreso de la democracia, un sistema rengo por las desigualdades sociales existentes.

La lectura y la huella política de las Paso trascienden las internas. Las encuestas (pueden fallar, diría Tusam) adelantaron un escenario parejo entre el oficialista Unión por la Patria (ex Frente de Todos) y el opositor Juntos por el Cambio, paridad que se repetiría rumbo a octubre. La Libertad Avanza, del economista ultraderechista Javier Milei, quedaría ahí nomás como tercera fuerza. Las dos principales frentes, peronismo y macrismo, tienen internas. La de Juntos, que parte como favorito, es más competitiva y salvaje. El resultado de la interna amarilla impactará en el tablero electoral de octubre.

De urna

En la categoría presidente, UxP tiene dos expresiones, aunque se hable de “candidatura de unidad”: la dupla Sergio Massa-Agustín Rossi rivaliza con la fórmula que integran el militante social Juan Grabois y la socióloga Paula Abal Medina. Massa y Rossi son dos ministros, de Economía y jefe de Gabinete, del actual gobierno de Alberto Fernández, que amagó con ir por la reelección pero terminó bajándose. De antemano “encuestológica”, Massa, con sus idas y vueltas, con juego propio, respaldado por Cristina (“si no podés transformar, al menos tranquilizar”, argumentó su postura CFK), apoyo que se extendió en buena parte del movimiento peronista, es el precandidato que corre con el caballo del comisario, aunque deba lidiar con una inflación interanual de alrededor de 120 por ciento, entre otras problemáticas de la coyuntura económica.

Tanto la candidatura de Massa como la de Grabois se anunciaron casi en el último minuto antes del cierre de listas, tras la postulación malograda de Eduardo Wado de Pedro. Igual, desde que Massa asumió como superministro, hace un año, cuando todo tambaleaba, dejó traslucir sus aspiraciones presidenciales. La cúpula de UxP habilitó la precandidatura de Grabois para contener por izquierda a simpatizantes kirchneristas cansados de “tragar sapos”, pero luego pareció invisibilizarla para no ensombrecer al “candidato de unidad”. Otros opinan que ambas precandidaturas potencian al oficialismo con vistas a octubre para tratar de evitar el regreso al gobierno de la derecha pura y dura bajo la consigna “los otros son peores”. El espacio de Grabois busca condicionar el rumbo dentro de Unión por la Patria. Massa quiere ser el candidato más votado individualmente. Lxs ciudadanxs afines a UxP resolverán.

En Juntos, a la derecha del meridiano de Greenwich, el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, acompañado por el cuestionado gobernador de Jujuy, el radical Gerardo Morales, compite contra la ex ministra de Seguridad de Macri, Patricia Bullrich, secundada por el mendocino radical Luis Petri. Bullrich tiene cierto favoritismo y cuenta con la banca de Mauricio Macri. En las Paso de Santa Fe, sin embargo, Larreta (Maximiliano Pullaro) le ganó a Bullrich y a Macri (Carolina Losada). Veremos qué dice el diario del lunes.

Milei no tiene interna y es el tercero en discordia. Sí, tiene interna la izquierda trotskista, donde la dupla Myriam Bregman-Nicolás Del Caño lleva las de ganar. Otras dos fórmulas peronistas que van por afuera de UxP son la del cordobés Juan Schiaretti, acompañado por Florencio Randazzo, y la lista Principios y Valores encabezada por Guillermo Moreno.  

De las historias y propuestas (que no llegan a plan de gobierno) de los principales candidatos que, a priori, tienen más chances de disputar la Presidencia de la Nación, se desprende que la oferta electoral es conservadora, se mueve del centro a la derecha, y con una derecha cada vez más ultra y radicalizada (“si no es todo, es nada”, dice Bullrich). El final está abierto.  

Ni Cristina ni Macri están en las boletas del cuarto oscuro. La actual vicepresidenta es perseguida por la mafia judicial y fue proscripta, aunque la sentencia no está firme. Hace casi un año, la dos veces presidenta fue víctima de un intento de magnicidio. Hubo un operativo clamor, pero no prosperó. Al ingeniero, al parecer, no le dio la nafta para jugar su segundo tiempo, luego de la experiencia desastrosa entre 2015 y 2019. Que las dos principales figuras del sistema político argentino en lo que va de este siglo (salvando las distancias, claro) no estén en el menú electoral, marca de alguna manera un cambio de época.

Boto al Fondo

CFK y Macri protagonizaron un cruce en vísperas de las Paso alrededor del Fondo Monetario Internacional. El FMI juega en la compulsa electoral. Como parte del nuevo acuerdo alcanzado semanas atrás, el Fondo reclamó y el gobierno aplicó medidas que tuvieron efecto inflacionario casi inmediato, como la nueva versión del dólar agro que encarece el precio del maíz, un insumo muy utilizado para la producción interna de alimentos. Además, la quita de subsidios y los aumentos en las tarifas de la luz, y una aceleración de las microdevaluaciones del dólar oficial, en medio de una corrida cambiaria con el dólar ilegal como protagonista estelar. El salto del blue metió ruido en la previa de las Paso y mantiene la brecha con el oficial en ciento por ciento. Las reservas se evaporan y sectores del poder financiero y económico apuestan a una fuerte devaluación pos Paso, como ocurrió el día después de las primarias del 19. Todo esto retroalimenta las expectativas inflacionarias, con las consiguientes remarcaciones abusivas de precios que sufren los consumidores.

Uno de los ejes de campaña del oficialismo fue el Fondo y sus condicionamientos. El FMI impuso estas medidas difíciles antes de una elección pero prometió desembolsos para después de las Paso, para ver cómo va a negociar o no con el actual gobierno, todo depende del resultado electoral. En el medio Argentina pagó vencimientos. Algunos dicen que el Fondo también orientó la oferta electoral en danza. 

“Es mentira que el FMI es gente mala, el kirchnerismo instala esa narrativa”, dijo Macri en TN. “Ayudan a los países y lo único que nos piden es que seamos normales y equilibremos las cuentas”, sostuvo el ex mandatario ante la atenta mirada del periodista Joaquín Morales Solá, para luego hablar de “cepo asesino”.

Pero Macri levantó controles cambiarios, devaluó, y al final de su mandato los restableció. O sea, dejó este mal llamado cepo. Y trajo de nuevo al Fondo en 2018, durante su gestión, con un megaendeudamiento de 45 mil millones de dólares que grandes empresas escurrieron por la canaleta de la fuga de capitales y la timba financiera, después de que en 2005 el gobierno de Néstor Kirchner había pagado la deuda con el organismo, una herramienta de presión financiera y geopolítica controlada por Estados Unidos, y le dijo chau.

“¿En serio? ¡Me estás jodiendo! ¿Cómo que el Fondo ya está acá? Si lo trajiste vos papi…”, arremetió Cristina desde sus redes sociales en dirección a Macri, y agregó: “Hacete cargo de algo alguna vez en tu vida. Por Dios!”.

Para entender la compleja realidad económica y política, es necesario revisar el desastre ocurrido durante el macrismo, cuando comenzó la pulverización salarial que, algo atenuada, se mantiene hasta hoy. Al comienzo del gobierno, el FdT logró encender la actividad económica (salvo la abrupta caída en pandemia) aunque hoy esa variable muestra signos de estancamiento. Defendió el empleo (hay más pero de menor calidad), decretó incrementos salariales de suma fija, aunque no logró recomponer ingresos, empeoró la distribución de la riqueza y creció la pobreza. Cuando estalló la pandemia, a tres meses de asumir, el FdT pagó un ingreso familiar de emergencia (el IFE) y se anotaron para cobrarlo alrededor de diez millones de personas, dando una dimensión de las nuevas mayorías empobrecidas que había dejado el macrismo.       

¿Qué se juega?

Este domingo se vota con la pesada herencia de Macri a cuestas, la deuda que dejó con el Fondo, la pandemia y las consecuencias que todavía no terminan de procesarse, las esquirlas de una guerra lejana y los efectos devastadores de la gran sequía. Se vota en un contexto socioeconómico frágil, muy desfavorable, con un empeoramiento en las condiciones de vida de las mayorías populares que continúa.  

El oficialismo la tiene cuesta arriba. Llega a la compulsa electoral muy desgastado después de tres años y medio de gobierno y una gestión, en términos generales, deficitaria para el campo popular, mientras revivía la derecha. El de Alberto Fernández fue un gobierno con aciertos y errores, donde, desmovilización popular mediante, se evitó confrontar con el poder real. Con un 40 por ciento de la población bajo la línea de pobreza es difícil tranquilizar o estabilizar. Y la derecha nativa, con alta vocación de colonia, oferta más deterioro utilizando la violencia de ser necesario para reprimir el rechazo a las medidas regresivas que vienen anunciando que van a aplicar, como la quita de derechos laborales, en caso de ser gobierno otra vez. Prometen una política de ajuste de shock, lo que traería mayor inestabilidad y alto costo social.

Las dificultades socioeconómicas, como la prolongada crisis de ingresos, explican en parte el actual escenario de fragmentación y crisis de representación política. Pese a esa fragmentación parece resurgir una polarización, aunque más light que años atrás. Si bien todas las personas que estén en el padrón están habilitadas para votar y tienen la obligación constitucional, uno de los focos está puesto en los niveles de participación, donde se haya el ausentismo, como se reflejó en las elecciones provinciales, y como ya se había puesto de relieve en los comicios legislativos del 21, tras un año y medio de pandemia.    

De las encuestas se desprende que hay muchos indecisos. Entre los votantes más despolitizados reina el descontento, el descreimiento, el sentimiento de farsa y muchos directamente se desenchufan del sistema. La abstención, el voto en blanco o el voto rabia en un domingo electoral busca obrar en defensa propia aunque eso termine beneficiando a candidatos horribles que con sus políticas terminarán perjudicando a las mayorías. Porque ese enojo hasta el momento lo capitaliza más la ultraderecha con un discurso antipolítico, anticasta, como parte de una agenda mundial que irrumpió con fuerza en plena pandemia.    

Se anticipó un escenario electoral de tres tercios, con la novedad de la ultraderecha, pero sumando a escépticos y desencantados, se puede proferir un tablero de cuatro cuartos. ¿Cómo hará el sistema político para reabsorber un malestar social generalizado? Después de las Paso empieza otro partido, pero la moneda seguirá en el aire.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del12/08/23

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