Con un electorado bajoneado por la falta de guita y la inseguridad –azuzadas 24/7 por los emporios mediáticos antiperonistas–, las Paso comenzarán a despejar la incertidumbre sobre la respuesta popular a la opción que se le ofrece, que evoca mucho a aquello de “Guatemala o Guatepeor”, aunque con el Guatepeor muy recargado y multiplicado desde el último jueves por la represión de la policía de la ciudad de Buenos Aires que tuvo como saldo la muerte del militante de izquierda Facundo Molares.

El crimen de Facundo se dio a muy poco de la jornada electoral y un par de horas antes del cierre de la edición de este semanario, cuando sólo faltaba escribirse esta página, en la que entonces vale aclarar que la nota principal sobre el panorama previo a las elecciones primarias del domingo próximo que tecleó Guillermo Griecco, no menciona lo sucedido en el Obelisco solamente porque lo que pasó todavía no había pasado.

Sí, menciona la nota de Griecco otro crimen, de otro tenor pero también “metido” en la campaña electoral a último momento, que es el de Morena, una niña que falleció tras sufrir un robo en el conurbano bonaerense.

En el caso de Morena, el vínculo entre su deceso y la traumática situación que le tocó vivir un rato antes se dio por sentado y se amplificó rápida y profusamente, obviando tecnicismos que sí se requirieron y menearon en el caso de Facundo –por los menos en las primeras horas posteriores a su muerte– desde los medios opositores al gobierno nacional.

Mientras estas líneas se escriben, por ejemplo, en el noticiero de canal 3 de Rosario, se remarca que “la información oficial del gobierno de la ciudad de Buenos Aires” indica que Molares murió por un paro cardio respiratorio y se omite que fue víctima de la represión policial de la que sí da cuenta la información no oficial pero contundente surgida de los testimonios de sus compañeros y compañeras que estaban junto a él y de filmaciones con celulares que lo confirman.

En el portal de Clarín, a la misma hora, el título –secundario– es otra muestra evidente de la operación para desligar a la policía del gobierno de Rodríguez Larreta del crimen cometido:

“Un manifestante murió tras descompensarse en el Obelisco”, titula Clarín, que también pretendió ocultar la represión asesina que tuvo como víctimas fatales a Darío Santillán y Maximilano Kosteki en aquellos meses posteriores al estallido de diciembre de 2001.

Tanta mentira organizada indigna al punto de querer desmentirla cayendo en las mismas simplificaciones y omisiones en las que se sustenta. Esa es una tentación en la que desde este periódico evitamos caer denodadamente, pese a que no somos de los que ocultamos identidad política e ideológica. Ojalá afirmar que el crimen de Molares es una muestra de lo que puede multiplicarse si vuelve a gobernar el macrismo no se entienda como simplificación, ni como omisión de las deficiencias del peronismo que aquí se defiende. La afirmación pretende oficiar como argumento para otra: las Paso del próximo domingo son cruciales para no retroceder aún más de lo retrocedido en los últimos años, tanto por esas deficiencias “propias” como por la cada vez más evidente y al parecer eficiente manipulación mediática en favor de la oposición.

Así, la expectativa pasa por confirmar si el espanto ante las alternativas que encarnan las dos vertientes del macrismo por un lado y Milei por el mismo lado pero más allá todavía, alcanza para evitar una derrota de la actual expresión electoral del peronismo, condicionada por la proscripción a la que sometieron a su principal referente los poderes judicial, mediático y económico, que todos los días laburan duro y parejo para cumplir su sueño de un país “sin Cristina”, es decir, un país sin peronistas de esas y esos que entienden el peronismo como herramienta política de transformación en favor de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social. Y también por un país en el que se pueda reprimir y matar a un militante político con cada vez mayor impunidad.

“Nos mean, y la prensa dice que llueve”, rezaba un grafiti que allá por aquellos días que terminaron en estallido se “viralizó” pese a que aún no existían las redes sociales. A Facundo lo mataron, y la prensa dice que no lo mataron; y hasta por estas horas en las que estas líneas se escriben con el apuro que impone el horario tope para mandar a imprenta, la prensa empieza a esbozar que en todo caso, si lo mataron, es porque “fue integrante de las Farc en Colombia”, así que a joderse.

Ni el resultado de las primarias del domingo, ni el de las generales de octubre, van a ser suficientes para terminar con tanta mentira, injusticia y represión asesina organizadas. Pero tampoco van a ser inocuos. Así que vale sumarse desde acá al llamado a la militancia nacional y popular a privilegiar la necesidad de reforzar esfuerzos para que el espanto no gane más batallas.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del12/08/23

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