Pese a lo apretado de los resultados, en los primeros días posteriores a las Paso prevaleció la sensación de partido definido. Sin señales positivas desde arriba, sólo asoman algunas reacciones desde abajo como esperanza de remontada para las generales.

En las elecciones primarias en las que los partidos o frentes definen candidaturas Javier Milei fue el que más votos obtuvo entre los postulantes a la presidencia. Logró un 30,04 por ciento que fue el total de su partido porque en su caso fue el único postulante. Las otras dos coaliciones más votadas, Juntos por el Cambio y Unión por la Patria, obtuvieron –ambas con dos precandidatos– 28,27 por ciento y 27,7 por ciento. Estos son datos que lógicamente disparan opiniones y reflexiones como las que acá se empiezan a expresar. En principio, es más que llamativo el modo en que, pese a tratarse de una primaria y a la poca diferencia entre los votos logrados por las tres principales fuerzas, el resultado de la elección del domingo comenzó a ser leído como definitivo en los grandes medios y otros muchos y diversos ámbitos, incluidos los que congregan a dirigentes y militantes de los espacios que obtuvieron casi el mismo porcentaje de adhesiones que el cosechado por el apodado Peluca.

La sensación de asunto terminado, tan propia del apuro y las simplificaciones que condicionan los mensajes que viajan por las rutas virtuales, pareció prevalecer también en las calles pisables, en las que a la vez cundió la pregunta: ¿Quién lo votó? La dificultad para encontrar votantes de Milei es entendible si se tiene en cuenta que quienes suelen formularla pertenecen mayoritariamente al sector de la población al que le interesa la política, que suele vincularse más estrechamente con quienes comparten tal interés que con quienes se limitan a considerar a “la política y los políticos” como una cosa –”casta”– uniforme y exclusiva culpable de todo. También la mera estadística desalienta la posibilidad de encontrarse con un votante de Milei en cada esquina: lo del 30 por ciento no significa para nada que 3 de cada 10 compatriotas mayores de 16 años con quien uno se podría cruzar optaron por el excéntrico candidato. Eso es aplicable entre quienes concurrieron a las urnas, que fueron algo más de 24 millones sobre 34 millones que estaban en condiciones de hacerlo. Los votos que sacó Milei, vale insistir con los datos, fueron algo más de 7 millones, Para ser electo presidente en la primera vuelta de octubre tendrá que sumar unos cuantos más.

Por supuesto que así como no son definitivos, los resultados de las Paso son un indicio importante para trazar hipótesis y arriesgar pronósticos como los que rezan que Milei va a ser el próximo presidente. Tales vaticinios pueden sustentarse además en las reacciones de sus competidores mejor posicionados para llegar al mismo cargo. La cultora del “todo o nada”, Patricia Bullrich, no dio señales de entusiasmo tras el domingo 13. La parte que más resuena de su mensaje de ese mismo domingo una vez conocidos los resultados es la de su felicitación al personaje que le copó el callejón derecho del campo de juego. También el principal mentor y referente de Juntos por el Cambio y su precandidatura, Mauricio Macri, pareció más preocupado por exponer su “buena relación” con el libertario que por aportar a una buena perfomance de su espacio en octubre. Las ganas de rajar a los piques de un barco que se hunde se olió también en otros seres que llegaron hasta acá subidos al planeta amarillo, cuya fuerza de gravedad tal vez ya no sea la suficiente para retener especies más bien livianas y escurridizas. El candidato a gobernador santafesino Maximiliano Pullaro, por caso, sorprendió con un posteo que sugiere que podría estar autopercibiéndose ya no amarillo sino violeta, tonalidad con la que se identifica a los peluquistas.

Más negro que colorido pintó también el panorama pos Paso por el lado de Unión por la Patria. Sergio Massa no llegó a elogiar a Milei, pero su reivindicación de aquello de que “la voz del pueblo es la voz de Dios y hay que respetarla”, que manifestó apenas iniciado su primer mensaje tras las primarias, sonó desmesurado habida cuenta de la dispersión del voto que generó el casi inédito escenario de tres bloques que él mismo mencionó un ratito después, en la misma alocución. Tal vez por caer en el reduccionismo tan en boga que sólo considera pueblo y voz de Dios a las y los votantes de Milei es que al otro día Massa sorprendió con el anuncio de devaluación, medida que seguramente provocó más repudio entre la porción del electorado que lo respaldó que en el resto.

En fin, al cabo del repaso de resultados y reacciones bien puede afirmarse que la realidad política argentina resulta muy difícil de descifrar. Todo un caso para la ciencia, podría decirse. Pero si se pretende acudir a los mejores científicos habrá que apurarse. El Conicet está entre los primeras víctimas fatales elegidas por el fenómeno que en diciembre podría asumir la Presidencia entre agradecimientos a “un jefe” que encarnó en su hermana y a sus “hijitos de cuatro patas”. Hijos de perra vendrían a ser. Seguro los más previsibles e inofensivos entre tanta nueva fauna queriendo copar la parada.

La hora de estadistas y seductores

Entre tanta desazón y resignación pos primarias, en Rosario empezaron a asomar indicios de otra actitud, sobre todo en sectores y referentes que no abrevan en orgánicas agrupadas en Unión por la Patria y el peronismo pero sí asumen lo de sacar de la mochila el bastón de mariscal. “Yo nunca lo dije pero este es el momento: soy un gran estadista”, arrancó Kurt Lutman su posteo, llamando a no dar todo por perdido y trajinar no solamente las redes para convencer electores “de a uno” de cara a las generales de octubre: “Vale utilizar la seducción y hasta proponer casamiento. Ir a ver a la banda de rock del sobrino que tantas veces nos invitó. Dar el asiento en el 107 de las 7.50. Cruzar abuelos en las esquinas (atenti). Dar el pase en el fútbol 5 para que el gol lo haga ese o esa que ya sabemos. Presentarse, quien sepa tocar la guitarra o las maracas, en cumpleaños de desconocidos para animar la fiesta”, pidió Kurt, en medio del estupor paralizante que predominó en las militancias del campo nacional y popular.

Estupor sí, pero no parálisis, se pudo apreciar el lunes 14 a la noche en un encuentro convocado por Ciudad Futura para debatir sobre políticas de cultura. Aunque centradas en lo local, las intervenciones de las y los participantes –casi todas signadas por la seductora capacidad de comunicación que abunda entre artistas y que tanto se extraña en la tele y en tik tok– incluyeron en muchos casos la reflexión sobre el resultado electoral del día anterior.

“Tenemos que ganar en Rosario también para generar esperanza después de lo que pasó ayer”, fue una de las reflexiones que abundó. La vocación de activar y sumar sin especulaciones, la empatía entre contertulios de trayectorias y procedencias tan diversas que rara vez comparten escenarios, fueron otras de las improntas que reinaron y entusiasmaron al punto de pagar una luca la latita de birra sin perder la sonrisa, esa que tanto cuesta conseguir en tiempos de aborrecimiento de la justicia social.

Envalentonados. Las recientes declaraciones de Mauricio Macri banalizando el crimen de Santiago Maldonado y celebrando el fallo judicial que sobreseyó a los gendarmes acusados dan cuenta del envalentonamiento de los promotores de la violencia política institucional, que tuvo en Facundo Molares otra víctima fatal hace apenas diez días. Pero parece que nadie se acuerda. Y del fierro a metros de la cabeza de Cristina parece que tampoco.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 19/08/23

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