El ex futbolista y poeta uruguayo Agustín Lucas lanza Caballo, su primera novela, que gira en torno a las aventuras de un jugador del paisito vecino en tierras guatemaltecas, venezolanas y argentinas.

“¡Caballo!” escuchó el defensor Agustín Lucas que le gritaban desde atrás del alambrado. Su rudeza con tobillos ajenos, en su época de futbolista, le hizo honor a ese calificativo. Pero como ese animal es “a la vez una figura de fuerza, que es vulnerable y vulnerada”, el también escritor le puso así a su nuevo libro. Caballo (Editorial Club) es una novela, la primera de este poeta uruguayo, que cuenta la historia de un futbolista del paisito vecino que se va a jugar al exterior, donde lo esperan Guatemala, Venezuela y Argentina. “Es una primera experiencia en este formato, fue toda una aventura escribirlo”, asegura el autor, para quien también fue una aventura vestir las camisetas del Deportivo Jalapa de Guatemala, del Deportivo Anzoátegui de Venezuela y la aurinegra de Comunicaciones, en el ascenso argentino.

Desde este 5 de octubre se consiguen ejemplares en librerías uruguayas. “Ojalá lo podamos a ir a presentar a Rosario”, desea el ex jugador de Liverpool de Montevideo, Miramar Misiones, Wanderers, Cerro Largo y del glorioso Villa Española, club militante de lo barrial, de derechos humanos y de cualquier causa noble que se interponga en su camino.

Sean eternos

En su flamante publicación, el ex zaguero vuelca “la soledad, el desamparo, la amistad, la noche, la masculinidad, las violencias del fútbol, las bellezas del mismo”, y la define como “una novela americanista, tangible al contexto socio cultural, y a la propia vida del oficio del futbolista, que no es más que un obrero o un artista”. 

El autor adelanta que al jugador y protagonista de la historia “en el camino le pasan un montón de cosas” en sus pasos por Guatemala, Venezuela y Argentina. “Aparecen un montón de escenas y paisajes de Guatemala que son exóticos, lejanos y a la vez tan cercanos y tan hermanos también. El jugador va ahí y se va encontrando con esas realidades y con esos fútboles a los que tiene que enfrentarse”, cuenta.

Lucas admite que en esta obra “hay bastante de mi historia y hay mucho de otras historias que conozco y que me son muy cercanas”, aunque aclara: “También hay otras que son de la propia ficción, la ficción que tenemos adentro”. Y argumenta: “Empezás a escribir algo y enseguida estás moviéndolo, o contás una historia varias veces y siempre la contás distinto. Y no es que estés mintiendo ni tergiversando la realidad, sino que hay una cuestión de poética oral que nos ampara de alguna manera y hace que algunos seres sean eternos y eternas. En la novela pasa eso con cosas extraídas de la realidad pero que se van solas”.

Jugador con estilo

Agustín Lucas se jacta de tener más libros que goles. Con No todos los dedos son prensiles, Club, Los hijos del fuego, Insectario pisó más veces las librerías que el área rival. Después vino Tapones de Fierro, primero como blog de poemas futboleros y después como libro de crónicas, poesías y entrevistas. También escribió El bar de los pájaros y otros relatos y participó en los libros Pelota de papel 1 y 2. Además, despunta el vicio de la literatura dictando talleres, en los que recomienda que “para escribir narrativa es necesario escribir poesía”.

En este sentido, el poeta aclara que ese es un tema que “no lo pienso como una verdad absoluta, pero creo que para hacer una descripción, tanto de una escena como de un sentimiento, es necesario poetizar. En algún momento el narrador poetisa”. Y revela que en su novela “lo que puede pasar es quizás una abundancia de ese gesto poético, o la recurrencia, que es lo que hace que aparezcan pequeños poemas en los capítulos”.

En cuanto a sus inicios, como lector primero y escritor después, Agustín sostiene que “un poco al contrario de aquello que se dice que se escribe desde el sufrimiento, el haber tenido libros en mi casa toda la vida y cuatro comidas por día, fueron parte de un privilegio”. Señala que con eso resuelto “empecé a incursionar en la poesía, ahora en la narrativa”.

Lo de la inquietud –afirma– “estuvo siempre” y que fue “estimulada, sobre todo, por la lectura de contemporáneos y contemporáneas, mucha gente con la que además te hacés amigo, y entonces contribuís y formas parte de una red en la que a lo único que se apela es al registro de distintos hechos y acciones que no dejan de ser históricas, por más mínimas que sean”.

En esa lista de amistades fundadas al calor de los libros destaca la del escritor uruguayo como él Leandro Gabilondo, “con quien nació una amistad por haberlo leído, lo mismo me pasó con el Kurt” Lutman, ex jugador de Newell’s y con pasado como cronista de El Eslabón, además de ser autor de varios libros. “Después de leerlo empezamos a cruzar correos como de fans uno del otro”, recuerda Lucas, y añade: “También me marcó Rosario Bléfari en todas sus formas. De acá, Regina Ramos, que además de ser amiga es una gran poeta del interior de Uruguay; ni hablar de Fabián Severo”.

Yo, futbolista

Como uruguayo de ley, Agustín Lucas reivindica la figura de Obdulio Varela, el Negro Jefe, héroe del Maracanazo. Como amante del fútbol rioplatense, también admira a Diego Maradona y Tomás Felipe Carlovich. Los tres, con sus diferencias, se destacaron tanto dentro de una cancha como afuera. No es casual que en las distintas luchas y causas, Agustín levante esas banderas. “Siempre voy a defender al futbolista y a la futbolista, siempre y en cualquier situación”, dice sin rodeos este hombre que mamó la militancia desde la cuna: “Eso me viene de casa, desde el origen”.

En una de sus visitas a Buenos Aires y a la cancha de Boca, Lucas cuenta que hablando con un hincha le aclaraba que “si tengo que criticar un movimiento o acción de un o una futbolista lo voy a hacer directamente con esa persona, pero siempre lo voy a defender”.

Agustín Lucas jamás le quitó el cuerpo a un cruce con un delantero, por más fuerte que sea. Y tampoco le quitó el cuerpo a la lucha, por más compleja que sea, como fue la que atravesó el fútbol uruguayo en 2022 cuando la Mutual de Futbolistas decretó un paro que frenó la pelota, por amenazas contra su club Villa Española.

En su casa le inculcaron parte de la militancia que adquirió luego. “Después salís de tu casa y te encontrás con el barrio y hay otros tipos de luchas también. Está bueno esto de salir y discutir y debatir sobre las cosas, sino seríamos como autitos chocadores. Si se puede contribuir a eso, se hace. Uno está dispuesto”.

El escritor no rehúsa nunca del debate. No lo hizo con sus compañeros de equipo ni lo hace ahora en charlas y talleres que da –por ejemplo– a personas privadas de su libertad. “Si hay un silencio parecido, de respeto y de escucha, de recepción, es –dice Lucas– en el vestuario y en la cárcel. Te escuchan y reciben”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 07/10/23

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