Los últimos días, a cada hora, se renuevan cachetazos… Y a pesar de estar advertidos y en alerta, no nos es posible anticipar tanto maltrato.

El jueves 4 de abril pasado, recibimos la amenaza, en consonancia con una comunicación oficial que viene produciéndose en términos absolutamente violentos, de modificación de dos artículos de la Ley de Educación Nacional (11 y 126), que refieren a la igualdad y calidad educativas, y a la libre expresión en todo el territorio nacional.

La Ley de Educación Nacional 26.206, seguramente perfectible, ha permitido durante todos estos años que nos pudiéramos preguntar qué de lo que estamos haciendo en las aulas hace posible que se imaginen nuevos mundos, nuevas vidas. La mencionada ley comenzó a reparar –aún no es tarea terminada- el desfasaje atroz que existía entre lo que se ofrecía a un/a estudiante de zona rural y a uno/a de las grandes urbes, o entre aquellas provincias más castigadas y aquellas con mayores recursos.

Viene al caso la canción de Rubén Rada que dice: “Un sabor globalizado con un gusto nada más, un sabor globalizado que tú quisieras cambiar, y que estén todos los gustos, el gusto de cada cual”. Entonces, ofrecer un piso de igualdad de oportunidades, como dice Diego Tatián, la igualdad como declaración garantiza un horizonte con menos desigualdades e injusticias. De ninguna manera propicia borrar las características propias de la idiosincrasia de cada territorio.

Esta normativa legisla también a favor de la obligatoriedad de la educación sexual integral, así como el aseguro de la participación democrática de maestros, familias y estudiantes y la explicitación del respeto de los derechos humanos, y la degradan llamándola “adoctrinamiento”.

Dice Martín Kohan sobre el adoctrinamiento: “Para que exista adoctrinamiento, hacen falta dos elementos: uno, la palabra autoritaria del docente -que no es de ninguna manera una generalidad de la educación en nuestro país hoy- y, un estudiante con una cabeza lo suficientemente hueca como para que la palabra docente penetre y sea recepcionada pasivamente. Tomamos posición, expresamos lo que elaboramos de lo que estamos enseñando, pero eso de ningún modo va a imponerse como palabra autoritaria. Uno expone una posición entre otras posibles, los estudiantes devuelven sus lecturas, su perspectiva o su mirada de lo que uno dice, porque no son receptores pasivos de lo que el docente dice, hacen algo con eso, y en eso consiste una clase”. En este sentido es imprescindible registrar la consideración acerca de los sujetos de la educación que subyace en las políticas que proponen estos personajes que hoy gobiernan. Y en palabras del gran Nano: “Entre esos tipos y nosotros, hay algo personal”.

Doctrina, señores, es a la que responden quienes están ejecutando el plan de vaciamiento sistemático, de orden material y simbólico más brutal de las últimas décadas, sometiendo al Estado argentino, y por lo tanto a cada uno de nuestros hogares.

Podemos entonces responder a nuestra pregunta: esta Ley de Educación Nacional hizo viable y garantizó, para las mayorías, la práctica pedagógica que hizo posible que tanto docentes como estudiantes pudiéramos pensar que los destinos condenatorios se podían torcer y las realidades injustas transformarse.

Acercó los derechos propios, inherentes a la condición humana de todos y todas, y eso implicó que se pudieran identificar aquellas situaciones en las que los mismos estaban siendo vulnerados.

Afirmamos con convicción que la Ley de Educación Nacional, junto a la ley de ESI (Educación Sexual Integral 26.150) nos permitió construir otros horizontes. No ponemos dudas sobre ello. Es por eso que este gobierno hace tanto énfasis en el intento de destruirlas.

Porque son políticas públicas efectivas en su propósito de garantizar y custodiar derechos. Y las comunidades que conocen sus derechos son colectivas despiertas, capaces de defender lo conseguido, porque las conquistas en materia de derechos no son una entelequia, sino la vida en libertad de millones de argentinos y argentinas que nacimos en lugares o con el color o con el género como contrato de destinos indignos.

Vamos a continuar disputando sentidos, sobre todo el de nuestra valiosa palabra libertad. Porque somos libres si podemos elegir, si tenemos acceso al conocimiento nazcamos dónde nazcamos; si al nacer se nos promete existencia y no el silencio de no nombrarnos al que nos ha sometido la historia durante años. Libres somos cuando el Estado garantiza el acceso a los bienes mínimos para la subsistencia de todos y todas.

Así es que arribamos a la comprensión y entendemos perfectamente que llamen “adoctrinar” a la educación democrática, a la construcción de ciudadanía, a los derechos humanos y a la educación sexual integral; porque llaman libertad a la esclavitud.

Estas normas representan el derecho de todos y todas a conocer y acceder a los derechos de forma integral, porque nuestras infancias y adolescencias encuentran en la escuela protección para no ser vulneradas y el conocimiento para poder ejercer sus derechos esenciales.

Y las vamos a defender.

 

*M. Ramos (Sadop Rosario), L. Maltz (X más ESI, Movimiento Federal)

 

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