La flamante comisión directiva leprosa, encabezada por Guillermo Lorente, tomó posesión del club y se encontró con lo que imaginaba: Se robaron todo lo que pudieron, computadoras, cables, cámaras de seguridad, plateas, camisetas, pelotas y hasta la estatua del fundador.
Cuando alrededor de las 11 de la mañana del lunes, el nuevo presidente de Newell’s tomó formalmente el mando de la institución del Parque de la Independencia, se le borró la sonrisa. Es que en la primera recorrida advirtió que la cosa iba a ser peor de lo que imaginaba.
Antes de retirarse, los viejos dueños del club (léase presidente y soldaditos en barras) tuvieron tiempo de llevarse miles de butacas (¿las usarán de reposeras en la casa?), la bomba de la pileta, televisores, cámaras de seguridad, y por supuesto, no hay un solo papel en la contaduría. Eso si, en el piso quedó un póster del equipo que dirigía Marcelo Bielsa con la cara del Tata Martino tachada.
En el predio de Bella Vista arrasaron con la utilería y no dejaron pelota ni camiseta a salvo. Es que el intendente del complejo era Daniel Cabezón Cáceres, sindicado como ex integrante de la barra y actual guardaespaldas de López. Hablando de predios, la próxima tarea es descubrir a quien pertenecen los de Ricardone, Malvinas y el propio Bella Vista.
Plata quemada
De dinero lo único que encontró la actual comisión fueron unos 200 mil pesos que corresponderían al cobro de cuotas el día mismo de las elecciones y que, al retirarse antes de tiempo, se olvidaron de robar.
En las cuentas bancarias no hay un solo peso que pertenezca a Newell’s como institución y ni siquiera pudieron encontrar los contratos de los jugadores por lo que inmediatamente viajará un grupo de abogados a la AFA para conocer a ciencia cierta como está parado el club del Parque en la entidad madre del fútbol argentino.
Día histórico
Cómo símbolo de lo que padeció Newell’s en los últimos años basta y sobra una imagen. Lo primero que hicieron los hinchas de Newell’s fue prender el fuego y saborear unos ricos choripanes en las parrillas que desde hacía catorce años, no sentían el calor del pueblo leproso.
