No son superhéroes. Ni siquiera héroes. Heckler “el Interruptor”, es el alias del congresista que rompió el protocolo e interrumpió la última sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos para gritarle "mentiroso" a Obama mientras daba su discurso. Y el temible Twitcher (de "twitch", "gesto" o "tic"), no es otro que Obama, que al ser interrumpido osó hacer un gesto, y con él atrajo a especialistas en lenguaje corporal y psicólogos, que lo calificaron como “negro pendenciero” recordando todos los lugares comunes del racismo.

Si un negro pasa corriendo y no es un competidor olímpico seguro que está escapando luego de robar. Y si tiene dificultades para entrar a una casa es porque intenta meterse por la fuerza, para robar. La cercanía entre la realidad social y los chistes que la parodian resulta muchas veces sorprendente. Estos y otros lugares comunes del racismo se pusieron otra vez en marcha esta semana en los Estados Unidos, luego del discurso del presidente Barack Obama en la sesión conjunta de ambas cámaras del Congreso, que puso otra vez sobre el tapete el lugar del Estado como regulador de la economía y los excesos criminales del mercado.

En la reunión conjunta, una ocasión excepcional y muy protocolar que suele convocarse una vez al año para repasar "el estado de la Unión", el presidente Obama utilizó todo su arsenal retórico para intentar avanzar en la batalla por la reforma al sistema se salud. Usualmente, la desaprobación se expresa en ese ámbito retaceando los aplausos. Pero esta vez la oposición se permitió ir mucho más allá: mientras hablaba Obama hubo risas burlonas y abucheos.

El momento de mayor sorpresa y tensión, el que disparó el gesto de Obama, fue cuando el legislador republicano de Carolina del Sur, Joe Wilson, interrumpió (en inglés "heckle") al presidente en pleno discurso, para gritarle: "Usted miente". Desde ese día, Wilson, que luego pidió disculpas y dijo que "se había dejado llevar por sus emociones" pasó a apodarse "Heckler", cosechando el rechazo de muchos y también el apoyo de otros tantos. De hecho, en la marcha opositora que este sábado tuvo lugar en Washington contra "el socialismo de Obama" muchas pancartas reproducían la frase del emocional legislador para acusar al presidente de mentiroso.

Y a la hora de analizar los ingredientes raciales en el rechazo a Obama hay que tener en cuenta que el estallido pasional de Joe "Heckler" Wilson se produjo en un momento muy preciso y particular de la intervención del primer mandatario ante el Congreso. Fue cuando el presidente aseguró que el nuevo sistema de salud que propone no cubrirá a los inmigrantes ilegales indocumentados. O sea que los millones de trabajadores que se encuentran viviendo en los Estados Unidos en esta situación pueden quedarse "tranquilos": tanto demócratas como republicanos, y más allá de las grandes diferencias que los separan en este tema, coinciden, sin embargo, en condenarlos a la indefensión.

Es más: se pelean, en realidad, para ver quién es más severo y contundente en esta exclusión. "Si a uno de ellos le agarra tuberculosis, no recibe tratamiento y luego me tose encima, tenemos un problema. Tendría que tener derecho a recibir una cobertura como el resto", señaló Yelva Lynfield, médica jubilada de 76 años, durante una marcha de apoyo al plan de reforma de Obama en Minneapolis, según reproduce el diario Página/12 en su edición de este domingo.

Pero más allá del tema de fondo, la propuesta oficial de reforma al deficiente sistema de salud de los Estados Unidos, que actualmente deja a 47 millones de ciudadanos sin cobertura, la oposición hizo mucho hincapié en un gesto que hizo Obama al ser interrumpido por Wilson. El mohín tuvo una amplia cobertura en los medios. Los análisis en este sentido, realizados en muchos casos por especialistas convocados para la ocasión por canales de televisión, diarios, y revistas, desnudan los más burdos lugares comunes del racismo.

Una pregunta se impone a esta altura. ¿Si esta misma reforma, que implica un avance del Estado sobre el sector privado y afecta monopolios de grandes compañías de seguro, hubiera sido propuesta por un presidente blanco, anglo-sajón y protestante (Wasp, en inglés) habría acaso sido aceptada de buen grado? La obvia respuesta es no. El hecho de que Obama sea un afroestadounidense aporta un argumento más a los sectores racistas, un motivo más de rechazo que se suma a los argumentos de los que defienden sus intereses económicos más allá de las etnias. Desde el xenófobo y excluyente punto de vista de los sectores racistas, que este avance del "socialismo" provenga de un afroestadounidense, confirma sus prejuicios, sus fantasmas, sus argumentos más carentes de sustento.

Pendenciero de bar

Un breve repaso por las reacciones de los conservadores ante el "twitch" de Obama pone las cosas en claro, en negro sobre blanco:

El periodista de tendencia conservadora Rush Limbaugh, que conduce un exitoso programa radial señaló: "Es el tipo de gesto que uno ve en la clase de hombres como Obama cuando está listo para una pelea en un bar, o cuando te da un empujón para atacar a tu hermana. Todos hemos visto ese gesto y sabemos qué significa". Y los medios progresistas que reproducen estas declaraciones suelen agregarle una suerte de aclaración a las palabras de Limbaugh, como para dejar más claro el mensaje, sin eufemismos: donde dice "la clase de hombres como Obama" ponen entre paréntesis: "negro".

Por su parte, el profesional identificado como Kraz Y., psicólogo y especialista convocado por Fox News, prefirió otra comparación: "Me gustaría mostrarles imágenes de Hitler dando un discurso en Nürenberg. Verán esa misma clase de gesto".

Pero la más gráfica fue la ex Miss Simpatía, ex gobernadora de Alaska y ex candidata a vicepresidenta por el partido Republicado compartiendo fórmula con John Mc Cain, Sarah Palin: "No me hagas ese gesto, amigo. Uno ve ese gesto y sabe que tiene que huir de inmediato del lugar. De lo contrario, sabe que va a quedar con un ojo negro, o embarazada".

En medio de la batalla por la reforma del sistema de salud, que incluye declaraciones políticas, análisis, delirios, prejuicios, amenazas de muerte al presidente, y marchas contra "el socialismo" que quiere imponer "un negro pendenciero", más de doce millones de inmigrantes ilegales indocumentados (el 5,4 por ciento de la fuerza laboral de los Estados Unidos) saben que ya perdieron la batalla. Y saben además que si se enferman de tuberculosis, no deben toser sobre blancos. Millones de ojos los observan, los mismos que registran y caracterizan cada pequeño gesto de negros, hispanos y orientales.

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