El pueblo acongojado entregó a las entrañas de la tierra el cuerpo de su líder. Pero la tierra se lo devolvió multiplicado en cientos de miles de cuerpos que salieron a la calle. No es magia. Es el subsuelo de la patria sublevado. Y la oposición, despojada ya de su principal enemigo, se quedó sin discurso.

“Discurso se busca. Nuevo o usado. Pagamos bien”. No es difícil imaginar que la denominada oposición, es decir los intereses económicos más concentrados y sus turiferarios, bufones y claques, estén redactando avisos clasificados con estas características. Ha muerto el gran enemigo, aquel en quien habían sintetizado y simbolizado todos sus odios para así no hablar de modelos de país ni intereses en pugna. En un gesto final de rebeldía e incorrección política, Néstor Kirchner los dejó solos con su miseria.

Se quedaron sin comodín, sin el árbol para tapar el bosque. Se quedaron huérfanos. Se les murió Satanás y ahora balbucean para retomar fuerzas y volver a la carga.

Crear un Mefistófeles implica deshistorizar la discusión, despolitizarla, sacarla de contexto, encubrirla con nociones y axiomas que confunden, que corren siempre el arco. Pero muerto el perro, se acabó el discurso y ahora tendrán que reponerse y recurrir a más operaciones distractivas. Al menos por ahora, lucen confundidos. Están en problemas. Les sobran recursos materiales porque, obviamente, trabajan para los que más tienen. Pero les faltan recursos simbólicos. Les falta verdad. Es cierto, algunos recursos simbólicos son comprables, y en este sentido sólo será cuestión de tiempo.

El gran poder de verdad y refutación de la muerte los dejó desnudos. Y nada bueno indican sus partes más íntimas ahora visibles: salen a la luz mentiras paticortas, patrañas que apenas funcionan cuando alimentan los complejos y los miedos de grupúsculos que rumian y vegetan en las capas medias. El proyecto de país que tienen es inconfesable, no hay discurso que lo contenga. La entrega de la Argentina a las fuerzas insaciables del mercado, el saqueo de los trabajadores, la restauración conservadora, por definición, es aquello que no se dice. Sólo se hace. Por eso siempre es mejor personalizar sin hablar de proyectos. Este decir sin decir, este mentir permanente, exige complejas operaciones retóricas, no siempre al alcance.

Distinta es la situación de los trabajadores, de los militantes, de la gente que salió a agradecer la gestión del ex presidente: a ellos les sobra verdad y razón. Las cientos de miles de personas que pusieron el cuerpo en la calle para despedir al ex presidente Kirchner se convirtieron en cientos de miles de razones, de argumentos, de verdades que refutan el graznido homogéneo y hegemónico de los medios concentrados al servicio de los poderes fácticos.

Con Néstor Kirchner volvió el contenido a la política tras los años del vaciamiento de sentido durante la década del 90. Con su partida, el ex presidente dejó sin contenidos a la oposición, y a la vez entregó nuevos sentidos a la militancia, nuevos motivos de lucha. A veces las ausencias son muy significantes.

Los que, en medio del dolor de su propio pueblo, ofrecieron el espectáculo penoso de sus bocinazos quizás pronto deban callar. Tal vez, lo que hoy les parece triunfo se les convierta en derrota. Porque con la muerte de Néstor Kirchner cobraron fuerza y visibilidad otros actores sociales, con otras verdades, más vitales, más colectivas, más inclusivas, más modernas y constructivas.

Por ahora, los profetas del odio sólo atinan a responder con la flatulencia maquinal de sus bocinas o el sonido que se produce al descorchar un champán. Pero el odio es una de las formas de la impotencia y el silencio. No construye.

Los profetas del odio son menos, aun cuando se junten. No suman. Se recelan y envidian, quieren salvarse solos y siempre se hunden señalando culpas ajenas. Los impotentiza el miedo y el individualismo.

Los que mienten y mienten para que algo quede mentirán. Siempre tienen recursos para engañar quienes carecen de límites éticos. Primero dijeron que Néstor Kirchner era el Chirolita de Duhalde. Después dijeron que Néstor Kirchner era el Chasman de Cristina. Ahora dirán que Cristina no puede gobernar “sola”. Es más de lo mismo. Pero no pasarán. El cambio está en la calle, en la lucha colectiva y Cristina no está sola. Mientras algunos tocan bocina y brindan, más abajo, en lo profundo, el subsuelo de la patria se subleva, siempre se subleva.
 

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