Una teoría enuncia la involución del electorado.
Una teoría enuncia la involución del electorado.

Luego de un prudente rezago pos eleccionario y tras un largo cavilar entre planillas electorales, boca de urnas, adivinadores y sofistas, el Señor I retoma su espacio habitual a fin de develar los pormenores del fenómeno Tota. En otras palabras, dar un indicio de las probables causales del rimbombante e inesperado número de votos que cosechó el cómico Miguel Del Sel, quien con su sonrisita picarona, su impronta bufonesca, imprimió su nombre en la selecta lista de posibles futuros conductores de la inverosímil provincia de Santa Fe tras las elecciones primarias, abiertas y obligatorias, del pasado 22 de mayo.

¿A qué tipo de voto responde este fenómeno?, fue la pregunta que surgió, apenas conocidos los resultados del escrutinio, desde los oxidados vericuetos neuronales del Señor I: ¿Al voto Midachi? ¿Al voto Autocastigo? ¿Al voto Tota-litario?

Resignado ante la falta de una respuesta propia convincente, el Señor I recurrió a sus fuentes tradicionales, gastó los pasillos de varias facultades, volatilizó su crédito de línea fija y móvil y confeccionó finalmente una reseña de lo investigado a partir de las diversas teorías a las que tuvo acceso –todas pululantes en la enrarecida atmósfera politológica regional– y que reproduce a continuación.

Secesionismo provinciano o guerra norte-sur

El lector recordará –si tiene edad suficiente– que la cuestión que es objeto de esta rigurosa investigación, no es la primera vez que se formula en las mentes del ciudadano común, pensante y comprometido. Ya en los tempranos noventa tuvo lugar un fenómeno similar, cuando el ex jefe de la JP Regional II, ingeniero, dos veces gobernador, y actual diputado nacional, Jorge El Turco Obeid, fuera elegido para tomar las riendas de la provincia.

En esa época ganaba la elección mediante la controvertida Ley de Lemas, sin que nadie admitiera haberlo votado, al menos no a conciencia, al menos no en el sur provincial. Tal fue la sorpresa de su victoria que hasta circuló un chiste* sobre el hecho paradojal de que el gran elegido en aquellas elecciones no había sido electo por nadie.

Más allá de lo bueno o malo del chiste, lo cierto es que sugería de alguna forma la calidad de fenómeno inexplicable que le había sido otorgada al triunfo de Obeid en la provincia de aquellos tiempos. Fenómeno que a la postre fue fundamentado en cierta teoría secesionista que, sumando los votos del interior, una buena mano de la ley de lemas y de los contrasureños, habían devenido en el triunfo del hasta aquel momento y para muchos, ignoto candidato peronista.

Salvando las distancias, considerando que Del Sel no ganó nada más que en cantidad de votos en relación a otros precandidatos de otras fuerzas, que ni con una ley de lemas –si fuera el caso– se acercaría remotamente a la posibilidad de un triunfo electoral en las generales, el fenómeno Tota también intenta ser explicado en términos de norte y sur.

Es decir, hay un norte orgulloso de su gente y de su tierra, que no quiere saber nada con politiquerías sureñas y que con tal de alejar la posibilidad de un nuevo gobierno a cargo de algún australopiteco, prefirió meterle el voto al bufón.

Nostalgia de la frívola neandertalidad noventista

Hay expertos que prefieren llevar la discusión al terreno antropológico e intentan explicar el fenómeno recurriendo a la búsqueda del –según ellos– verdadero causal del mismo, o sea, el elector. En ese orden, proponen una clasificación alternativa de posibles especimenes que responderían a las características necesarias para ser seguidores del comediante que se alzó con más de 200 mil votos, algo así como el 14 por ciento del padrón total provincial de electores.

El vasto informe que dio como resultado la investigación, se muestra sintetizado por razones de espacio en las tres descripciones de las especies clasificadas por el equipo de campo, según un orden ascendente en términos de involución y de probabilidad estadística:

Empezando por el tercer lugar de la clasificación antropométrica o, al menos, la que reúne el menor consenso entre los especialistas para explicar el origen del voto al candidato macrista, resulta la especie que dieron en bautizar como Homo Noventus Neardenthalensis, un primate noventista, nostálgico de la frivolidad, del todo me chupa un huevo, omnívoro come pizzas con champangne, adulador y entusiasta del golf.

La segunda especie, más votada que la anterior pero no por ello menos involutiva, fue descrita como un descendiente tardío del gorila arquetípico, dada en llamar Antropoide Sojerus Oligarquicus: socializado en tribus selectas, gran engullidor de sushi, coqueto, canchero y ególatra, y con cierto grado de atrofia muscular en las extremidades inferiores, dado que jamás se traslada a pie.

Por último, los especialistas rescataron del olvido una denominación citada por primera vez en una extinta revista, especializada en nada, de inicios de los noventa y de cuyo staff sobreviven infiltrados en este medio al menos un par,  que ha ganado la mayor cantidad de adhesiones a la hora de establecer al responsable del fenómeno a partir de la visión antropológica de la política. La especie que se llevó el laudo se explica a sí misma mediante su mera sintaxis: Homo Estupidopitecus Huevonae.

Teoría de la impugnación

Una última hipótesis, tan escueta como esclarecedora, supone que el fenómeno Tota es producto de una novedosa y oportunista forma de impugnación. Es decir, que aquel par de centenares de miles de electores que se decidieron por el cómico, en realidad no estaban decididos por nadie, ninguno de los precandidatos les caía en gracia y que con su elección no demostraron más que un notable cuadro de indolencia ante las primarias.

Tildar la caripela de Del Sel en la larga serie de casilleros de la boleta única –para quienes defienden este argumento– habría sido un equivalente a meter la feta de mortadela en el sobre.

Sabrá el lector elegir el fundamento que más se acerque a su parecer o –si ninguno lo satisficiere–  proponer otro.

* Cruzan el Atlántico en avión, Juán Carlos de España, Bill Clinton de USA y Jorge Obeid de Santa Fe. Sólo van ellos tres, el Piloto y el co-piloto. Por razones que se tratan de establecer, los motores dejan de dar la potencia plena y el avión comienza a perder altura. El comandante determina proceder a la "echazon" o sea, alivianar la aeronave arrojando al mar todo aquello que resulte prescindible: souvenirs, botellas, alfombras, asientos…

Como eso no alcanza el piloto pide que alguno de los pasajeros se lance al mar con una balsa. El dar aviso de la posición por radio para facilitar su rescate.

—¡Coño! ¿Por qué‚ nosotros? -dice Juán Carlos- ¡Echaos vosotros que sois menos importantes!

OK -responde el co-piloto- ¿y cómo llegan Uds?

Es cierto -opina Obeid- creo que lo más justo es que salte el más viejo de los tres.

¡Ah no! Yo soy Clinton, el presidente del país más importante de la tierra, ahora que no está la URSS somos los encargados exclusivos de mantener el orden y si yo desaparezco se puede armar un quilombo mundial…

¡Y yo soy el rey de España! Bueno sería que cuando estamos empezando a arreglar las cagadas que nos dejó Franco me ocurra un accidente…

Bueno, bueno, nosotros somos una joven democracia (aunque también una monarquía)… ¡pero yo recién asumo como gobernador de la provincia con más desocupados y están todos expectantes por ver qué hago! Propongo que civilizada y democráticamente votemos…

¡Okay! -dice Clinton.

¡Vale! -acuerda Juan Carlos.

RESULTADO: Ganó OBEID 8 a 2

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