The world is yours, dear Wall Street.
The world is yours, dear Wall Street.

Crecen robustos bananos silvestres en los países del Primer Mundo, azotados por “crisis” económicas, sociales y políticas. Muertos y degollados se miran y recelan, a uno y otro lado del Atlántico. La Unión Europea es el más fundamentalista manifiesto neoliberal imaginable. Barack Obama entregó todo sin pelear y Estados Unidos perfecciona la plutocracia. En la vil perinola de esta etapa del capitalismo, los banqueros toman todo y quieren más.

Cuenta Hesíodo que Démeter, diosa entre diosas, divina entre divinas, parió al generoso Pluto tras un cálido, profundo abrazo con el héroe Yasio en los fértiles campos de Creta. Desde ese día, Pluto recorre el mundo, por tierra y por mar, y quien se eche en sus brazos se colma de riquezas y prosperidad.

Después llegó el capitalismo, Walt Disney y el perro Pluto, aunque ya antes, en la antigua Roma, los hermanos Graco hicieron correr la sangre de los oligarcas en nombre de la justicia social. La plutocracia es el gobierno de los más ricos y por estos días la denuncia contra esta vieja lacra social se hace sentir en Estados Unidos y Europa.

Pluto se pavonea entre los yermos campos del capitalismo tardío, baila su danza fatal en terrenos sembrados de cadáveres, ante el dolor de los excluidos, en calles de fuego e ira. Gobiernos de derechas o izquierdas se sacan la careta y ajustan por igual, obedientes a los dictados de los banqueros, los que realmente tienen el poder.

“El dinero es el mayor determinante de la influencia y del éxito político. El dinero determina qué candidatos estarán en condiciones de impulsar campañas efectivas e influencia cuales candidatos ganarán los puestos electivos. El dinero también determina los parámetros del debate público: qué cuestiones se pondrán sobre el tapete, en qué marco aparecerán, y cómo se diseñará la legislación. El dinero permite que ricos y poderosos grupos de interés influencien las elecciones y dominen el proceso legislativo”, escribió el activista estadounidense Marty Jezer (1940-2005) en su artículo “El dinero en las elecciones”, publicado poco antes de la muerte del militante en el diario Washington Times.

Paul Krugman, premio Nobel de Economía, también ha alertado en varias oportunidades sobre cómo se desvirtúa la democracia en un sistema en el que todo se compra. Es que, por ejemplo, competir en una elección en los Estados Unidos, y en el resto del mundo capitalista, cuesta mucho dinero, cientos de millones de dólares. Los candidatos, con cierta lógica, recurren a los más ricos para reunir esas enormes sumas, y luego, claro, gobiernan para los más ricos.

El feo espectro del capitalismo tardío, financiero, corrupto y especulativo, cruza el Atlántico, de ida y vuelta, en segundos, con una velocidad lumínica, propia de las ánimas, los fantasmas y otras feas apariciones y bultos que por las noches se menean.

Una misma elite se beneficia de las políticas de los gobiernos ajustadores de Europa y EE.UU., en detrimento de los mismos actores sociales: trabajadores, jubilados, pensionados, y todos aquellos sectores marginados que necesitan una presencia más activa del Estado para sobrevivir a los insaciables embates del Mercado-Moloch.

El Banco Central Europeo actúa como una suerte de capo mafia que aprieta, insulta y amenaza pueblos enteros para que trabajen más por sueldos más bajos y paguen la deuda a los bancos. La eurozona constituye la más perfecta y extática consumación del ideario neoliberal: moneda y mercado, pero sin un Estado que se entrometa y fastidie con aberraciones como el gasto social, la salud, la educación y otras calamidades por el estilo.

Frente a este panorama, otro similar se verifica en los Estados Unidos, más allá de algunas diferencias de forma y fondo. Obama ofreció su rendición incondicional, entregó todo y más. Su frase de campaña "Sí, nosotros podemos" mutó en "No, nosotros no podemos" a poco de comenzar a gobernar. Las corporaciones, que siempre fueron las auténticas depositarias del poder real en la vacua y cínica democracia estadounidense, hoy salen más a la luz, arrasan con todo, toman todo y piden todavía más. Y entonces la mascarita resquebrajada de la democracia se cae, se corroe y corre, y aparece, orgullosa, la plutocracia, ya sin complejos ni caretas.

Todo el poder a las ricas corporaciones, a los poderes fácticos, los que han utilizado la máscara democrática para legitimarse pero hoy no la necesitan. Los ricos compraron el sistema democrático, completo, modelo full, con todo lo que contiene, implica y conlleva: los partidos, los candidatos, las campañas y, fundamentalmente, los medios hegemónicos.

El papel de las grandes corporaciones mediáticas es central, indispensable, en medio de este estado de cosas, con el poder tan concentrado en pocas manos. El lugar de los medios como partidos de derecha, como mascarón de proa de las corporaciones, que ellos mismos integran, define a esta etapa del capitalismo. La problemática ocupa el centro del debate en Estados Unidos y Europa. No es un invento de los infernales gobiernos populistas de América latina, como pretenden hacernos creer las corporaciones.

Robert W. Mc Chesney y John Nichols, denuncian en su artículo “En Estados Unidos, prensa, poder y dinero se fusionan” (publicado en el número de agosto de 2011 de Le Monde Diplomatique) “la captación de la vida política por parte de una casta financiera y mediática más poderosa que cualquier partido o candidato”.

Para los candidatos la opción es simple, señalan Chesney y John Nichols: o se someten al complejo electoral-mediático-financiero o bien son derrotados. “En este país, podemos tener democracia o una enorme riqueza concentrada en manos de una ínfima minoría, pero no podemos tener ambas”, señaló antes de la Segunda Guerra Mundial el juez de la Corte Suprema de EE.UU. Louis Brandeis.

Mientras en Europa sigue el ajustazo y en EE.UU. los partidarios del Tea Party señalan que "Dios apoya los recortes al gasto público," en América latina se profundiza un camino distinto, pese a la oposición del fuerte complejo mediático-corporativo y sus empleados, que deambulan rumiando odio ante la decisión de retornar a la política, colocarla por encima del poder del dinero, fortalecer al Estado, y socializar a Pluto.

Más notas relacionadas
Más por Pablo Bilsky
  • Migas

    Eduardo y Jimena mastican. Sus bocas se abren y se cierran a un ritmo monótono, vacío, mec
  • A la pesca

    Yo no sé, no. La tarde de la última semana de abril estaba con una temperatura especial pa
  • Mano dura sí, pero ajuste no

    El presidente Daniel Noboa logró que se acepten las propuestas relacionadas con el combate
Más en Columnistas

Dejá un comentario

Sugerencia

Héctor Daer: “El del jueves va a ser un parazo”

En la Facultad de la Militancia de La Corriente en Rosario, el miembro del triunvirato que