Un saludo de despedida para el imperialismo.
Un saludo de despedida para el imperialismo.

La Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (Celac) nace como un acto de resistencia antiimperialista y una forma de integración de naciones en sintonía con un nuevo contexto regional. Su nacimiento se erige en un hecho histórico y fundacional que reafirma la necesidad reemplazar a la Organización de Estados Americanos (OEA) y denuncia la historia tenebrosa y entreguista de este organismo, una suerte de enemigo en casa, siempre al servicio de los Estados Unidos. Y allí está Cuba, la que fue excluida por la OEA, como síntesis y símbolo del actual anhelo de independencia de toda la región.

La Celac nace en un contexto nuevo, diferente, en muchos aspectos revolucionario. En la América latina de hoy, con la Unasur y el Mercosur fortalecidos, varias naciones latinoamericanas profundizan procesos nacionales y populares e intentan un profundo cambio de paradigma que implica sacarse de encima el viejo yugo imperialista y neocolonialista impuesto durante décadas por los Estados Unidos y las naciones europeas.

Pero además, incluso aquellas naciones del subcontinente que no acompañan estos procesos populares, y que siguen atadas al viejo y fracasado paradigma neoliberal, también acompañan la integración, y se suman a este nacimiento, más allá de las profundas diferencias ideológicas. Esto último tiene una importancia decisiva, y marca la profundidad del cambio y lo histórico del nacimiento. Porque nadie quiere quedarse fuera. De eso se trata la batalla cultural. y la construcción de hegemonía.

La Celac nace como un acto de resistencia colectiva al viejo paradigma de sojuzgamiento, en aquel esquema América latina era el “patio de atrás” de los Estados Unidos. El Imperio ha salido a buscar otros patios de atrás, en otros continentes, y muchos de ellos se han convertido en mortales ratoneras.

El nacimiento de la Celac puso bajo la lupa a la OEA. Sus manchas salieron a la luz. Y muchas son manchas de sangre. El sojuzgamiento de América latina, que incluyó golpes de Estado y genocidios perpetrados y avalados por la CIA, fue históricamente legitimado por la OEA, una suerte de enemigo en casa, el supuesto amigo, en realidad el traidor que siempre nos vende. La OEA responde a un esquema en muchos puntos comparable al otro gran organismo internacional, hoy también criticado duramente desde América latina: la Organización de Naciones Unidas (ONU), cuyo Consejo de Seguridad es una suerte de dictadura que funciona al margen de los mínimos requerimientos democráticos, y que avala, por ejemplo, los “bombardeos humanitarios” que masacran a la población civil de aquellos países declarados “ejes del mal” por las grandes potencias.

No es banal que para describir el hecho fundacional que tuvo lugar en Caracas, el 3 de diciembre de 2011 se haga referencia a dos exclusiones fundamentales: Estados Unidos y Canadá. La Celac aparece como un nuevo organismo acorde a los nuevos tiempos, en sintonía que la dura lucha que América latina emprendió para mejorar y superar sus viejos problemas. No será fácil, es apenas un comienzo y los desafíos son duros, pero queda claro el objetivo estratégico de la integración regional.

La manera más sencilla de verificar la importancia de esta decisión política es revisar la prensa al servicio de las corporaciones y la desintegración regional. La manera en que ignoraron y torpedearon el nacimiento de la Celac se parece mucho al bufido de los eunucos. Puro resentimiento de turiferarios amargados ante los nuevos tiempos, añorando el entreguismo que los parió.

La Celac es también un hecho histórico y de grandes dimensiones en términos cuantitativos. Integra 550 millones de habitantes de toda la región, abarcando un territorio de 20 millones de kilómetros cuadrados, con enormes recursos y reservas, lo cual significa el mayor acto de resistencia conjunta lograda en 200 años, reuniendo a 33 mandatarios.

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, fue claro y contundente a la hora de desnudar las miserias y cuestionar la existencia misma de la OEA. El mandatario recordó que en 1982, durante la guerra por las Malvinas que enfrentó a Argentina y el Reino Unido, "debió acabar la OEA porque se violó el Tratado Interamericano de Protección Reciproca (TIAR) cuando los Estados Unidos no apoyó a un país miembro, sino a uno extra regional”.

Correa señaló además que "la OEA históricamente sirvió para defender los intereses de Estados Unidos" y agregó: "A Cuba la expulsaron por la Revolución, pero con Chile no hicieron lo mismo pese a la dictadura de (Augusto) Pinochet".

“Tenemos que hacer un cambio profundo en el sistema actual y construir un modelo latinoamericano; que discutamos los problemas de la región en la región y no en Washington, en función de nuestras propias realidades”, remarcó el mandatario ecuatoriano.

Correa recordó asimismo la paradoja de que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA "nació para defender a los ciudadanos de las dictaduras, y ahora son los grupos que apoyaban esas dictaduras, los que denuncian a gobiernos progresistas que están cambiando la antes precaria situación en América latina".

Cuba y el quitamanchas

La OEA nació en 1948 y tiene sede en Washington. El 31 de enero de 1962 registró una de sus manchas, muy recordada en Caracas durante el nacimiento de la Celac. Ese día la OEA excluyó a Cuba. Votaron en contra de la exclusión Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México.

En la Asamblea General de junio de 2009 la OEA apeló al quitamanchas y dejó sin efecto la exclusión de Cuba. La medida, sin embargo, no implica la automática reincorporación de Cuba, ni el fin del inhumando bloqueo, sino que habilita “mecanismos de diálogo en este sentido”, es decir el típico versito insustancial al que apelan los organismos cuando ejercen el gatopardismo. De todos modos, la respuesta de parte del gobierno de Cuba no se hizo esperar: “Cuba no ha pedido regresar a la OEA, llena de una historia tenebrosa y entreguista, pero reconoce el valor político, el simbolismo y la rebeldía que entraña esta decisión impulsada por los gobiernos populares de América latina”.

Esta respuesta de Cuba en 2009 resonó y cobró fuerza y sentido en Caracas, durante el nacimiento de la Celac. No es casual que Cuba le haya dado tanta importancia a este nuevo organismo de integración que reafirma la contundente victoria cultural del pueblo cubano, pese al bloqueo, pese al entreguismo y el acoso imperial.

“El nacimiento de la Celac es el acontecimiento más grande en los 200 años de semi-independencia que ha habido hasta ahora. Por primera vez vamos a tener una organización nuestra”, afirmó el presidente de Cuba, Raúl Castro, tras la conformación de la Celac en Caracas.

Cuba, la excluida de la OEA, la reserva moral del continente que demostró que se puede decir “no” y derrotar al Imperio, se erige hoy en síntesis y símbolo de los nuevos tiempos de América latina.

Fuentes: Prensa Latina, Página 12

 

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