Tel Aviv
Protesta en Tel Aviv contra posible bombardeo a Irán. | Foto: EFE

Existe una figura retórica muy utilizada para expresar lo inefable. La poesía mística y la erótica la emplean, porque la relación amorosa, divina o terrenal, está más allá de las palabras. Los griegos la llamaron oxímoron. Se trata de unir dos términos opuestos, que juntos expresan algo absurdo. “Judío-nazi” es un oxímoron violento, estremecedor, que tiene una larga historia. Fue acuñado por Yeshayahu Leibowitz (1903-1994) erudito rabino y una de las mayores figuras intelectuales de Israel. Su legado invita a reflexionar sobre las diferencias entre el joven Estado de Israel y la milenaria sabiduría del pueblo judío.

El venerado rabino Leibowitz, elegido en 2005, a través del voto de ciudadanos de Israel, como uno de los “Grandes israelíes de todos los tiempos”, nos legó un oxímoron revulsivo, incómodo, que sin embargo nos ayuda a reflexionar sobre hechos de hoy, sobre la violencia que se sucede a diario pero tienen una larga y compleja historia que apenas podemos comprender sin antes asomarnos a la milenaria sabiduría transmitida por filósofos e intelectuales judíos.

En 1967, apenas terminada la Guerra de los Seis Días, Leibowitz aseguró que si el Estado de Israel se negaba a retirarse de los territorios ocupados, “declinaría su estatura moral”.

En 1948, Leibowitz apoyó la creación del Estado de Israel, y propuso que el nuevo Estado adhiriera a la Ley Judía (Halakha), un importante corpus de normas que incluye la ley bíblica, las leyes talmúdicas y rabínicas, además del milenario patrimonio de costumbres y tradiciones del pueblo judío.

Pero con el correr de los años y los acontecimientos, Leibowitz se fue convirtiendo en un crítico de las políticas implementadas por Israel y acusó a los soldados israelíes de tener una mentalidad de “judíos-nazis”. La expresión provocó un gran escándalo público y duras controversias en Israel. Y todavía resulta revulsiva.

El último avatar de este polémico oxímoron tuvo lugar en los primeros días de marzo. Durante su gira por Escocia, el doctor Hajo Meyer, de 86 años, quien estuvo detenido diez meses el campo de concentración nazi de Auschwitz, realizó críticos comentarios hacia Israel. “Los israelíes tratan de deshumanizar a los palestinos, tal como los nazis intentaron deshumanizarme a mí. Nadie debería deshumanizar al otro.”, dijo el sobreviviente de la Shoá.

Meyer nació en Bielefeld, Alemania, en 1924. En noviembre de 1938 se le prohibió asistir a la escuela, por lo que huyó a Holanda. En 1944, después de pasar un año escondido, fue atrapado por la Gestapo y enviado al campo de concentración de Auschwitz. Hoy vive en Holanda y escribe sobre el judaísmo, la Shoá y el sionismo.

Vencer a Hitler

Avraham Burg, presidente del parlamento de Israel entre 1999 y 2003 es una figura intelectual y política muy destacada en la sociedad israelí. En 2007 publicó el ensayo titulado en hebreo Lenatzea’h èt Hitler (Vencer a Hitler), en el que compara el actual Estado de Israel con la Alemania nazi. En una entrevista acordada al periódico israelí Ha’aretz, Burg reafirmó sus ideas, lo que provocó airadas reacciones en su país: «La dimensión israelita de mi identidad me aparta de mis dos otras dimensiones: la judía y la humana», aseguró el autor de Vencer a Hitler.

Burg se desempeñó como teniente de una brigada paracaidista del Tsahal (el ejército israelí). En 1985 fue designado consejero del entonces primer ministro de Israel, Shimon Peres, y en 1988 resultó elegido diputado por el Partido Laborista. Abandonó su banca en 1995 para convertirse en presidente de la Agencia Judía y de la Organización Sionista Mundial, en la que tuvo una destacable actuación en la recuperación de los bienes judíos expoliados durante la Shoá.

«El Estado de Israel sólo puede ser un medio, y no un fin, pues no responde a las aspiraciones espirituales y religiosas de la religión judía», agregó Burg, que en su libro Vencer a Hitler hace una descripción exhaustiva de ese inquietante paralelo entre Israel y los nazis.

«Nos asemeja un profundo sentimiento de humillación nacional, la convicción de que el mundo entero nos rechaza, la importancia central del militarismo en nuestra identidad. Miremos el papel que tienen en la sociedad todos esos oficiales en la reserva, la cantidad de civiles armados en nuestras calles, el grito de «Aravim ha’hutza!» («¡Fuera los árabes!») que ya no incomoda a nadie.», escribió quien fuera presidente del parlamento de Israel entre 1999 y 2003.

Burg señaló que en la Ley del Retorno, por ejemplo, se concede la ciudadanía israelita a cualquier persona considerada judía según una definición tomada literalmente de las leyes de Nuremberg. «Rechazo ver mi identidad –prosigue Burg– definida por Hitler. Debemos vencerlo. En un principio mi libro debía titularse «Hitler ha vencido», pero mientras lo escribía me di cuenta que nada está perdido», señaló el intelectual y dirigente político israelí.

En septiembre de 2003, en una entrevista al diario británico The Guardian titulada “El fin del sionismo” Burg propuso “un inmediato retiro de Israel de los territorios palestinos”.

«Una montaña de cadáveres palestinos pronto superará el muro que construimos para no verlos», afirmó quien fuera uno de los más importantes dirigentes del sionismo a nivel mundial.

La de Burg no es una voz aislada ni marginal dentro de Israel. Las organizaciones Rabinos por los Derechos Humanos  y Rabinos por Palestina no son ejemplos de oxímoron. Son apenas dos de las muchas organizaciones judías que luchan por la paz, los derechos humanos y la convivencia entre los pueblos. “Dichosos los que actúan con justicia y hacen lo correcto todo el tiempo”, el salmo 106: 3 se lee en la página de la organización Rabinos por los Derechos Humanos.

“Iraníes, los queremos. Nunca bombardearemos su país”. Esta expresión tampoco implica contradicción: es la consigna de una página creada por los ciudadanos israelíes Roni Edry y Mijal Tamir, que generó una intensa campaña a través de Facebook. Siguiendo esta idea, más de tres mil protestaron este 24 de marzo en Tel Aviv contra las políticas del gobierno de Israel. Y unos 35 mil expresaron su apoyo a esta declaración de principios a través de Internet.

Los legados milenarios del pueblo judío siguen vivos en todos nosotros. El valor de la pregunta por sobre las respuestas, y el espíritu crítico, por sólo citar dos herencias (detestadas y combatidas por los nazis-nazis), siguen activas en el corazón de un pueblo que se ha mezclado con tantos otros para generar culturas, visiones del mundo, formas de vida y obras de arte sin las cuales Occidente no sería lo que es.

La dulzura musical de una de esas mezclas se escucha, se percibe en todo el cuerpo, por ejemplo, a través del idioma sefardí, la lengua de Sefarad, la España judía:

¿cómu ti yamas?
soy un siegu sintadu
nil atriu di tu diseu
méndigu tiempu

Los versos pertenecen al poeta argentino de origen judío Juan Gelman, que en 1994 publicó Dibaxu, libro de poemas en lengua sefardí.

Fuentes: Herald Scotland, The Guardian

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