Las críticas de los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela al funcionamiento de la Organización de Estados Americanos (OEA) no son nuevas, pero resuenan ahora en un contexto latinoamericano que sí lo es, porque se construyó a partir de un profundo cambio de paradigma en la región. Además de las críticas, ya están en marcha organismos alternativos que son potenciales reemplazos de la OEA, que nació durante la Guerra Fría y hoy luce como una rémora. Celac y Unasur asoman como espacios más acordes a estos nuevos tiempos en que América latina dejó de ser el patio trasero de los Estados Unidos.

Las críticas al funcionamiento de la OEA sonaron fuerte en la 42º Asamblea General celebrada en la ciudad boliviana de Tiquipaya del 3 al 5 de junio. Muchas son las facturas que desde Latinoamérica se pueden exhibir a la hora de denunciar la “parcialidad” de una organización que ha venido “sirviendo a los intereses del imperio estadounidense”.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, dejó en claro la profundidad del cambio de paradigma, en su país, en la región y en el mundo, desde que encabezó la inauguración de la Asamblea General con un ritual andino. “Este es un encuentro histórico e inédito; hace 33 años, 1979, en la primera Asamblea de la OEA en Bolivia, se despedía con tanques y ahora los movimientos sociales reciben con alegría y esperanza”, dijo el presidente en el acto público celebrado en el campus de la Universidad del Valle de Cochabamba.

“Transformarse o desaparecer”. La expresión resumen la idea que expresaron los mandatarios de Bolivia, Ecuador y Venezuela, justamente los países que protagonizan el más profundo cambio de paradigma en la región. “Refundación” fue el término que más sonó en Tiquipaya, junto a las críticas por “la degradación del organismo que cayó en manos de los intereses de los Estados Unidos”.
«Estamos transformando nuestras democracias de plastilina en democracias reales; todas las instancias de nuestra América van a estar en función de este cambio de época: revolucionarse o desaparecer», sentenció el presidente de Ecuador, Rafael Correa, especialmente invitado a la Asamblea General de la OEA en Bolivia.

En la cena de apertura, Morales aseguró que había llegado la «hora de una refundación» de la OEA, porque el hemisferio vive «tiempos muy diferentes». Por su parte, el canciller de Bolivia, David Choquehuanca, advirtió que si el sistema de derechos humanos no se aplica a todos los estados «posiblemente estemos asistiendo al final de una organización que no quiso salvarse a sí misma». Choquehuanca llamó a superar los intereses individuales como personas y pueblos, y a «desarrollar sentimientos de coexistencia entre los países y no de sometimiento», y se pronunció en favor de «la igualdad plena, la inclusión de los actores sociales y el paso de una democracia representativa a una participativa».

Correa anunció además que su país se retirará del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), organismo que, dijo, “ha servido a los intereses estadounidenses”. El mandatario confirmó esa decisión a su llegada a Quito procedente de Bolivia.

Correa recordó que el TIAR “implicaba el compromiso de toda América de unirse frente a cualquier agresión extrarregional”, y que sin embargo, “cuando en la guerra de Malvinas el convenio obligaba a defender a la Argentina, Estados Unidos apoyó a Inglaterra”.

La Comunidad de Estados Americanos (Celac) y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) son organismos alternativos y posibles reemplazos de la OEA que ya se han echado a andar en el continente.

La Celac, que nació en 2010, agrupa a 33 países. Incluye a todo el continente que lleva el nombre de Vespucio, excepto Estados Unidos y Canadá. Estas dos exclusiones son muy significativas y remiten a la búsqueda de una alternativa a la OEA. Por ejemplo, y no casualmente, en la 42º Asamblea General celebrada en Tiquipaya fueron sólo dos los países que se negaron a firmar la resolución del organismo a favor de la posición argentina con relación a Malvinas: Estados Unidos y Canadá. La Unasur entró en vigencia en marzo de 2011 y agrupa a doce naciones: Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Colombia, Chile, Perú, Venezuela, Ecuador, Surinam, Guyana.

El contraste entre América latina y Europa se sigue profundizando. De este lado del océano, volvió la política y la militancia, y se están construyendo nuevas instituciones acordes a los nuevos tiempos. Del otro lado del Atlántico, los poderes fácticos gobiernan con cada vez menos mediaciones y más impunidad, vaciando de contenido la democracia y repitiendo ajustes neoliberales y fórmulas ya gastadas. En este marco, la OEA como mera guardiana del patio trasero de los Estados Unidos está condenada a desaparecer. No la condenan las críticas, sino la historia.

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