Tsipras Merkelb

La humillación y disciplinamiento de Grecia es un castigo ejemplar no sólo para ese país. Es una advertencia para todas las fuerzas progresistas del continente que se atrevan a desafiar al neoliberalismo. Merkel, la nueva dama de hierro. El fracaso de las salidas por izquierda da aire a las falsas salidas de las derechas y las hordas neonazis.

La capitulación del primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, es un gran fracaso de la democracia en Europa, y augura lo peor. La derecha continental, encabezada por la canciller alemana, Angela Merkel, les marcó la cancha no sólo a la agrupación griega Syriza, sino también a cualquier otro intento de desafiar la hegemonía neoliberal en todo el continente.

Las posiciones más conservadoras y retrógradas salieron fortalecidas. El duro castigo a Grecia perpetrado por la Unión Europea (UE) va más allá de ese país, que es tomado como chivo expiatorio y víctima ejemplar.

Pero el escarmiento, y el mensaje de los políticos alemanes, jerarcas de toda Europa, es para todos los otros miembros de la UE: que nadie se haga el loco porque será aplastado.

La capitulación de Tsipras afectó, por ejemplo, a la agrupación española Podemos, que se plantea como alternativa de poder al neoliberalismo imperante en España. La derrota del intento griego de superar la crisis por izquierda es un ejemplo desalentador de cómo operan los poderes fácticos, y muestra hasta dónde están dispuestos a extorsionar y aplastar la soberanía de los países y la democracia.

Syriza y Podemos son grietas que resquebrajaron las hegemonía de la derecha neoliberal en Europa. Están en la mira de los poderes fácticos que bregan por mantener un statu quo inmaculado y sin fisuras.

Tan a la derecha está Europa, que el FMI y EE.UU. quedaron a la izquierda. Cada vez son mayores las diferencias entre el FMI y Alemania sobre la reestructuración de la deuda griega. El FMI criticó duramente a Alemania y presionó para que acepte una reestructuración.

El viaje a Alemania del ministro de Economía estadounidense, Jack Lew, fue interpretado por los analistas como un intento de EE.UU. para convencer a Alemania de disminuir un poco sus niveles de violencia económica.

Si el diario Financial Times critica al BCE y lo acusa de actuar sólo “como un prestamista”, estamos en problemas.

Los dirigentes de la derecha europea parecen dispuestos a todo. Y allí están, al acecho, en todos los rincones del continente, las hordas nazis esperando dar el zarpazo. No sería la primera vez que grandes banqueros e industriales las elijan como sus mejores interlocutores.

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