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En el inmenso y colmado salón de la Organización de las Naciones Unidas, el tablero cobró vida y tradujo en cifras luminosas la decisión de los representantes del mundo, citados allí, para pensar cómo fue que el dinero se adueñó de la vida de países con sus hombres y mujeres de carne y hueso, incluidos sus sueños. Mejor dicho, cómo fue que la angurria se tragó todo ideal sublime y señorea el ranking de valores del capitalismo, que está claro, no puede ofrecer otra cosa.

La pelea de fondo, como en los Boxing del barrio se daba entre un experimentado y un flaquito al que sólo se podía apostar por el desafío en la mirada. Así, en un rincón el sistema financiero internacional, carroña y mentiras, lujo y secretos, bajeza y simulación. En el otro, un ventarrón austral, desafiante y aguerrido, decidido a soplar más allá de sus fronteras, un país donde termina el mundo pero donde comienza el sueño más fuerte de soberanía.

Más clara no podría estar. Como en los cantos de las movilizaciones, allí el que no saltaba era del garito de la especulación financiera internacional. Así de blanco sobre negro estaban las cosas. Y como dicen los filósofos populares, los pueblos no se suicidan, 135 países acompañaron el planteo argentino: cada nación tiene derecho a reestructurar sus deudas soberanas. Una declaración de principios, si, pero como la Declaración de Derechos Humanos, no será ley pero rige.

Los del garito pestilente, Estados Unidos, Israel, Canadá, Japón y Reino Unido, votaron en contra como era de esperar y otros 42 países, hicieron la Gran Pilatos, entre ellos España. El desenlace fue tan claro como la pelea. Ni siquiera daba para leer bajo el agua, todo estaba a la vista: quiénes mandan en el mundo y quiénes son los mandados.

¿El relato que antecede a qué se parece? ¿A una noticia? Si. Claro. Y a una espectacular. Una noticia bisagra, de las que valen, de las que mueven un tantico así las relaciones de poder. Si eso no es importante, la importancia dónde está. Justamente este interrogante quedó sin respuesta después de ver la cobertura de los diarios de gran circulación en la Argentina. ¡¡¡El hecho no estaba en las portadas!!! La noticia no existía, no era noticia, no era, noooo, como canta Baglietto sobre la censura.

Hablando de censurar las voces ajenas, tantas veces se escuchó de los pretores de esos mismos medios el estiletazo de “periodismo militante” hacia quienes transmiten y valoran los logros del actual modelo nacional y popular, buscando denigrar la profesión y el ánimo.

Pero…joder, qué vueltas tiene la vida. Al tragarse la noticia del año, quedó claro que a los señorones de la prensa hegemónica en sus variadas versiones, se les puede aplicar la misma categoría ¡periodismo militante! pero de la carroña especulativa internacional. ¡Mamadera!

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