Un hecho fortuito da lugar a una decisión que para muchos podría ser caprichosa, pero en realidad se trata de una decisión afortunada que nos marca un cambio de paradigma. Una vez más lo simbólico atraviesa la cotidianeidad, reabriendo discusiones y cuestionando acontecimientos dados por cierto.

Este hecho no es otra cosa que seguir apuntalando, respaldando, un proceso de descolonización que comenzó hace más de una década. Estamos en una  nueva etapa a la que el compañero presidente Evo Morales llama “La Etapa de Liberación Latinoamericana”. No es casualidad  que sea el mismo Evo quien obsequió al pueblo argentino la inspiración de este artículo: el monumento a la heroína de la independencia, Juana Azurduy.

Ubicada en el patio trasero de la Casa Rosada Juana, con su mirada firme hacia el continente, espadeando con su bebé en la espalda, es símbolo de liberación y aporta a la historia latinoamericana una perspectiva femenina. Dinámica, es escoltada por pueblos originarios, gauchos, sus hijos y ancianas. Contrarresta a esa imagen un Colón mirando hacia el afuera, estático y casi de brazos cruzados, acompañado de figuras que representan al  invasor español.

Por eso esto no es un capricho de la Presidenta, como lo plantearon algunos medios hegemónicos. Es mucho más, es política, cultura, es arte, identidad, símbolo de la democracia hasta por su ubicación geográfica, rodeada por la Plaza de Mayo, la Casa Rosada y, más allá, el Congreso.

Hay pequeñas decisiones que modifican nuestras subjetividades. A  partir de un hecho como éste, comprendemos que la historia no fue cómo nos la contaron, o por lo menos ahora se evidencia que hay otra historia. Esa es la historia que queremos revalorizar y de la que debemos empoderarnos.

Juana representa nuestro derecho a la identidad, a saber quiénes somos.  Juana incomoda, lucha por el bien de la mayoría, inspira acciones desinteresadas, representa a los pueblos originarios y a los oprimidos. Juana, la generala, la del Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

Colón, en cambio, expresa la invasión para la dominación, el saqueo para el reparto imperial, y la exterminación de nuestros pueblos; el del Día de la raza, del Descubrimiento de América”, términos que denotan racismo,  menosprecio e invisibilidad de las culturas preexistentes.

Un parangón entre Colón y Juana. El primero mira hacia afuera, representando a intereses mezquinos y  ajenos a la Patria, al individualismo, al racismo, a los sectores conservadores de la sociedad. La Juana del pueblo lucha junto a los desprotegidos, representando a los nadies, reivindicando la paz y la libertad.

Este es el momento de Juana, es momento de reconocer y revalorizar nuestras costumbres, a los pueblos originarios y a su lucha junto a nuestros héroes que dieron su vida por la Patria Grande. Es momento de seguir profundizando políticas que estén del lado de los débiles.

Por eso las decisiones que tomamos tienen trascendencia. Hablar, en lugar del día de la raza, del respeto a la diversidad cultural, implica un cambio no sólo en la manera de llamarlo, sino del contenido que trabajamos en las escuelas con los niños y niñas, porque hoy la historia la contamos desde un lugar crítico, ya sin hablar de los espejitos de colores que marcaron la infancia de muchos de nosotros, sino haciendo referencia a la lucha y perseverancia de los pueblos originarios por subsistir frente a la invasión europea.

Recientemente, en la reinauguración del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), se restituyeron a las hermanas repúblicas del Ecuador y Perú más de 4.500 piezas arqueológicas. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, una vez más, muestra un Estado presente que garantiza el acceso al patrimonio cultural y su defensa.  Esta determinación es pionera en América y un ejemplo para el mundo. Una vez más nos hacemos cargo, como argentinos, de nuestro pasado y de nuestros errores, tomando medidas reparadoras.

El robo de piezas de arte y su comercio es un delito típicamente transnacional. Las grandes potencias se han caracterizado por arrebatar el patrimonio cultural de los pueblos. Se pueden ver en los museos más importantes del mundo, objetos y piezas de Egipto, Grecia, Asia y de nuestra América latina. A modo de ejemplo, la escultura de Nefertiti, legado de la cultura egipcia, se ubica actualmente en el “Neues Museum” de Berlín.

No podemos hablar del 12 de octubre sin hacer un llamado a “nuestra madre patria” tendiente a reclamar autocrítica, restitución, reparación, perdón. A modo de sugerencia, nuestro Estado Nacional propone, por ejemplo, que así como se cobran las patentes de los inventos, si los países deciden no devolver los tesoros culturales podrían pagarles a los países a los que pertenecen las obras una especie de patente. Deberán ellos apelar a la creatividad y encontrar el modo de hacerlo.

Parafraseando al poeta y político cubano José Martí “los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y deshacen”, puedo decir con orgullo que estamos del lado de los que aman y hacen, construyendo la patria grande que alguna vez soñaron nuestros próceres. ¡¡¡Sueño del que nos hemos empoderado!!!

* Profesora EGB I y II de la Escuela Nº 1080 “Gabriela Mistral”.

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Un comentario

  1. Alfredo Urrutia

    13/10/2015 en 15:41

    Muy acertada la interpretación de un cambio que para algunos pasa, no inocentemente, por una cuestión estética. Se trata de un hecho histórico en un momento histórico de nuestra patria grande y del planeta todo.
    Cuando el hombre llegó a la luna entró, sin saberlo, en contacto íntimo con la energía femenina para despertarla iniciando una era de transformaciones que recién está desperezándose y sacudiéndonos bostezo a bostezo.
    La contraparte, energía masculina ayer omnímoda, se repliega y avanza con golpes de ciegos como lo demuestra la vergonzosa represión cívico-policial desplegada en el Encuentro de Mujeres de Mar del Plata, mostrando como todo lo conocido se desvanece ante un nuevo amanecer.

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