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Sucede lo mismo con todos los procesos posneoliberales de la región. Los medios hegemónicos los atacan sin piedad, sin límite alguno. Pero si los mandatarios o mandatarias osan defenderse, surgen ejércitos de mirtalegranes que gallinean “¡Dictadura!” “¡Tiranía!”.

Los medios señalan que “Dilma acusó de golpista a la oposición”. Y así fue, efectivamente. Pero los medios hegemónicos, cuando analizan las palabras de la mandataria, incurren en la ya acostumbrada tergiversación, cuando no a la mentira lisa y llana. Como si la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, que ocupa ese cargo por la voluntad popular, hubiese tenido una mala noche y, enojada y antidemocrática, la hubiera emprendido contra la oposición.

Sucede algo parecido con todos los procesos posneoliberales que se desarrollan en la región: los “antidemocráticos” son los mandatarios y mandatarias elegido por el pueblo. Y la víctima de tanto autoritarismo es la oposición.

Pero la oposición, al menos en muchos casos, ni siquiera merece ese nombre. Porque una cosa es oponerse, con fuerza, con furia, con ferocidad incluso, y otra cosa es pugnar día y noche por derrocar a un gobierno. Otra cosas es negarle al gobierno el derecho, y la obligación, de gobernar.

El problema es que los poderes fácticos rara vez ganan elecciones. Durante décadas se impusieron a través de golpes de Estado genocidas. Cuando los poderes fácticos y los turiferarios a su servicio hablan de “democracia” y “república” no les cree nadie.

Dilma ha cometido muchos errores, claro. ¿Qué gobierno no los comete? En el gobierno de Dilma ha habido corrupción. Este horrible flagelo azota en todas las latitudes del mundo. Pero los medios hegemónicos no miden con la misma vara.

Si hay corrupción en Francia, Alemania y España por tomar ejemplos donde se probaron recientemente gravísimos casos de corrupción, los medios hegemónicos lo mencionan apenas, pero nunca, nunca jamás piden la destitución de esos gobiernos a causa de la corrupción.

Pero cuando hay corrupción en un gobierno que se atreve a discutirle a algunos de los representantes de los poderes fácticos, ahí la vara es muy otra.

Algo similar sucede en la Argentina. La “corrupción de ojos celestes” de Mauricio Macri no merece la misma condena que la corrupción de funcionarios del gobierno nacional. Se sospecha que el nombre del partido de Macri “PRO”, viene de “procesados”, pero eso no importa.

Después de que se cayeran más de diez pedidos de juicio político contra Dilma, por estar flojitos de papeles, la presidenta se permitió responder. Para los medios hegemónicos esto constituye un escándalo.

Aquí podemos hallar otro paradigma del golpismo regional: la oposición y los medios a su servicio pueden decirle cualquier cosa, literalmente cualquier cosa, a los mandatarios y mandatarias que no les caen en gracia. Incluyendo, claro está, falsas acusaciones de  corrupción, al por mayor.

El uso del condicional es la treta más utilizada: “Dicen que” es una fuente muy autorizada para estos medios. Juan Dicenqué lo sabe todo, y denuncia, siempre flojito de papeles. Y el tiempo condicional tiene un problemita: se utiliza para hechos que pueden o no haber sucedido. Pero bueno.

Ahora, si alguno de los presidentes o presidentas vapuleados osa responder, los medios se soliviantan y gallinean: “¡Horror! ¡Dictadura! ¡Hitler!”

Un ejército de mirtalegranes sale en defensa de la “república” una muletilla manoseada que merecería un mejor tratamiento.

Pero claro, mejor esperar sentados en una cómoda poltrona, degustando las peras que dan los olmos, antes que pedirle dignidad, verdad y honestidad a los que defienden los poderes fácticos más concentrados y pugnan por la restauración conservadora, a cualquier costo, de cualquier manera.

Fuente: El Eslabón.

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Un comentario

  1. adhemar principiano

    19/10/2015 en 0:09

    Hago una sola pregunta «AQuien beneficia la desvalorizacion que realizo la sra.Vilma, luego de haberle dado la dirigencia economica a un señor del poder hegemonico corporativo? Se puede considerar un acto democratico?

    Responder

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