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“Un 26 de diciembre, hace 200 años, el jefe de los orientales le dio a la humanidad uno de los más hermosos ejemplos, de cómo se deben defender los principios y los derechos de los pueblos en la acción política”, indica el historiador e investigador uruguayo Leonardo Rodríguez Maglio.

“Corría diciembre del año 1816 y los orientales enfrentaban la invasión portuguesa, la amenaza de una invasión española, las intrigas de los ingleses, y el persistente conflicto con los gobernantes de Buenos Aires”, continúa el uruguayo autor del libro La filosofía popular y regeneradora del magnánimo José Artigas.

“La más cruda miseria, el dolor, y por momentos el desánimo –agrega– afligían a los pueblos de la provincia oriental, luego de tantos años de guerra; todavía contaban con el valioso apoyo de algunas provincias de la Liga, pero la destrucción y la muerte consiguientes sufridas en su propio territorio, empezaban a cansar y mellar el entusiasmo inicial; para peor, los mezquinos que sólo pensaban para su bolsillo esparcían su veneno, cuchicheando por lo bajo que Artigas estaba equivocado y que había que transar”.

El licenciado en filosofía de Paysandú, explica que “el entonces Director Supremo de «Buenos Aires y sus satélites», Juan Martín Pueyrredón, ante la debilidad extrema que veía en la posición de los orientales, creyó haber llegado el momento propicio para quebrar la resistencia de José Artigas, obligándolo a subordinarse a su gobierno”.Y recuerda que “ya lo había intentado unos meses antes, cuando el Congreso de Tucumán declaró la Independencia el 9 de julio de 1816, y Pueyrredón le exigió a Artigas que jurara obediencia al Congreso y a su Supremo Director”.

Prepotencia extranjera

El entrevistado también remarca que “el jefe de los orientales rechazó entonces esa prepotente exigencia, contestándole que la provincia oriental ya había declarado su Independencia absoluta y respectiva, hace más de un año” antes, en referencia al 13 de enero de 1815.

“El 8 de diciembre de 1816 le llegó al gobernante porteño una nueva oportunidad, al recibir a unos comisionados orientales (Juan José Durán y Juan Francisco Giró), enviados por Artigas para intentar arreglar las desavenencias que los dividían, con el fin de defender la independencia y enfrentar juntos a los europeos”, agrega el uruguayo, pero resalta: “El pro monárquico Director Pueyrredón en lugar de atender a la propuesta de Artigas, presionó y les hizo firmar a aquellos enviados una traicionera acta de incorporación de la provincia oriental a las Provincias Unidas, donde nuevamente incluía la cláusula «jurará obediencia» al Congreso y a su Supremo Director. Los diputados firmantes aceptaban de esta manera que su provincia oriental se subordinase al mando de Pueyrredón e izara su bandera, lo que implicaba bajar la de Artigas, destrozar la Liga de los Pueblos Libres, y renunciar a su proyecto republicano, democrático e inclusivo de justicia social. Esto significaba en los hechos aceptar lo que Artigas, y quienes lo eligieron su jefe, había rechazado hacía pocos meses y venía rechazando desde 1811. Inmediatamente a esa firma, Pueyrredón hizo publicar y difundir con gran publicidad dicha incorporación, sin esperar a que las autoridades de los orientales expresaran, mediante ratificación, su consentimiento con esa Acta”.

La indignación de Artigas

“Artigas –señala Rodríguez Maglio– se indignó ante tal proceder, y una vez más, en lugar de someterse, sacó fuerzas de flaquezas y el 26 de diciembre de 1816 le contestó a Pueyrredón: «El jefe de los orientales ha manifestado en todo tiempo que ama demasiado a su Patria, para sacrificar este rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad»”.

Al mismo tiempo –continúa el investigador– “le recriminó a sus enviados (Durán y Giró): «por plenos que hayan sido los poderes que vuestra señoría revestía en su diputación, nunca debieron creerse bastantes a sellar los intereses de tantos pueblos sin su expreso consentimiento. Yo mismo no bastaría a realizarlos sin este requisito; ¿y vuestra señoría con mano serena ha firmado el acta publicada por ese gobierno el 8 del presente? Es preciso, o suponer a vuestra señoría extranjero en la historia de nuestros sucesos, o creerlo menos interesado en conservar lo sagrado de nuestros derechos, para suscribirse a unos pactos que envilecen el mérito de nuestra justicia y cubren de ignominia la sangre de sus defensores»”.

Y proseguía Artigas: “Partamos de un mismo principio en nuestras ideas… vuestra señoría conviene conmigo en la nulidad del acta sin las ratificaciones precisas… tenga la bondad de repetirlo en mi nombre a ese gobierno y asegurarle mi poca satisfacción… con la mezquindad de sus sentimientos”.

Y culminaba, según indica el investigador: “En consecuencia, vuestra señoría ha cesado en su comisión, y si le place puede retirarse”.

Actuar por principios

Sostiene Rodríguez Maglio que “estos hechos ocurrieron hace 200 años, pero sus enseñanzas no se quedaron allí. Siempre hubo y habrá «malos europeos y peores americanos» mercenarios que antepongan los pesos a los principios, o flojos que cedan a la presión y al miedo; siempre hubo y habrá quienes transen con la tiranía y las ambiciones de los más fuertes, subordinándose a la «nueva esclavitud»”. Pero advierte que “para bien de la humanidad, siempre hubieron y habrán muchos José Artigas, dando el ejemplo de lo que deben hacer los pueblos y sus gobernantes para actuar por principios y defender sus derechos, aún en medio de las peores dificultades”.

En este sentido, el historiador indica que “Artigas, y quienes fueron fieles a sus ideas, hicieron la revolución para cambiar su mundo, no para cambiar de amos. Los principios de república, de libertad e independencia, de justicia social y soberanía particular de los pueblos (desde donde emanaba la legítima y verdadera autoridad de los gobernantes), se constituían como derechos que eran pilares fundamentales de la gran patria artiguista y sudamericana; y estos no se debían sacrificar jamás «al bajo precio de la necesidad», ni la necesaria unión con los demás hermanos de nuestra América podía servir de excusa para violarlos”.

En julio de 1816, el vizconde Carlos Federico Lecor, militar y administrador colonial portugués, comandó las tropas que ocuparon el territorio oriental, con base en la Fortaleza de Santa Teresa, (Rocha), mientras preparaba la toma de Montevideo. Pueyrredón envió para hablar con Lecor al coronel Nicolás de Vedia. El portugués aseguró su neutralidad con respecto a Buenos Aires, pero le aclaró que sus órdenes eran continuar el avance. Lecor, ante la falta de interés en defender ese territorio, sigue el avance.

Ante la invasión, el Cabildo de Montevideo pidió ayuda a Pueyrredón. Tras largos debates, se acordó un tratado en el que los orientales serían asistidos, pero debían aceptar la autoridad del Director y del Congreso, lo que enfureció a Artigas. Pero la escalada portuguesa parecía victoriosa, en el terreno, no en el ánimo y compromiso de los artiguistas, que no cedieron ni en la derrota.

Fuente: El Eslabón.

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