No es que Hernán Lombardi lleve adelante a disgusto su abominable misión. En modo alguno la almohada del ministro de Cultura Pablo Avelluto cobija culpas por su penosa y violenta gestión. De ninguna manera se puede esperar que le pese a Patricia Bullrich la compra de armamento represivo o la exhibición patética de efectivos de la Policía Federal camuflados como para combatir en las selvas de Camboya o Laos, cuando en realidad deberían proteger a los ciudadanos que no han visto otra cosa que el incremento del crimen urbano. Lo que sucede es que muy pocos saben lo que está haciendo un personaje poco nombrado, como el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne.

Avelluto supo twittear una frase que lo pinta de cuerpo entero, y encima desnudo, húmedo y enjabonado: “Me desapareció el anillo bajo el agua de la bañadera. Espero el comunicado de repudio de Hijos”. Ése es el crápula Avelluto, ni más ni menos.

Bullrich y Lombardi ni siquiera vale la pena que se los describa por dichos o hechos recientes. Son lo que son desde hace décadas, pero particularmente son lo que ya hicieron en el gobierno previo a la hecatombe de 2001, que conducía Fernando de la Rúa como Chano maneja su automóvil.

Mientras la agenda pública se veía desbordada por la artera avanzada sobre el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), Dujovne mantenía el jueves pasado, en Washington, una “reunión de trabajo” con el presidente del Banco Central de Alemania, Jens Weidmann, en el marco previo de la Reunión Anual de Primavera boreal del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Si bien la agencia oficial de noticias Télam y los diarios especializados lo informaron, en la cadena televisiva del terror no se dio cuenta de las reuniones del funcionario, y mucho menos de sus contenidos.

En forma aséptica, se divulgó que “Dujovne y Weidmann dialogaron sobre los principales temas que se debatirán en las sesiones de trabajo del G-20 que comenzarán esta noche (por el jueves 20) y se extenderán hasta mañana al mediodía (por el viernes 21) en la capital estadounidense”.

Dujovne busca ampliar el ya descomunal volumen de deuda pública, que en menos de un año y medio se equipara a la mitad del Producto Bruto Interno (PBI) del país. Una locura macroeconómica que de todos modos es instrumentada por expertos muy cuerdos, que tienen como objetivo perfeccionar el perverso y remanido mecanismo por el cual los dólares que ingresan al Tesoro son cambiados por pesos, y quienes los adquieren fugan esas divisas a las guaridas fiscales, en una calesita en la que sólo se marean los que nada saben pero después pagan con creces.

La forma de informar esa gestión entre ladrones de cuello blanco, es casi repugnante: “Los representantes de las economías más industrializadas y en desarrollo del mundo analizarán la situación económica global y los principales desafíos que enfrenta el sistema financiero internacional”. O sea, cómo enviar los dólares excedentes del Norte a las economías de países que no los necesitan para otra cosa que para enriquecer a sus clases privilegiadas por políticas llevadas a cabo por la derecha neoliberal.

Todo ello lo disfrazan con una expresión cínica –si se quiere mordaz– que encierra el objetivo del FMI, el Banco Mundial y el Grupo de los 20 (G-20): “Impulsar un mayor crecimiento de la economía mundial, y optimizar el sistema financiero y de comercio internacional”.

Pero Dujovne no se encontró sólo con el alemán Weidmann. El mismo jueves dialogó con su par del Reino Unido. ¿Sobre qué? el diario Ámbito Financiero lo describe en forma tan neutra como Télam: “…sobre la voluntad de ambos países de fortalecer los intercambios comerciales y promover las inversiones”.

La reunión del ministro macrista con su par británico de Economía Philip Hammond tuvo como ejes “un intercambio de visiones sobre la marcha de sus economías». Ambos se pusieron de acuerdo en “la importancia de fortalecer la relación bilateral y comercial entre ambos países», para lo cual Dujovne manifestó “la voluntad de alcanzar acuerdos comerciales con el Reino Unido, con el objetivo de promover las inversiones en la Argentina y, a su vez, fomentar las exportaciones locales al mercado británico”.

De todo ello, el lector debería quedarse con la idea de que no llegará una sola libra esterlina al país, pero sí se producirán convenios que desgastarán aún más la soberanía sobre las islas Malvinas, y generarán mayores niveles de dependencia económica con la Rubia Albión.

Una muestra de ello fue la decisión de Mauricio Macri de firmar el decreto 29/2017, que habilita a su gobierno a endeudarse renunciando a la jurisdicción nacional a favor de tribunales extranjeros en EEUU e Inglaterra y que dispone “la renuncia a oponer la defensa de inmunidad soberana”.

Como bien lo aclara el sitio Kontrainfo.com, “esto habilita, frente a un futuro default y reestructuración de deuda (nada descabellado dado el ritmo frenético de endeudamiento), que los Fondos Buitre vuelvan a adquirir bonos para luego reclamarlos en tribunales internacionales afines a sus intereses, obligando nuevamente a la Argentina a pagar bonos en condiciones totalmente usurarias”.

Como los escindidos hemisferios cerebrales de las personalidades esquizoides, el Ministerio de Hacienda y Finanzas fue dividido en dos carteras: la primera, que conduce el mencionado Dujovne, y la otra, a cargo de Luis Caputo, que fue quien piloteó el vergonzoso acuerdo con Paul Singer y el resto de los buitres, a quienes se pagó más de lo que exigían al ex ministro de Economía Axel Kicillof, lo hizo de contado, y sin cerrar las puertas a futuros litigios contra la Argentina.

El decreto citado más arriba colisiona nada menos que con la resolución de la ONU impulsada por la Argentina en 2015, cuyo principio 6º dispone: “El principio de la inmunidad soberana de jurisdicción y ejecución en materia de reestructuración de la deuda soberana es un derecho de los Estados ante los tribunales internos extranjeros, y las excepciones deberán interpretarse de manera restrictiva”.

Macri, Dujovne y Caputo no estaban muy de acuerdo con ese principio, y lo borraron de un plumazo republicano, sin que los legisladores de la presunta oposición, los partidos políticos que reclamaban calidad institucional a Cristina Fernández de Kirchner, o la Corte Suprema de Justicia digan esta boca es mía.

Vale la pena reproducir algunos conceptos que el especialista Ezequiel Orlando publicó en El Destape Web sobre la avanzada financiera del macrismo posterior a la desorejada decisión de pago a los buitres. “Después de cerrar el capítulo de los fondos buitre, el Gobierno vuelve a acercar al país al límite, al autorizar la emisión de bonos en los que cederá la soberanía. El flamante ministro de Finanzas, Luis Caputo, planea colocar deuda por 20 mil millones de dólares con las mismas legislaciones que entraron en default selectivo en 2014”.

Respecto de la delegación de jurisdicción, Orlando recuerda que es similar a la que Néstor y Cristina Kirchner aceptaron “en las reestructuraciones de deuda de 2005”, aunque menciona también que “en una negociación sin precedentes, el entonces secretario de Finanzas Guillermo Nielsen consiguió que los acreedores acepten un recorte del 70 por ciento”. Pero además, el periodista deja constancia de que en aquel momento, consultado por ese medio, “el economista reconoció que no contaba con alternativas a la que tomó”. No parece ser la situación actual. Macri y su mejor equipo de los últimos 50 años cuentan con la resolución de la ONU para evitar esa cesión. No les interesa.

El cinismo del Gobierno lo llevó a proclamar en el decreto que “la renuncia a oponer la defensa de inmunidad soberana no implicará renuncia alguna respecto de la inmunidad de la República Argentina con relación a la ejecución de los bienes”.

Orlando destaca que el decreto pide que “se incluyan las «cláusulas de acción colectiva» y cláusula de «pari passu», de conformidad con las prácticas actuales de los mercados internacionales de capitales”. Esos ítems son, cabe recordar, los que empiojaron las negociaciones que llevó adelante Kicillof, y las que no le permitieron cerrar un acuerdo con los holdouts”. Fue por esas cláusulas que los buitres, a través de un juez como Thomas Griesa, consiguieron hacerse de casi toda la deuda exigida.

Sobre esas cuestiones no opinan ni desinforman el iletrado político Alejandro Fantino, el mercader de pescado descompuesto Eduardo Feinmann, o Santiago del Moro, intérprete fiel de guiones escritos por el socio de José Luis Manzano, Daniel Vila. Todos ellos parecen querer destronar a las sanguijuelas inalámbricas del canal TN, quienes están más preocupadas por sacarle la sangre al Incaa para que el Grupo Clarín deje de pagar el canon correspondiente por proyectar en sus muchas pantallas lo producido por el cine nacional.

Sólo el ingenio de Jaime Durán Barba tirando permanentes carnadas a la “opinión pública”, y el blindaje mediático que protege a los cacos con antifaz que se escabullen por las claraboyas del Tesoro nacional permiten que un gabinete de gángsters siga conduciendo los destinos de la Nación.

 

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