Más de dos millones de personas fueron a votar y el 90 por ciento dijo sí a la separación de España y el fin de la monarquía, a pesar de la brutal represión policial que dejó 844 heridos. El rey Felipe VI salió a defender su lucrativo conchabo y cerró filas con la derecha, que se niega al diálogo.

Tras el triunfo del sí en un referéndum celebrado bajo una lluvia de palazos, luego de las masivas manifestaciones del pueblo catalán repudiando la represión, pese a los berrinches del rey devenido apretador, y más allá de los frustrados intentos de diálogo, el jefe del Gobierno catalán, Carles Puigdemont, dijo que Cataluña declarará su independencia “en los próximos días”. Del otro lado de la grieta ibérica, el gobierno de Mariano Rajoy y el partido socialista (que en esto, también, hizo causa común con la derecha) criticaron la decisión de Cataluña de seguir adelante con el plan de independizarse.

El gobierno de Rajoy ha violado sistemáticamente la Constitución. Es un gobierno corrupto, con integrantes del partido oficialista y funcionarios cumpliendo condenas efectivas. Pero ahora se ampara en la ley y la Constitución para judicializar el conflicto y sacarlo del terreno de la política (y de la democracia).

Como sucede en otras latitudes, la derecha corrupta utiliza a la Justicia para perseguir a sus rivales políticos. Buena parte del pueblo catalán, en cambio, quiere una salida política, negociada, ampliando los márgenes de la democracia y poniendo el acento en la voluntad popular.

Es el viejo dilema entre legalidad y legitimidad. Pero los que esgrimen el argumento de la legalidad se han olvidado de ella cuantas veces ha sido necesario y han recurrido, además, a las formas más brutales y cobardes de la violencia.

El domingo 1º de octubre quedará inscripto en la historia universal de la infamia. Efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil golpearon cobardemente a mujeres y hombres, incluso ancianas y ancianos, para impedirles votar.

Fue la culminación, la etapa más obscena y más brutal, de una escalada represiva que incluyó cierre de escuelas y centros de votación (que de todos modos fueron tomados por el pueblo), decomiso de urnas y boletas, amenazas de todo tipo, judicialización de la protesta social y cierre de sitios web.

La actuación de las fuerzas de seguridad, especialmente de la Guardia Civil, reavivó los fantasmas de la dictadura franquista. El Partido Popular (PP) es un hijo directo de la feroz dictadura que durante cuarenta años asoló a España. Y la Guardia Civil es uno de los símbolos más nefastos de la represión contra el pueblo español, incluso desde antes del terrorismo de Estado franquista.

García Lorca describió lo que sucedió el domingo

El poeta y dramaturgo Federico García Lorca, asesinado por el franquismo en 1936 y uno de los primeros desaparecidos de ese plan de exterminio todavía impune, publicó en 1928 el libro de poemas Romancero gitano, uno de los más famosos de su producción. Allí se incluye Romance de la Guardia Civil.

En los versos de Lorca, esa fuerza de seguridad es vinculada con la oscuridad, lo ominoso, la muerte que acecha al pueblo y siembra miedo y destrucción: “Pero la Guardia Civil/avanza sembrando hogueras,/ donde joven y desnuda/ la imaginación se quema(…) Y otras muchachas corrían/ perseguidas por sus trenzas,/ en un aire donde estallan/ rosas de pólvora negra”.

La descripción de Lorca parece referirse puntualmente a lo ocurrido el domingo 1º de octubre de 2017, pero no.

Por eso, a la hora de interrogar las ansias de independencia de buena parte del pueblo catalán, hay que tener en cuenta el factor memoria: la dictadura franquista, la prohibición a toda una cultura muy antigua, la feroz represión.

Hay que tener en cuenta cómo todo eso fue revivido y resignificado por la brutal actitud del gobierno de Rajoy, que terminó empujando a muchos catalanes a votar y a abrazar la causas independentista con más fervor todavía.

“La vergüenza perseguirá por siempre al Estado español por haber utilizado violencia, bastones, balas de goma y agresiones indiscriminadas contra la gente que quería urnas y papeletas”, aseguró Puigdemont con relación a la represión.

Pero tanto Rajoy como el rey parecen mantenerse muy lejos de la vergüenza.

El gobierno central aseguró que el referéndum no se produjo y que la actuación de las fuerzas de seguridad era una respuesta proporcionada y justa al “desafío” independentista. Es más: directamente  “no hubo referéndum ni apariencia de tal” para el gobierno central.

Felipe VI acusó a los dirigentes catalanes de quebrantar “los principios democráticos de todo Estado de Derecho” y de socavar “la armonía y la convivencia en la propia sociedad catalana”. “Hoy la sociedad catalana está fracturada y enfrentada”, señaló el monarca.

“Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional. Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones, la vigencia del Estado de Derecho y el autogobierno de Cataluña”, agregó.

El Parlamento de Cataluña celebrará este lunes 9 de octubre un pleno en el que podría declarar la independencia de la región. De hecho, hay un único punto en el orden del día: analizar la victoria del “sí” en el referéndum celebrado el domingo.

Pero a la vez, conforme pasan las horas, es obvio que el gobierno de Cataluña quiere dialogar. Y que es el gobierno de Rajoy el que no quiere hacerlo, y apuesta al conflicto, la judicialización y la represión.

Es que, más allá de que el Parlamento de Cataluña declare la independencia de España y la república, esa declaración, de todos modos, solo sería el comienzo de un largo y tortuoso proceso de transición, que no puede excluir un diálogo con España, y con la Unión Europea (UE). Los motivos son políticos, legales, y también, fundamentalmente, económicos, financieros y monetarios.

Fuente: El Eslabón.

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