Con torta, cánticos y una muchedumbre incesante que se acercó hasta su casa para saludarlo, el autor de La Patagonia Rebelde festejó su cumpleaños a puertas abiertas,  agradeció el cariño recibido y prometió seguir luchando.

“El cumpleaños fue el pasado domingo 18, pero empezó el sábado a la noche. Cecilia Rosetto había invitado a Osvaldo Bayer al espectáculo de tango que realiza en el Teatro de la Universidad Metropolitana, también estuvo Norita Cortiñas y cuando se hizo la medianoche, Cecilia le cantó el feliz cumpleaños” y toda la sala aplaudió de pie, fue muy emocionante”, relata Bruno Nápoli, curador de los últimos trabajos del célebre periodista, escritor e investigador autor de La Patagonia Rebelde.

“Ese domingo, se levantó muy temprano – agrega Bruno- los amigos decoraron la casa con guirnaldas y hasta con los colores de Rosario Central. Luego, al abrir la puerta empezó a entrar mucha gente que querían saludarlo y entre ellos había muchísimos jóvenes. Después durmió una siesta y a partir  de las 17 se inició la visita de otro seguidores y amigos. Pero también llegaron chicos y chicas que fueron hasta al frente del Tugurio (así denomina a su casa de Buenos Aires). Había pibes que no lo conocían y que fueron por las dudas. A las 19 se asomó Osvaldo a la puerta, los que esperaban afuera acercaron una torta y fue una fiesta de aplausos y muchas lágrimas de emoción. «Viva la Patagonia Rebelde», «Viva el anarquismo», «Viva Bayer», fueron algunas de las voces que llenaron,la casa y la calle, entre los aplausos y fotos de quienes estaban allí”, rememora Nápoli.

Con sus 91 años flamantes, Bayer, “agradeció mucho a la gente por tanto cariño y prometió seguir luchando. Afirmó que si volvían a hacer un evento así, y lo invitan; regresaría. No se cuánta gente pasó, pero permanentemente había unas cien personas que iban entrando y luego salían para que pasaran otros. Muchos le llevaban carteles, cartas, regalos, libros, y también  algunas bebidas. Y se quedaban charlando y conociéndose en la vereda, algunos eran  conocidos de las redes sociales y otros que recién se arrimaban y no conocíamos”, cuenta el amigo del prestigioso luchador por los derechos humanos.

“También preguntaban si tenía algún ejemplar del periódico La Chispa. Toda era gente de a pie, fue un hermoso cumpleaños a puertas abiertas. Había una gran emoción, es el último gran escritor e investigador de una generación que marcó nuestra historia”.

Sobre la salud de Osvaldo, admite Bruno que “está viejito, en diciembre fue internado unos días por un principio de neumonía, entró muy frágil, viajaron sus hijos desde Alemania, pero se recuperó y dijo: «Ganamos, me daban por muerto y mirá como estoy ahora»”.

Bruno Nápoli, señaló sobre la importancia  que tantos jóvenes sigan a Osvaldo, por sus investigaciones y su ética. “Ni de viejo se puso conservador y su lectura sigue siendo una gran inspiración”, subrayó el curador de la obra de Bayer.

Santuario pagano

El agite en la casa del  “querido viejo” siempre es así, no sólo por su cumpleaños. “El Tugurio” es una romería, una feria artesanal de sueños, resistencias, memorias y beligerantes presencias de quienes no desaparecen. Como una barricada de la dignidad y la ética. En el frente de la casa de Ingeniero Antonio Arcos 2493, del porteño barrio de Belgrano, suele verse siempre a algún muchachito sacando fotos a los murales de las paredes, también una piba con  mate y grabador, y también brotan a cada rato mayorcitos que quedan como paralizados de emoción, en esa especie de “santuario pagano” de la rebeldía.

Bayer, el guardián de la ética cumple 91 añitos, y no se interrumpe nunca la permanente peregrinación de una respetuosa muchachada  que cumplen el rito de decirle: “Grande Maestro”. Claro que también no faltan los militantes de las selfies que no paran hasta lograr una foto con él.

“Mi Viejo Rebelde”

Ana, hija de Osvaldo estrenó para su cumple el documental al que tituló“Mi viejo rebelde”. Indica que “desde siempre he filmado a mi padre en privado, con su humor, sus cosas cotidianas, pero también su trabajo, sus comentarios, las charlas con la familia. Es el ojo de la hija, en el que prevalece seguramente lo familiar, pero creo que justamente es eso lo que hace más humano a Osvaldo para el que lo conoce por sus obras. No soy profesional del cine, pero en este caso hice este film para mi padre, para su cumple. No busqué la perfección de la imagen, sino más que nada quise documentar mucha vida vivida juntos”, remarcó.

La trinchera del libertario

“Con el Maestro nos conocemos hace muchos años. Cada vez que fui a su casa fueron pocas las ocasiones en las que me recibió adelante, en el living, entorno a esa mesita ratona donde reposa a modo de pisapapeles una bomba anarquista de bronce, que apareció más de una vez en las entrevistas que le realizaron y que utilizó de modo impecable la serie “Mundo Bayer”. Es un obsequio que le entregaron viejos anarquistas”, cuenta Marcelo Valko, autor de “Cazadores de Poder”; “Viajes hacia Osvaldo Bayer”; “Desmonumentar a Roca”; “Ciudades Malditas Ciudades Perdidas”; “Pedagogía de la Desmemoria” y “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, entre otros.

Pero advierte que “el verdadero salón de estar de la casa es el patio. Suele sentarse junto a la puerta de la pequeña cocina de espaldas a una estufa que en los días fríos está permanentemente encendida. Posee una cantidad de potus que cuelgan como una hermosa cortina verde desde una estantería metálica”, describe Valko y agrega: “La mesa grande del fondo generalmente está tapada por un nylon extenso, sobre el que suele agregar más de un recipiente dado que el techo corredizo de fibra de vidrio tiene más de una gotera. Allí hay otra mesita redonda cubierta por un mantel de hule rodeada por varias sillas plegables de lona que se fueron desgastando con los años”.También remarca que -por supuesto hay una infinidad de libros. “Para llegar hasta el fondo, es necesario atravesar un pasillo que en una de sus paredes tiene adosada una muy austera biblioteca absolutamente rebosante de papeles, carpetas, cajas de recortes, libros y algún vaso olvidado. Tan así, que la madera aglomerada se había combado con los años tanto hacia abajo como hacia el centro del pasillo, amenazando desprenderse de la pared y derrumbarse sobre el pasillo clausurando esa suerte de túnel”.

Allí existe “una suerte de pasaje que conduce a un centro iniciático, hacia el santo sanctorum donde en lugar de una deidad o sumo sacerdote opiando al pueblo con una cantinela retrógrada, habita un libertario con mayúscula”.

Y Valko recuerda lo que le decía Osvaldo: “No necesito más que esto para vivir, para que más…Que hará esa gente que tiene tantos millones… para qué tanto… Unos tanto y otros nada…”.

En «Viajes hacia Osvaldo Bayer», Valko rescata anécdotas de viajes y copas con Osvaldo. “Aquí simplemente vuelco algunas postales de nuestros encuentros y mi permanente sorpresa ante su humildad, generosidad y sabiduría», sostiene en el libro  publicado por Sudestada.

“Un aguante increíble”

“La casa por fuera estaba llena de banderas, rostros y todos los colores de pueblos originarios, por dentro, un pasillito finito te llevaba a paredes llenas de plantas colgantes, libros y estantes. La piel y vestuario de Bayer se camuflaba muy bien entre los verdes y las hojas”, dice Ignacio Montenegro, quien junto a Valko visitaban al maestro en octubre de 2016.

“Nos recibió con cara seria y chistes –agrega-. Mientras yo sacaba fotos, escuchaba a Bayer y Valko conversando, parecía de esas charlas de hermano mayor y menor, donde se notaba entre conversaciones de historia, presente y chistes, gestos de ayuda y cuidado. Serios, tranquilos, graciosos, con una fuerza y aguante increíble”.

El sureño baqueano

“El Tugurio, no hay duda que con el tiempo deberá ser destacado con todos los honores porque es una catedral del desorden y la sabiduría”, presagia Roberto Suárez Samper, cronista regional y médico que investigó y acompañó a Bayer durante años.

“Allí, Osvaldo concibió sus mejores proyectos, redactó las mejores páginas de su historia en libros, en periódicos, y por allí desfilaron y desfilan los mejores intelectuales del país, además de la concurrencia de muchísimos alumnos que lo visitan. No hay duda de que al ingresar a su casa uno se impregna de la nostalgia de la otra argentina intelectual, que difícilmente vuelva», advierte el autor de varios libros y prestigioso director de una clínica de nefrología y diálisis de Comodoro Rivadavia.

El sureño baqueano ha estado muy vinculado al tema patagónico desde su infancia. “…Mira hijo, esas nubes negras atraviesan el cielo, van hacia las tumbas de los obreros rurales, fusilados por los militares argentinos, por pedir mejor comida y no congelarse de frío», recuerda que le dijo su padre cuando era muy pibe.

«Mi vida ha transcurrido sobre el tema de la Patagonia rebelde», afirma al referirse a la investigación de la masacre de obreros rurales cometida por el Ejército argentino en Santa Cruz en 1921 y 1922, cuando el presidente radical Hipólito Yrigoyen aceptó los reclamos de latifundistas para que reprimiera a los huelguistas que luchaban por sus derechos, como colchones y botiquines con instrucciones en castellano.

«Mi papá era comisario de frontera en Perito Moreno (noroeste santacruceño) y yo jugaba a la pelota con los presos, algunos de los cuales eran sobrevivientes de los fusilamientos y escuchaba los terribles relatos sobre la muerte de sus compañeros y la persecución que sufrieron», recuerda Samper.

Tras recibirse de médico en 1968,  descubrió notas de Bayer sobre los sucesos de Santa Cruz en la revista  “Todo es historia”.  En 1971 llegó a Comodoro y conoció un campo donde se habían fusilado a peones y rescató una cruz que alguien había puesto en memoria de las víctimas.

Desde entonces se acercó a Bayer, lo conoció y fue quien lo acompañó en dificultosos viajes por la región. En esos extensos recorridos, para no dormirse, le pedía a Bayer que le contara historias: “Y el relato fue maravilloso; desfilaron Atahualpa Yupanqui y la amistad que entablaron en el exilio, Hamlet Lima Quintana, el poeta folklorista, el Che y González Tuñón”, como describe Suárez Samper también en su libro: “Mi Patagonia, entre recuerdos y olvidos”, prologado por Bayer y editado en el 2010.

“Entonces no debería ir a ese diario”

Era junio de 2009 y en el auditorio de la Fundación del periódico La Capital se proyectó «Awka-liwen” (Rebelde Amanecer), documental de Mariano Aiello y Kristina Hille, referido al saqueo del Estado argentino, comandado por Julio Asesino Roca sobre los territorios de comunidades ancestrales.

“Entonces no debería presentar el documental en ese diario”, dijo el maestro, luego de preguntarle al cronista cómo era el diario “La Capital” y enseguida quiso saber entonces por la organización de los trabajadores.

Más de un cronista, de los que no tienen la camiseta de su empresa, se han sentido comprendidos, cuando Osvaldo cuenta que al trabajar en Clarín, aprovechaba casi a escondidas para armar parte de sus investigaciones.

También pasó por Rosario en junio de 2014, para presentar “Las putas de San Julián”, en el Sindicato de  Empleados de Comercio. “Las únicas que corrieron a escobazos a los soldados fusiladores fueron las mujeres más humilladas, las prostitutas de San Julián. Les gritaron lo que eran asesinos”, explica el Viejo sobre el glorioso episodio de las mujeres que se negaron a recibir a los milicos del Ejército argentino.Autoridades militares dijeron que esas mujeres habían insultado al “uniforme de la Patria”, pero al final la película se difundió con permiso de Perón, pero muerto Perón la levantaron de los cines.

Sin embargo, Osvaldo Bayer siguió, por años y recorrió el país con la obra y su mensaje de ética y compromiso de esas mujeres valerosas.

Fuente: El Eslabón

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