Macri lo hizo en 29 meses. El retorno de la Argentina al plano internacional como contracara del “aislamiento” en que habría incurrido el kirchnerismo es en modo desastre, aunque no lo reconoce. La oposición que acompañe el reingreso al FMI, será cómplice de un crimen.

La economía de los más vulnerables por el piso. La inflación por las nubes. La moneda nacional depreciada en forma humillante. Los niveles de actividad en el freezer que provocan tasas de interés usurarias. El desempleo como herramienta macabra para disciplinar la demanda salarial. Los salarios atados a metas que nada tienen de ingenuas, como nada tuvo de sorpresivo el descalabro devaluacionista autoprovocado por el gobierno de la alianza entre el PRO, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica. Ése es el verdadero escenario que puede mostrar el régimen oligárquico que hoy gobierna a la Argentina. A todo esto, Mauricio Macri le agregó el retorno a los aposentos del Gran Criminal Global: el Fondo Monetario Internacional (FMI).

En los últimos 15 días, las miradas de casi todo el mundo estuvieron puestas en la Argentina. Algunas de esas miradas son interesadas, son avistamientos de aves rapaces, que esperan el momento de atacar a la presa cuando esta esté inerme o ya muerta. No son sólo los fondos buitre. Son los bancos de Wall Street, los de la city londinense, que operan a distancia una megacrisis que a nivel local pilotean el Banco Central de Adolfo Sturzenegger (Bcra), el Ministerio de Finanzas que conduce Luis Caputo, ministro especialista en endeudar al país, y el títere preferido de Mauricio Macri: el ex columnista de TN Nicolás Dujovne.

Hubo otras miradas, que también tienen intereses, pero que el contrabandista desprocesado a cargo de la Presidencia prefiere que lo halaguen, no que lo critiquen.

Lo que Macri y Cía no quieren escuchar del mundo

El diario norteamericano The Washington Post puso la lupa en la megacrisis económica que el gobierno de Mauricio Macri se autoinfligió. El periódico que obligó a renunciar a Richard Nixon revelando el Watergate, se preguntó si con el descalabro macrista no se está gestando la próxima crisis financiera global.

A través de la columna que firma el periodista Robert J. Samuelson, el diario yanqui tituló: “Por qué la crisis financiera en Argentina importa”. Y, con un claro sentido de alerta, sentenció: “El mundo no está listo para otra crisis financiera, pero otra crisis financiera puede estar lista para el mundo”.

Son las palabras, las frases que Macri y su Gabinete de Premier League no quieren leer ni escuchar. Pero la vuelta al mundo en el aerostático amarillo no da letra para otra cosa que la burla, la alarma o el desconcierto.

El martes, un informe de la agencia rusa RT resumió no sólo la volatilidad de la cotización del dólar y la escalada de las tasas de interés, sino las consecuencias de esos fenómenos en la economía argentina citando fuentes locales.

Un informe que realizó el periodista Santiago Mayor destacó el vencimiento de “640.000 millones de pesos (unos 26.000 millones de dólares)… en medio de una corrida cambiaria que ha llevado a una considerable devaluación de la moneda local”.

Lo cierto es que ni yanquis ni rusos se extienden en lo esencial: una masiva renovación de esos instrumentos financieros quizás hubiese detenido la escalada en la cotización del dólar, pero trae aparejado un volumen escandaloso de más de cien mil millones de pesos que deberán afrontarse en concepto de intereses.

Precisamente, una de las movidas del Bcra que conduce quien armó junto a Domingo Cavallo el Megacanje y el Blindaje que hicieron estallar a la Argentina en 2001, subió la tasa de interés al 40 por ciento.

Una de las fuentes locales usadas por la agencia rusa fue el Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala, que elaboró un gráfico que demuestra que la Argentina perdió en 2018 alrededor de 9.000 millones de dólares sólo de reservas.

RT también remarcó: “Un mecanismo reflotado por las autoridades económicas del país fue el llamado «dólar futuro»”. La agencia de noticias observó: “Se trata de una transacción que se realiza siempre en pesos pero con la promesa de cobrar en la moneda norteamericana luego de un plazo determinado de tiempo y a un precio estipulado de antemano. Así se evita también que los dólares salgan del mercado garantizando una mayor oferta”.

No sin cierta ironía, la agencia rusa mencionó que “paradójicamente, el Ejecutivo conducido por Macri había criticado duramente esta herramienta y respaldó el procesamiento judicial de la ex presidenta, Cristina Kirchner, por haberla utilizado”.

Nada de esto es lo que quería Macri cuando pedía a gritos volver al mundo y dejar de ser Venezuela, que en estos momentos, y con la agresión de la oposición pro norteamericana y el propio Departamento de Estado yanqui, tiene una inflación e indicadores parecidos a la Argentina macrista, y no a la del kirchnerismo.

El jueves pasado, luego de la sentencia presidencial que dio por superada la “turbulencia”, el dólar siguió subiendo, y su cotización minorista alcanzó los 24,90 pesos, si se toma el promedio que el Bcra hace con distintos bancos, pero en algunas entidades financieras privadas –en el Banco Nación la divisa llegó a los 24,80 pesos– se manejó a 25,50. El único punto a favor de Sturzenegger es que no tuvo que intervenir echando reservas a la hoguera.

Las oscilaciones mostraron que hay jugadores que siguen entrando y saliendo de la timba montada por el macrismo en la city porteña.

Alfredo Zaiat publicó el jueves en Página|12 un artículo que la propia ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner recomendó. “Macri no entiende”, tituló el editor del suplemento Cash del matutino porteño, y entre sus párrafos principales sentenció: “Aunque el discurso oficial y dominante continúe prometiendo la bonanza futura con la reducción del gasto público, incluso alcanzando déficit fiscal cero, el peligro de otra fase de la corrida cambiaria seguirá presente”.

El periodista cerró su artículo con un vaticinio para nada tremendista. Se diría que el realismo de su predicción debería ser comprendido por las grandes mayorías, pero no: “Para que se entienda, la debilidad de la economía argentina no son los pesos, moneda que emite, sino los dólares, que no genera ni tiene suficientes. Mientras no se comprenda que éste es el principal problema, y no la cuestión fiscal como afirma Macri, y se promueva que con el ajuste del gasto público disminuirá las necesidades de financiamiento en dólares, el riesgo de una corrida cambiaria y el colapso de la economía macrista seguirán estando latentes”. El viernes, el dólar ya andaba por encima de los 25 pesos.

El otro mundo

Hay otro mundo, del que Macri no quiere oír una palabra. En ese planeta, el Vaticano –debería decirse el Papa Francisco, porque es quien le dio el visto bueno e incluso colaboró en su redacción– divulgó el documento Oeconomicae et pecuniariae quaestiones (“Cuestiones económicas y financieras”), en el que puede leerse que: “Al disimular el hecho de que las operaciones offshore no se llevaban a cabo en sus plazas financieras oficiales, algunos Estados han permitido que se sacara provecho incluso de delitos, sintiéndose no responsables porque no se realizaban formalmente bajo su jurisdicción. Esto representa, desde un punto de vista moral, una forma obvia de hipocresía”.

Es más, el texto advierte: “Palabras como «eficiencia», «competencia», «liderazgo», «mérito» tienden a ocupar todo el espacio de nuestra cultura civil, asumiendo un significado que acaba empobreciendo la calidad de los intercambios, reducidos a meros coeficientes numéricos”.

“Tomá mate”, dirían los abuelos, pero lo trascendente del documento es que pone el acento sobre un tópico del cual el Gabinete macrista, y el propio Presidente, han manifestado que es “normal”, que no constituye delito –lo que en verdad no es del todo cierto–, naturalizándolo sólo para esconder la flagrancia de una práctica aberrante tratándose de mandatarios o funcionarios, y que Francisco cuestiona aún si la llevan a cabo empresarios sin responsabilidades políticas en el Estado.

En el otro mundo, ése que el mandatario argentino repudia, Nicolás Maduro, durante el acto de cierre de la campaña presidencial venezolana, no se privó de opinar sobre la coyuntura en la Patria de Diego Maradona, quien lo acompañó bailando reggaetón: “Miren cómo está la Argentina, en crisis por la basura de Macri, va a entregar a la Argentina al FMI, después de que Néstor Kirchner la liberó de las garras del Banco Mundial y del Fondo Monetario. ¿Ustedes quieren eso para Venezuela? Tenemos que unir las fuerzas, la moral de toda la Patria”.

No es la moral, precisamente, la virtud que más engalana al contrabandista exculpado por la Corte Suprema menemista.

Nico y Toto, dioses que no duermen

El martes de las Lebac, el Ministerio de Finanzas emitió deuda para absorber pesos. Caputo puso a disposición del mercado dos Bonos del Tesoro a una tasa promedio del 19,5 por ciento, con plazos a cinco y ocho años, denominados Bote 2023 y Bote 2026.

La consecuencia es que se sigue emitiendo deuda, con el verso de que de ese modo se combate el déficit fiscal. Los Botes de Caputo, en realidad, absorbieron unos 3 mil millones de dólares del mercado, que pusieron sus amigos banqueros y que representan una llovizna en el desierto.

Volviendo a Zaiat, uno de los párrafos de su nota resulta en extremo esclarecedor, y desenmascara a Nico y Toto, quienes como decía Luis Alberto Spinetta de Jalo y Jala, son “dioses que no duermen”, porque “no hay amigos, sólo una amiga”. El Flaco se refería a la “amiga” cocaína, pero para Dujovne y Caputo, el único amigo es el billete verde a resguardo de cualquier impuesto.

Zaiat sostiene: “El argumento falaz para avanzar en un ajuste regresivo es que disminuyendo el déficit fiscal no habrá que seguir mendigando dólares en Wall Street. Financiar necesidades en pesos con endeudamiento en dólares fue uno de los mayores desatinos de la economía macrista. Los billetes verdes que conseguía el Tesoro se los entregaba a cambio de pesos al Banco Central que, a la vez, los reabsorbía emitiendo Lebac, como estrategia principal de una política anti inflacionaria que se demostró fallida. El saldo es el actual desquicio económico con una bomba de tiempo mensual en cada mega vencimiento de Lebac, el agotamiento de la fuente de financiamiento de dólares de Wall Street y la profundización del déficit de las cuentas externas”.

Como reflexionó en la semana el referente de la izquierda nacional Machocho Fernández, “gran parte de la sociedad argentina tiene memoria de adolescente, esa de la ansiedad y del cortísimo plazo. La de la actualización permanente. Sobre eso, se ha montado un poderoso dispositivo comunicacional que ha demostrado tener un alto poder de eficacia”.

El dirigente agregó: “Hoy el poder podrá decir «hemos frenado a los especuladores, el dólar bajó». Y pocos recordarán que hace unos días el dólar estaba a 19 y hoy está cerca de los 25. Insólito el argumento, pero funciona. En eso tenemos que reparar”.

Mau, la turbulencia y el nuevo GAN

Es ostensible que Macri ya no puede decir que lo peor pasó y que las grandes mayorías le crean. Algo de eso ocurrió en el simulacro de conferencia de prensa que llevó adelante en Olivos el martes, luego de corroborar la renovación casi completa de las Lebac.

En esa oportunidad, el mandatario volvió a mostrar que está dispuesto a negar la gravedad de la crisis, cueste lo que cueste, y en una de sus respuestas tuvo el tupé de afirmar: “La turbulencia la consideramos superada”.

El Presidente reconoció “el momento de nerviosismo que se vivió en varios sectores de la población” y que “hubo miedo y angustia”, pero ante preguntas vergonzosas mandadas a hacer por los medios que lo protegen de la realidad, la mayor parte de sus definiciones escondió el brutal ajuste que viene: “Tenemos que acelerar el recorte del déficit”.

En realidad, al explicarlo apeló a una frase bastante más larga: “Tenemos que hacer un balance y entender cuál es el problema central que tenemos los argentinos. Hay que reducir el déficit fiscal, estamos gastando más de lo que tenemos, que es una carga para la sociedad y nos genera vulnerabilidad”.

En torno del ajuste para reducir el déficit y el retorno al FMI, el Gobierno planteó que pretende buscar consensos a partir de un Gran Acuerdo Nacional (GAN). Ese pacto y esa sigla remiten al acuerdo que quiso imponer el dictador Alejandro Lanusse en 1972 para evitar el retorno de Juan Perón, y sobre ello Macri remarcó: “Hablé con gobernadores de distintos espacios y senadores, y los convoqué a todos a sentarnos alrededor de una mesa y hacer un gran acuerdo para equilibrar algo que la Argentina no logra hacer hace más de 70 años”.

Los primeros en anotarse en ese nuevo GAN fueron el senador Miguel Pichetto y el diputado Diego Bossio. Ambos legisladores nacionales aportaron sus bloques en la Cámara alta para frenar el tratamiento del proyecto sobre tarifas, pasando a un cuarto intermedio hasta el próximo martes, cuando se resolverá si la oposición firma el dictamen que ya cuenta con media sanción de Diputados.

Pichetto tiró un centro al Gobierno: “Hasta el martes hay posibilidad de que el Ejecutivo presente un proyecto que sea responsable, gradual y pensando en la gente. Si no lo hace, ratificaremos el proyecto que viene de Diputados”.

Dándole tiempo al macrismo, Pichetto y los suyos hicieron perder al país una excelente oportunidad de asestarle al Gobierno una dura derrota política, pero fundamentalmente proteger a millones de ciudadanos frente a la angurria de un régimen que no tiene empacho en apoderarse de sus ingresos para dárselos a las empresas energéticas, cuyos dueños son todos amigos de Macri y sus ministros.

En la trastienda del nuevo GAN, está esperando el garrote vil del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, del cual Macri negó que vaya a imponer condiciones al rumbo de la economía, algo que el propio organismo financiero aplica en cada oportunidad en que otorga un crédito stand by.

En otro de los permanentes récords de cinismo batidos por él mismo, el mandatario soltó: “El FMI va a acordar con nosotros un número. Cómo lo reducimos es un tema nuestro. No nos tiene que incomodar”. Y en sea línea, apelando a una chicana, vaticinó: “Vamos a hacer un buen acuerdo con el FMI. Podemos ir al Fondo porque no tenemos nada que ocultar. Acá no hay gente que se lleva bolsos con plata a los conventos”. Le faltó decir que se la llevan a las guaridas fiscales, pero tampoco en el simulacro de ronda de prensa alguien repreguntó nada.

Macri, a quien se vio actuar con cierto nerviosismo, amplió: “El FMI, del cual nunca nos fuimos, es una herramienta más que está por fuera del mercado. Con este acuerdo vamos a potenciar el futuro de los argentinos”. Y en tren de despejar las dudas que incluso aquejan a los enviados por los medios oligopólicos, opinó: “Saquemos eso de la cabeza, acá nadie nos va a condicionar. No se meten con nuestra legislación ni con el tipo de cambio. Para reducir el déficit, no dependemos del FMI, es algo que tenemos que definir entre todos los dirigentes”.

Lo que quiere Cambiemos, esa perversa alianza entre el PRO y la Unión Cívica Radical, es que haya un aval político de la oposición al ruinoso retorno de la Argentina al FMI.

Si a Pichetto y otros “peronistas” no les produce escozor escuchar hablar de una nueva versión del GAN, en este caso para evitar el retorno del peronismo que no reniega de los tres gobiernos kirchneristas y para avalar el regreso al FMI, deberían renunciar, si no a sus bancas, al menos a seguir autoproclamándose herederos de las banderas que crearan Juan y Eva Perón. Porque serán cómplices de un nuevo crimen contra el Pueblo argentino.

Si las carpetas que amenazan los pescuezos de Pichetto, Bossio y otros, como afiladas guillotinas, les impide ejercer la mínima dignidad, que se vayan a sus casas y al menos disfruten viendo las infamias del macrismo por la televisión que programa Héctor Magnetto y ejecuta Hernán Lombardi.

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