Unas horas antes de que Ariel Máximo Cantero, alias Guille, fuera trasladado desde la unidad penal de Piñero a una cárcel federal de la provincia de Chaco ocho plomos calibre 9mm culminaron su trayectoria sobre el frente de la vivienda que, hasta dos meses atrás, había habitado junto a su familia el juez Ismael Manfrín, presidente del tribunal que a principios de abril condenó al líder de Los Monos y a parte de su banda a largos años de reclusión. Un mensaje doble que supone, también, una bienvenida hostil a la llegada de 200 gendarmes a Rosario, que se suman a los presuntos dos mil verdes que ya recorrían las calles de la ciudad en la que suenan las bandas, cada vez más afinadas. Todo esto ocurrió la misma semana que –pasando por alto las inequívocas divisiones establecidas por las leyes de Defensa, Seguridad Interior e Inteligencia– el presidente Mauricio Macri hizo pública su intención de devolverles a las Fuerzas Armadas una función interna en el combate al delito como ¡auxiliares de las fuerzas de seguridad! Para lo cual le viene como bufanda al cuello la difusión de los actos de los narcos malos y la creación de terroristas mapuches en el sur. Una tormenta perfecta.

Unidad de medida  

“No puede haber un milímetro de Rosario que esté dominado por fuerzas que no sean del Estado”, exageró la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, durante el acto de llegada de refuerzos de Gendarmería a la principal ciudad de Santa Fe. “No puede haber espacios copados por el narcotráfico”, siguió, sobre su programa de seguridad.

Mientras Bullrich decía su discurso aún resonaban los ocho disparos que desde un motocicleta detonaron al menos dos personas contra el frente de la casa donde vivió el juez Manfrín hasta hace dos meses, cuando la vendió para mudarse a otro vecindario.

El bancario que adquirió la vivienda de Italia al 2100 mediante un crédito hipotecario explicó que no negoció la compra con el juez, a quien recién vio por primera y única vez el día que tuvo que firmar el boleto de compra-venta.

Según la investigación judicial, seis tiros dieron en el frente del inmueble y dos en ventanas de un balcón. El dueño de casa detalló que dos balazos ingresaron a la vivienda y estallaron contra un mueble a diez metros de donde estaba una de sus hijas esa noche, mientras la selección argentina de fútbol jugaba su partido de despedida antes del Mundial de Rusia en el estadio de Boca Juniors.

El episodio, cuya gravedad es indisimulable, ocurrió a pocos metros de la seccional 5ta de policía, dato que no amilanó el belicoso ánimo de los tira-tiros. Es más, una patrulla de esa comisaría persiguió a la moto, que tomó en contramano por Cerrito, pero la perdió a poco de andar, en la esquina de Dorrego. A cien metros, nada más, o cien mil milímetros, como se prefiera.

La conexión de ese episodio con su posible móvil y potenciales autores fue directa, aunque no se basó en ningún dato investigativo (al menos que se conozca hasta ahora).

Fueron Los Monos, interpretaron unos y otros. Manfrín los condenó –en rigor, fue uno de los tres jueces que integró el tribunal del juicio oral– y ahora le envían un deleznable pero claro mensaje: te la vamos a dar. O, tal vez, “te la podemos dar cuando nos plazca porque sabemos dónde vivís”.

El magistrado ya no vivía más ahí, pero no existen elementos para pensar que el ataque intimidatorio tuvo como destinatario al empleado bancario que adquirió el inmueble.

Protocolo

La balacera al domicilio que habitó el juez durante el juicio a Los Monos y sus policías cómplices generó los obvios repudios, desde la Corte Suprema de Justicia provincial, pasando por el Colegio de Magistrados y arribando a la Regional 8 de la Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN).

Foto: Silvio Moriconi.

También el gobierno de la provincia dijo lo suyo. El ministro de Seguridad, Maximiliano Pullaro, dijo que “estos hechos no nos van a hacer retroceder” en la lucha contra el narcotráfico y el crimen. El gobernador Miguel Lifschitz fue perspicaz en su análisis del asunto: “Fue un claro acto de intimidación a la Justicia”, describió.

El caso quedó en manos de la Unidad de Delitos Complejos y Económicos de Rosario, por entenderse que se trata del primero de los términos que da nombre a la fiscalía: es decir, un delito complejo.

En rigor, tirotear el frente de una vivienda es de una simplicidad tan profunda como el fondo del océano. Ocurre a menudo en los barrios de Rosario a modo de mensaje mafioso entre bandas o grupos delictivos que emplean esa modalidad de aviso de disconformidad antes que acudir a la más abúlica carta documento.

Sin embargo, en este caso se presume que detrás de los tira-tiros se esconde el cerebro de una banda considerada compleja tanto por su poder económico cuanto de fuego.   

Si quienes mandaron a agujerear el frente de la vivienda donde residió Manfrín hubieran sido Los Monos –algo presumible pero aún no probado–, la displicencia de las agencias estatales de seguridad y del mismo Poder Judicial con la banda que ellos mismos pusieron al tope de los males de la ciudad, luce enorme.  

Tras el tiroteo, la Fiscalía Regional 2da informó que “se reforzó la seguridad en la zona de donde se realizaron los hechos y otras”.

Además, “ante estos hechos se reanudó, en relación a los jueces, el protocolo de protección que se llevó adelante durante el transcurso del juicio a la denominada banda Los Monos”.

Habitualmente nadie –ni una víctima de un delito, ni el juez que lo juzga– desea desarrollar su vida cotidiana seguido de custodios o con un policía en la puerta de su casa. Sin embargo, si las propias autoridades consideran a Los Monos una banda compleja y la llevaron a juicio por varios casos de homicidio y otros delitos como amenazas y tenencia ilegal de armas, ¿por qué no continuaron con el protocolo de protección?

Una respuesta posible sería: porque los principales jefes e integrantes de la banda fueron condenados y están privados de su libertad.

Otra respuesta: fue desde esas sombras que Guille Cantero fue procesado –y en poco tiempo irá a juicio– por liderar un organización narco intramuros, cuyas órdenes ejecutaba desde afuera de la cárcel su pareja y la de otro convicto.

El Poder Judicial avanzó, hasta ahora, sobre el encarcelamiento de miembros de la banda y la confiscación de algunos bienes, muebles e inmuebles. Pero no consiguió hallar los recursos económicos de la organización. Y, a la inversa del dicho, sin la plata no baila el mono.

El periodista y diputado provincial del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, insiste casi en soledad sobre este punto: la Justicia no avanza sobre quienes administran los recursos económicos del narcotráfico, que el legislador explica con la metáfora del títere y el titiritero. A esos últimos no les conocemos las caras.

La grieta

El tiroteo-mensaje al ex domicilio del magistrado, o a todo al Poder Judicial, parece caerle como cinturón a la bata de Bullrich. La ministra insiste en el perimido paradigma del combate frontal y abierto al narcotráfico con las fuerzas de seguridad que –como se ve en cada caso– es partícipe a través de algunos de sus miembros del ilícito que debe perseguir.

Foto: Silvio Moriconi.

Ese paradigma ideado en la década de los 90, aplicado en Colombia, México y Brasil, experimentó un rotundo fracaso en su objetivo de reducir el narcotráfico y pacificar los territorios afectados por el crimen.

En su discurso de presentación de los 200 nuevos gendarmes que se suman a los dos mil viejos gendarmes que pueblan la provincia de Santa Fe para evitar que ocurra lo que de todos modos sigue ocurriendo, la titular de la cartera de Seguridad explicó que el debate se centran en si el dominio territorial lo tiene “el estado del narcotráfico o el Estado legal del poder constitucional”.

“Es ahí, en esta lucha –siguió la ministra– donde el Estado legal tiene que imponer el estado de derecho”. Un deseo plausible que colisiona frontalmente contra la realidad.

Bullrich sostuvo que en Rosario y sus zonas periféricas no se secuestra “tanta cantidad de estupefacientes, pero sí hay muchos lugares dispersos donde se asocia la venta con la violencia”.

“Ahí es adonde tenemos que apuntar”, apuntó.

Luego explicó que desde su ministerio conocen cómo es la cosa. “Sabemos cómo funciona el delito. Se rearma y vuelve a ganar territorio. Busca infiltrarse en el Estado. Por eso tenemos que ser un solo equipo: Nación, provincia y municipio. Por las grietas nos entran y nos dominan”, ilustró.

Lo más interesante fue su promesa de controlar el ingreso de los estupefacientes por los puertos de la zona del Gran Rosario, que ya había efectuado el año anterior, sin mayores resultados hasta el momento.

“Habrá un plan adicional en el río (Paraná) y en los puertos, con la Prefectura, para que las hipótesis que se manejan (que las drogas ilegales ingresan por esos sitios) las podamos controlar con la ayuda de la Aduana”, anunció nuevamente.

En forma paralela, el mismo 29 de mayo en la celebración del Día del Ejército, el presidente Macri insistió en una idea que –a modo de globo de ensayo– ya había arrojado al aire en otras oportunidades: la participación de las Fuerzas Armadas en la seguridad interior.

“Necesitamos Fuerzas Armadas que dediquen mayores esfuerzos en la cooperación con otras áreas del Estado. Que brinden apoyo logístico a las fuerzas de seguridad para cuidar a los argentinos frente a las amenazas y desafíos actuales”, sostuvo el presidente en consonancia con el planteo que realiza el Comando Sur de los Estados Unidos para la región.

Entre las nuevas definidas por Estados Unidos para el sur del continente se encuentran el narcotráfico y el terrorismo. Si bien el primero crece, como en el resto de la región, Argentina no enfrenta esos problemas en términos que impulsen a sus autoridades a pensar siquiera en la intervención de las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad pública. Pero la creación del enemigo interno coopera en ese sentido, en el que deben leerse las palabras de Bullrich cuando dice que no debe haber un milímetro de territorio rosarino dominado por vendedores de drogas.

El caso del terrorismo, ausente en la realidad argentina pero presente en la imaginación oficial, es también claramente una creación en proceso.

De qué otra cosa se trata, si no, la conspiración mapuche-kurdo-iraní que intentó construir el gobierno y replicaron los medios de comunicación dominantes, en la Patagonia. Si hasta vimos las fotografías del poder tecno-armamentístico de esos indios del siglo XXI: gomeras, hoces, alambres de última generación.

Fuente: El Eslabón

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