No administrar el mercado cambiario y dejar que el valor del dólar flote con libertad en medio de una intensa y duradera corrida es casi suicida para el gobierno, habida cuenta del impacto que representa semejante devaluación del peso para la recesiva economía doméstica y los ajustados salarios. La cotización del billete verde volvió a dispararse los últimos días, batiendo récords. El brusco salto de la moneda estadounidense se dio en medio de otra ola verde, la de los pañuelos feministas en pleno debate parlamentario por la ley que legaliza el aborto. Como corolario de un día agitado, la estampida del dólar y la crisis cambiaria llevaron a Federico Sturzenegger, de pésima gestión, a presentar su renuncia a la presidencia del Banco Central y Luis Caputo, ministro de Finanzas, es su reemplazante.

El dólar subió fuerte días después de que el gobierno anunciara la inminente llegada del crédito stand by del Fondo Monetario Internacional (FMI) por 50 mil millones de dólares. Pese a tanto entusiasmo oficial, el riesgo país trepó y se hundieron las acciones argentinas en Wall Street. El mismo día de la disparada del dólar, las dos CTA y Camioneros realizaron un contundente paro nacional con movilización en rechazo a los topes en las negociaciones paritarias y en contra del rumbo económico que sigue el macrismo. En otro canal, Rusia goleó por 5 a 0 a Arabia Saudita en el partido inaugural de la Copa del Mundo. Aunque no todos hablaron de eso.

El dólar “ñoqui” acarició los 29 pesos, con el Banco Central al margen de las operaciones. En lo que va del año el billete verde acumuló un incremento del 50 por ciento, la subida más fuerte desde la megadevaluación del año 2002. En junio de 2016 el dólar estaba a 14 pesos. Un año después, en junio de 2017, cotizaba a 16 pesos. Tras el reciente acuerdo con el FMI, el dólar trepó más de 11 por ciento. Desde que el gobierno dio a entender que buscará desarmar la bomba de las Lebacs, tarea dificilísima, la demanda de billetes verdes se aceleró. Entre los grandes ganadores con el salto triple mortal del dólar están los bancos, que tienen buena cantidad de activos en moneda extranjera.   

Como contrapartida al “salvataje”, el FMI exige al gobierno de Mauricio Macri que el Banco Central no intervenga vendiendo dólares para administrar la corrida. El organismo financiero internacional que comanda Christine Lagarde también pide a Cambiemos que cumpla “metas fiscales” bastante difíciles de cumplir y proyecta niveles inflacionarios que distan mucho de la realidad.

En este sentido, vale recalcar la contradicción en el pliego de exigencias que presenta el Fondo: por un lado recomienda bajar la inflación y por otro sugiere “sincerar tarifas” (tarifazos) y habilitar fuertes devaluaciones del peso dando libertad al tipo de cambio, con el consecuente traslado a precios.  

El primer desembolso del FMI será de 15.000 millones de dólares, con destino a pagar intereses de la deuda externa, cubrir déficit, engrosar reservas e intentar frenar la corrida cambiaria, aunque esto último es bastante improbable.

El economista Andrés Asiain sostuvo que “el FMI pone la plata para asegurarse que no haya default de la deuda y que los acreedores (bancos internacionales, fondos de inversión) cobren”. En declaraciones a la Agencia Paco Urondo, el director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso) remarcó que el Banco Central “no puede usar la plata del FMI para sostener el valor de dólar, porque tiene que dejar que la cotización del dólar fluctúe, y esto en la Argentina implica una política desestabilizadora”.

El acuerdo con el Fondo no será gratis. Desde Washington, el organismo, que pasará a digitar la política económica local con revisiones trimestrales, exige al gobierno de Macri que venda activos del Fondo de Garantías de Sustentabilidad de la Ansés, entre otras modificaciones para el sistema jubilatorio.

También espera que Cambiemos emprenda una drástica baja de subsidios en energía y transporte durante los próximos dos años (más tarifazos), “racionalice” el empleo público (más despidos) y haga recortes en obras de infraestructura (menos transferencias a las provincias).

Lejos de las ilusorias “metas de inflación” que dibujaba el renunciante Sturzenegger, también especialista en subir la tasa de referencia, Macri y su equipo enviaron una “carta de intención” al Fondo donde reconocen que los precios pueden llegar a escalar este año hasta 32 por ciento. Y las paritarias cerraron a un promedio del 15 por ciento. Con el nuevo blindaje, el FMI parece complicar al macrismo desde la óptica política con miras a 2019 y condicionar al gobierno siguiente.

La devaluación del peso se traslada a precios de bienes y servicios. El gobierno dolarizó los precios de los alimentos, de las tarifas y de los combustibles, un karma para las mayorías populares. La corrida cambiaria es consecuencia de la política económica del macrismo, mientras Cambiemos la usa para volver gustoso al Fondo. Las consecuencias de la estampida del dólar empiezan a sentirse. El Fondo pide profundizar las políticas de ajuste que sufren trabajadores, jubilados y cualquier ciudadano de a pie, con serias implicancias en los ingresos y la producción nacional.

Es historia repetida, es volver a tropezar con la misma piedra. Se reviven frustrantes experiencias pasadas para la Argentina. El acuerdo con el FMI y la descontrolada suba del dólar acarrean recesión, estancamiento, desindustrialización, desequilibrios para las economías regionales, más pobreza y desocupación. Lo mismo sucedió y sucede en otros países que abrocharon acuerdos con el Fondo.

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