El libro Los clubes de fútbol en tiempos de dictadura bucea en la vida política de las instituciones deportivas que durante el proceso militar nunca dejaron de votar a sus autoridades de manera democrática ni fueron intervenidos. Y derriba varios mitos.

Los sociólogos Mariano Gruschetsky y Rodrigo Daskal, autores junto al israelí Raanan Rein de la recientemente publicada obra que bucea en la vida interna de los clubes del fútbol argentino en el período 1976-1983, dialogaron con el eslabón y coincidieron en remarcar que la ardua investigación derriba varios mitos, sobre todo aquellos que insinúan que los militares construyeron los estadios para el Mundial de 1978.

“El libro es una continuidad del anterior, que se llamó La cancha peronista: fútbol y política 1946-1955 (publicado en 2015), que abarcaba el período de lo que conocemos como el primer peronismo”, explica Gruschetsky, y detalla sobre aquella experiencia: “La idea era hacer una investigación en torno a qué había ocurrido con los clubes de fútbol en esa época, utilizando una serie de casos, pero sin mirar lo futbolístico, los resultados, los jugadores, los goleadores, sino mirando la vida interna de los clubes, su relación con la política. El disparador en aquel momento era cierto mito de que el peronismo había sido un gobierno totalitario, omnipresente, que había construido canchas y que había avasallado la autonomía de los clubes, pero llegamos a la conclusión de que era prácticamente todo lo contrario”.

“En este caso –prosigue el también magíster en Economía Urbana– pensamos encarar otro periodo significativo en la historia argentina, como es el de la dictadura cívico militar. Y el disparador principal con el que nos encontramos fue que durante esa época y pese al horror, en los clubes se había votado y había habido vida política como en ningún otro lado,  y también que en ese periodo las masas societarias se habían incrementado”.

Daskal toma la bola y se lanza a detallar las páginas de esta investigación que contiene “una serie de trabajos sobre clubes específicamente, y cuatro textos sobre el fútbol en general, como lo que pasó con el Colo Colo durante la dictadura chilena; la resistencia al Mundial 78 en el exterior; una línea de tiempo de los socios de los clubes en Argentina, para pensar qué pasó con ellos durante la dictadura, si subieron en cantidad o bajaron; y otro sobre la intervención del fútbol cordobés en el proceso militar”.

“El otro punto fue trabajar sobre algunos patrones más generales como la vida interna de los clubes y los vínculos con la política nacional”, continúa el cronista de la revista Anfibia y presidente del Museo de River, y asegura que “los hinchas y socios saben mucho de lo que pasó con sus clubes en el verde césped durante esa época, pero poco de la vida institucional por fuera del fútbol”, por lo que “cada trabajo va alumbrando sobre algunos temas en ese sentido, con un laburo testimonial más que académico, que tienen mucha validez”.

Las urnas no se manchan

“Los clubes tienen una característica histórica que es saber amoldarse a los tiempos que corren políticamente para intentar conseguir beneficios desde el punto de vista institucional”, dice Daskal, y fundamenta: “Entonces había muchos militares que por ser hinchas o socios de tal club, y tener peso político en el gobierno, tenían relaciones con esos clubes”.

“Cada caso es una historia en sí mismo, pero lo más relevante es que ningún club fue intervenido y no porque la dictadura no tuviera intenciones de hacerlo sino porque los clubes demostraron nuevamente una capacidad muy grande, una gran elasticidad, para adaptarse a las épocas”, retoma Mariano, y acota: “Muchos tenian algun contacto que les facilitaba la supervivencia. Eso no implicó que no haya habido casos de socios desaparecidos, pero rara vez eso se coló en la vida institucional, fue como una burbuja que preservó el clima en los clubes”.

“Los clubes fueron de los pocos lugares en los que se siguió votando durante la dictadura”, se engancha Rodrigo. “Uno podría preguntarse por qué ocurría eso, y muchos dicen que era porque no amenazaba al régimen político y es posible que así sea, pero no deja de ser importante que haya habido elecciones democráticas y que no hubo intervenciones. En Chile sí fueron intervenidos, o aquí en el 55 también hubo comisiones interventoras. Y tampoco hubo militares conduciendo los clubes. En el caso de Vélez había un militar, pero era parte de la vida política del club y no un externo que pusieron”.

“Hay un caso muy particular que es el de Atlanta”, devuelve la pared Gruschetsky, y argumenta: “El hijo de Viola (Roberto, presidente de facto) jugaba en Atlanta y eso de alguna manera sirvió para que muchas personas que eran perseguidas o incluso que habían sido chupadas por la dictadura pudieran zafar, porque hablaban con el hijo de Viola, y este hablaba con su padre”.

Recuerdos que mienten un poco

Entre los varios mitos que rodean al mundo de la redonda en tiempos dictatoriales se encuentra ese que acusa a los clubes de recibir aportes de los milicos para la construcción de los estadios que luego fueron utilizados como sedes para el Mundial de 1978.

Rodrigo Daskal cuenta que “River muestra un orgullo muy grande desde lo folklórico por haber sido sede principal del Mundial, pero al interior del club trajo unos perjuicios enormes en términos económicos financieros”, y abunda: “Pagó buena parte de la obra que se hizo durante la reforma, había un crédito que terminó licuándose con el paso de los años, al fútbol tuvo que jugarse en otros estadios y trasladar los deportes a otro lugar. Y en el 79 se declara prácticamente en quiebra. Y con el caso de Vélez pasó lo mismo”.

En las líneas de este nuevo libro no figura el caso del Gigante de Arroyito, pero los autores coinciden en que pudo ocurrir “algo similar” al de las otras sedes mundialistas. “Yo arriesgo, sin tener números, a decir que sí, porque el Mundial 78 nunca cumplió con lo que tenía que cumplir en términos de dinero y obras”, dice el investigador que posee una extensa trayectoria dentro de la institución Millonaria.

Mariano Gruschetsky remarca que “desde la academia y desde el periodismo es que tenemos que investigar para derribar esos mitos”, y se explaya: “El caso de Racing, conocido en su momento como Deportivo Cereijo (por Ramón Antonio Cereijo, ministro de Hacienda del gobierno de Juan Domingo Perón), que dicen que le construyó la cancha, algo que con el laburo anterior que hicimos se cae en dos minutos. Cereijo fue nombrado socio honorario por casi todos los clubes, se instruyó plata a casi todos los clubes para que construyan estadios y Racing no fue ninguna excepción, ni nada en especial. Es una especie de estigmatización para pegarle a Racing y al peronismo al mismo tiempo. Con la dictadura pasa algo similar: en vez de ver lo que sufrieron los clubes se los estigmatiza diciendo que la dictadura les construyó los estadios. Ojo que eso no salva la complicidad de la dirigencia de River que nombró socios honorarios a 13 miembros de la Junta”.

Por último, el especialista en sociología del deporte adelanta en este sentido sobre este tomo: “No nos metimos en los clubes de Rosario pero estamos preparando una segunda parte, un segundo libro que apunta a sumar casos nuevos y básicamente a expandirlo territorialmente, así que seguramente esa historia tendrá un lugar allí”.

Resistiendo con aguante

La ola amarilla que inundó al país desde diciembre de 2015 también alcanzó al fútbol argentino, a quien primero le impusieron la Superliga –ultradefensora de los intereses de los grandes clubes porteños– y ahora va por todos. Es por eso que los escritores se muestran alertas ante la situación de los clubes en tiempos de Sociedades Anónimas Deportivas (SAD).

“Ya hubo un intento en los 90, con un contexto a mi juicio más favorable que éste y se rechazó”, se esperanza Mariano Gruschetsky, quien recibió en 2008 una Beca de la FIFA para realizar la investigación Estadios de fútbol y desarrollo urbano. El caso de la ciudad de Buenos Aires en el siglo XX.

El sociólogo destaca que “hay mucha resistencia en los clubes y en la cultura hinchística y futbolística de la Argentina” contra la iniciativa que impulsa la Secretaría de Deportes –pergeñada por el presidente de la Nación, Mauricio Macri, y el de Boca, Daniel Angelici–, pero advierte: “La necesidad tiene cara de hereje, por lo que es muy difícil saber en qué va a terminar todo esto”.

“Ahora, crisis económica mediante de nuevo, no creo que esté el horno para bollos –agrega Mariano– porque el fútbol es un lugar muy sensible, es una arena movediza en la que vos te metés y no sabés cómo salís”. Y tras confiar en que “vamos a resistir”, cierra sobre la posibilidad de la llegada de las SAD con un término futbolero: “Es un partido con final abierto”.

“En el último tiempo, muchos clubes tuvieron gestos como invitar a organismos de DDHH a ingresar a la cancha cerca del 24 de marzo, incluso algunos marcharon oficialmente, también hubo aportes en la lucha por la igualdad de género, y están las comisiones de DDHH que fueron surgiendo en los clubes; todo eso marca una nueva época y un cambio, pero todavía es embrionario y va de a poco”, remarca Mariano. Y concluye: “Eso sirve para demostrar también que mientras los clubes sigan siendo asociaciones civiles sin fines de lucro, gobernadas por los socios, los socios van a participar y a generar participación. Ahora, si ese estatus se rompe y caemos en las SAD, seguramente se retroceda y mucho en ese sentido, porque no creo que una sociedad anónima esté marchando en favor de nada de eso”.

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