El Presupuesto de Cambiemos para 2019 tiene un gran objetivo: cumplir con las metas de ajuste planteadas por el Fondo Monetario Internacional como condición para acceder a firmar un segundo “rescate” con el gobierno argentino. Los dólares que llegarán vía Fondo no harán más que seguir endeudando al país y también se irán a la timba financiera y la fuga de capitales. Billetes verdes que el grueso de la población no ve ni percibe. No se ven en obras de infraestructura ni en beneficios reales que mejoren las expectativas. En el Presupuesto, el macrismo pasa la guadaña por áreas sensibles, admite que la economía seguirá en picada, con lo que esto conlleva, garabatea cifras. Nada bueno emana del polémico proyecto, que obtuvo la sanción en Diputados en medio de un fuerte debate político y económico de cara a un fin de año que se presume agitado.
Mientras, la calle resiste las recetas neoliberales y el pueblo manifiesta todo su descontento en protestas y movilizaciones, que el gobierno reprime con balas de goma, camiones hidrantes, gases lacrimógenos y bastonazos. Mano dura para los reclamos. El Presupuesto 2019 es resultado de las malas políticas del gobierno, las “cosas que pasaron”, la quita de derechos. Con Macri, lo reconoce el Indec, empeoraron todas las variables económicas. No hubo luz al final del túnel, ni brotes verdes, ni segundo semestre. Todo chamuyo. Según los números del Presupuesto, que quedan suavizados frente a otros análisis estadísticos de privados, el macrismo concluirá su mandato con una inflación acumulada por encima del 200 por ciento, una devaluación del peso del 330 por ciento, una duplicación de la deuda externa en relación al producto bruto interno. Castiga a las mayorías populares, pero beneficia a grandes empresas. Baja la inversión en el sector de la salud, en vivienda, en educación, en trabajo.
“El proyecto de Presupuesto confirma la intención del Ejecutivo en avanzar en un ajuste económico de magnitudes. La propuesta del gabinete económico implica una aceleración del ritmo de reducción del gasto. El gobierno dispone toda su artillería en pos de alcanzar el equilibrio fiscal en 2019, relegando el resto de los objetivos que suelen guiar el accionar del Estado. El fuerte sesgo ideológico liberal del oficialismo conlleva una sobredimensión de la importancia de la consecución del déficit cero como fin último de la política pública. Así, se omiten los factores que inciden sobre nuestra idiosincrasia. Extrapolan análisis de manual que son inaplicables a la realidad argentina actual”, se señaló en un documento de análisis elaborado por el grupo Economía Política para la Argentina (Eppa).
Según la denominada ley de leyes que impulsa la alianza Cambiemos, de cada 100 pesos que el gobierno de Mauricio Macri prevé gastar el año próximo, se destinarán casi 30 pesos al pago de la deuda externa, 16 irán a la seguridad social, 9 a educación y cultura, 6 a salud, 2 a ciencia y técnica y poco más de 1 peso a vivienda. Esta pequeña muestra en la distribución de partidas da cuenta de las prioridades que tiene la gestión amarilla a la hora de asignar recursos. Las proyecciones del Presupuesto contemplan que para el año que viene habrá una retracción económica del 0,5 por ciento, una inflación del 23 por ciento y un dólar promedio a 40,10 pesos.
“Buena parte de los errores de interpretación se expresan en la falta de consideración sobre los factores dinámicos que distancian la economía real de una planilla Excel. En un contexto de alta volatilidad financiera y desconfianza sobre la evolución de nuestra economía, es ilusorio suponer comportamientos ‘normales’ para la enorme proporción de variables macroeconómicas. Por caso, la baja de la inflación a la mitad, una caída del PBI de sólo medio punto después de un año de aumento del dólar del 100 por ciento y una proyección de suba en la recaudación por retenciones del 200 por ciento, son algunos ejemplos del optimismo descomedido que subyace a las hipótesis del Presupuesto para el año próximo”, indicaron desde Eppa.
Haber recurrido al FMI traerá trauma social, así lo dice la historia de acá y del mundo. El último Presupuesto para completar los cuatro años de Cambiemos parece ser una condición sine qua non para que el Fondo ponga a la Argentina en el estrado de los buenos alumnos. En este proyecto, el oficialismo ratifica un rumbo económico que ya dio sobrados motivos para su rechazo. Desindustrialización, desempleo, caída del salario, apertura financiera y comercial, contracción del consumo masivo, endeudamiento, pérdida de autonomía política e independencia económica. Recortes que van en contra del desarrollo y de la producción. Las principales dificultades por la que atraviesa la economía son resultado de políticas ciento por ciento macristas, que al poco tiempo de tomar las riendas del país autogeneró una crisis y agravó problemas existentes.
Analistas económicos y dirigentes opositores coinciden en calificar al proyecto de Presupuesto como “un dibujo”. Los que hoy gobiernan criticaban fuerte al kirchnerismo en el Congreso y en los medios cada vez que llegaba el momento de discutir el Presupuesto. Con la inflación desbocada pese a una economía en recesión, el gobierno de Macri cree que el índice de precios al consumidor bajará a la mitad en 2019 si se lo compara con el 45 por ciento que arrojará el año en curso. Estima que el dólar rondará los 40 pesos en 2019 cuando hoy cotiza por ahí nomás y la tensión cambiaria está latente, pese a los engendros financieros para contener la cotización de la moneda estadounidense del Banco Central, donde el Fondo ya instaló su escritorio.
El proyecto de Presupuesto busca el “ahorro” que el gobierno diseñó a pedir del FMI. Se recortan subsidios, se habilitan más tarifazos. Se le da prioridad a la pesada deuda externa, que representa una enorme carga a futuro. Menos transferencias para las provincias, ingresos atados con alambre, desfinanciamiento de planes sociales. En el Presupuesto para 2019, los salarios de la administración pública, recomendó el FMI, deberán aumentar 8 por ciento, aunque la inflación prevista en el mismo documento sea de 23 por ciento. Esto significará una nueva pérdida en el poder adquisitivo de los salarios del sector público.
“Este Presupuesto significa destruir lo que todavía queda en pie en salud y educación pública, ciencia, tecnología, y los recortes brutales a los jubilados”, sostuvo el sindicalista y diputado opositor Hugo Yasky. La CGT, por su lado, calificó a la iniciativa como “un compromiso espurio con el FMI”, aunque no tuvo protagonismo en la calle. El día del debate en Diputados por el Presupuesto hubo paro docente y bancario, aunque en este último caso se dictó conciliación obligatoria. En la multitudinaria movilización en contra del “presupuesto de ajuste” hubo marcada presencia gremial, debido a la crisis que atraviesa el mercado de trabajo y que la iniciativa busca agravar. También marcharon movimientos sociales y partidos políticos. “No al presupuesto: basta de hambre y exclusión”, fue la consigna que aglutinó diferentes posiciones enfrentadas a las políticas de Cambiemos.
La votación fue peleada, hubo encendidas exposiciones. Y pese a conseguir la votación para el proyecto, todo lo ocurrido dio noción de un oficialismo debilitado políticamente, dispuesto a meter palos con tal de avanzar con su cruzada neoconservadora. El debate por el Presupuesto se dio en un contexto de creciente movilización popular, que el gobierno intentó disuadir con violencia en las afueras del Congreso. El FMI quiere este Presupuesto aprobado antes de transferir miles de millones de dólares, según lo acordado con el gobierno argentino. El macrismo cumplió con una primera parte. Se viene la batalla legislativa en el Senado. Víctimas del Presupuesto ya se convocan a sostener la resistencia contra la profundización del ajuste.