Rubén Pagura dirige la comedia dramática El Cerco de Leningrado, que emparenta el origen del teatro independiente argentino, el amor, los ideales y el arte de la resistencia.
Dos mujeres: la viuda y otra que fue amante del creador de un teatro emblema nacional. Mientras resisten en cada rincón de ese espacio los embates de la maquinaria capitalista o neoliberal, según los tiempos que corren, están además en intensa búsqueda de un texto perdido que les permita rearmar la historia. El Cerco de Leningrado, como bien aclara la carta de presentación ante los espectadores, previo al ingreso de la sala del Centro de Estudios Teatrales (CET), no trata del histórico cerco de Leningrado, ni de los criminales nazis, ni de la segunda guerra mundial, ni se sitúa en la Unión Soviética. Está inspirada en la historia real de Leónidas Barletta, el fundador y director del bonaerense Teatro del Pueblo, y la lucha de dos mujeres por defender la existencia de ese espacio pionero del teatro independiente.
La obra basada en los textos del autor valenciano José Sanchis Sinisterra, se representa los sábados, a las 21, en el CET, San Juan 842. Su director, Rubén Pagura, y las actrices Inés Segovia y Florencia Pilotti, dialogaron con este periódico sobre los puntos de encuentro que permitieron construir una versión propia de la comedia dramática estrenada en España a mediados de los años 90, a pocos años de la caída del muro de Berlín.
En el contexto actual de fuertes recortes presupuestarios impulsados por el macrismo, el proyecto que emprendieron hace un año, y que fuera seleccionado por el Instituto Nacional de Teatro, no recibió el apoyo económico estipulado. A pesar de esto, las actrices y el director no dudaron en seguir de todas formas y desde el mes pasado la propuesta subió a las tablas.
“Si hubiera sido por las condiciones actuales del instituto no hubiéramos podido estrenar la obra, cuenta el actor y dramaturgo Rubén Pagura, a cargo de la dirección, y describe la secuencia: “En primer lugar hicimos el proyecto, se aprobó el subsidio, y entonces dijimos: «Vamos adelante, la plata saldrá antes del estreno. Pero no llegó». Y las actrices continuaron y pusieron la plata de su bolsillo para los vestuarios, la utilería, etcétera; incluso fue aumentando el presupuesto inicial”, se lamentó el director.
La actriz Inés Segovia, quien en la obra representa el papel de Priscila, la incansable y pragmática viuda de Héctor, el director de Teatro del Fantasma, como se llama en la dramaturgia, describe: “Nosotras estábamos haciendo un entrenamiento con Carlos Romagnoli, que dirige el teatro La Escalera, y después de un tiempo de trabajo, nos manda el texto y nos dice «encontré esto y pensé en ustedes»”.
Florencia Pilotti, quien forjó el personaje de Natalia, una actriz de fuertes ideales que fue amante del extinto director, y que tiene una relación de tire y afloje, pero a la vez muy íntima y estrecha con Priscila, cuenta: “Con Inés leímos ese libro, que era El Cerco de Leningrado,y nos encantó. Dijimos «¿cómo seguimos?» porque ya no íbamos a trabajar con Carlos. Entonces surgió la idea de proponérselo a Rubén, a quien no conocíamos. Fue de caraduras de nuestra parte, lo llamamos por teléfono y le contamos. No sabíamos que Rubén conocía al autor, y eso fue como mágico”.
Segovia subraya: “Yo digo que nada es por casualidad. Éramos dos actrices en busca de un director, y de alguna manera pensamos en Rubén porque sus trabajos tienen un contenido político e ideológico groso”.
Rubén Pagura Alegría es actor, cantautor y dramaturgo. Hijo del recordado obispo metodista Federico Pagura, con una trayectoria en Costa Rica por más de cuatro décadas. Presentó varias de sus obras en Rosario, donde ahora está radicado, una versión de El Viejo y el mar, Julius, La historia de Ixquic, y su última obra, un unipersonal musical llamado Memorias de un Juglar, donde se expone parte de participación en el movimiento de la nueva canción costarricense.
Sobre El Cerco de Leningrado, Pagura cuenta que el texto fue inspirado por una anécdota que el dramaturgo Tito Cosa le contó a Sanchis Sinisterra. “Era la vuelta la democracia en la Argentina, a principio de los 80, y Cosa, junto a otros teatristas se llegaron al Teatro del Pueblo, que había sido convertido en una sala de exposiciones pero estaba cerrada por ese entonces. Abren y se dan cuenta que había gente. Estaba la viuda de (Leónidas) Barletta y dos actrices. Se reunían ahí, frecuentemente, a teatro cerrado”.
Esta anécdota sirvió al autor valenciano para crear los personajes de Priscila y Natalia, que en medio del cruce de reproches cómicos por lo que cada una había vivido, íntimamente, con el extinto fundador del teatro, emprenden una búsqueda incansable para mantener en pie el espacio, mientras hurgan en los archivos deseosas de encontrar el texto dramático que ensayaba el hombre en cuestión antes de morir, o ser asesinado.
Un gran enigma. Una obra dentro de otra. Y dos mujeres que conjugan juventud y sabiduría, escepticismo y utopía. Viuda y amante, derrota y esperanza.
“Hemos hecho cosas como alumnas en el teatro El Rayo pero ésta es nuestra primera obra en forma independiente”, afirma Inés, y agrega: “Entre funciones, Rubén nos marca cosas y se viene otra vuelta”.
Florencia, por su parte, afirma el deseo de seguir aprendiendo: “Me gustaría que podamos llevar la obra a festivales para tener contacto con otros grupos”.
Teatro del Pueblo
Este reducto bonaerense es considerado el primer espacio del teatro independiente argentino y de la región. Inaugurado en la década del 30, fue sitial de artistas e intelectuales. Por entonces, su fundado r, Leónidas Barletta, convocó a Roberto Arlt y éste estrenó allí muchos de sus textos dramáticos -como Saverio, el cruel-; cuentan las crónicas de la época que también eran habitués del lugar pintores como Berni y Castagnino. Barletta, junto a otros escritores y artistas, fue parte del grupo Boedo, un espacio literario en el que abordaban temáticas sociales y de izquierda, confluyendo en la editorial Claridad. Se contrapusieron ideológicamente al grupo Florida, otroras escribas desprendidos de la revista literaria Martín Fierro, por donde asomaba Jorge Luis Borges, entre otros. Actualmente, el Teatro del Pueblo está dejando su sitio de origen en Diagonal Norte y 9 de Julio, en Buenos Aires, según precisa Rubén Pagura. “Se mudan por distintas razones. Consiguieron espacio en el Abasto, en un complejo de salas que van a inaugurar el próximo año. Sería muy simbólico que llevemos El Cerco de Leningrado a ese lugar”, dice con una sonrisa.