La primera vez que ingresé a la Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez” fue en 1978. Tenía 18 años, había llegado desde mi ciudad natal a estudiar a la universidad pública tras aprobar un examen eliminatorio de ingreso –así se llamaba– y quedar ranqueada entre los solo 30 estudiantes que admitía el cupo de la carrera elegida. Eran tiempos de dictadura y estudiar no era un derecho. Vivía en un pensionado de monjas ubicado por calle Córdoba, frente al Paseo del Siglo, a pocos metros de la biblioteca, donde ahora hay un coqueto edificio. La Argentina era cada tanto mi lugar de estudio y de consulta. Todo eso lo recordé en pocos segundos el día que se reinauguró –el jueves pasado– la obra que recuperó su valor patrimonial, y la dejó hermosa.

El acto principal se organizó en la entrada histórica por pasaje Juan Álvarez. Una parte sobre la plaza Pringles, otra en el jardín de ingreso a la gran sala de lectura. Un movimiento inconfundible de cámaras y micrófonos marcaba dónde estaban no solo las autoridades de los gobiernos municipal y provincial que compartían la buena noticia, sino también los candidatos.

Las puertas del ingreso histórico se abrieron. Una locutora anunció que había llegado el momento formal de la inauguración, con corte de cinta y discursos. Y comenzó a recitar la lista que marca el protocolo. “¿Hablarán muchas personas?”, se la escuchó comentar por lo bajo a una elegante señora, entre apurada y feliz de ser parte del acto. En primera fila se ubicaron cinco niñas y niños especialmente convocados, el gobernador Miguel Lifschitz; la intendenta Mónica Fein; el diputado provincial y candidato a gobernador por el socialismo, Antonio Bonfatti; la ministra de Innovación y Cultura, Chiqui González; el secretario de Cultura y Educación de Rosario, Guillermo Ríos, y la directora de la Biblioteca Argentina, Liliana Romero. Mezclados entre el público, también estaban los concejales y candidatos a intendente Pablo Javkin y Roberto Sukerman.

Las primeras palabras las ofreció la escritora rosarina Angélica Gorodischer, quien definió a la biblioteca como su casa, la casa de todos. “Estás adentro hace rato porque muchos de esos libros hablan de vos… todo esto es patrimonio nuestro”, dijo y convocó a la ciudad a la biblioteca.

Fein agradeció a Lifschitz por la inversión de la provincia (200 millones de pesos), a Bonfatti por estar ahí y al personal de la biblioteca que trasladó los 200 mil libros para poder hacer las refacciones. Recordó que las nuevas obras se inauguraban en la Semana de Mayo, en coincidencia con la fecha patria en que Juan Alvarez puso la piedra fundacional de la biblioteca (en 1910, en el centenario de la Revolución de Mayo). Se inauguró el 24 de julio de 1912, con una colección inicial de 9 mil ejemplares. Lifschitz habló de la biblioteca como “un proyecto para todos los rosarinos” y resaltó la frase pronunciada por Joaquín V. González y que hizo propia la Argentina: “Conocer es amar, ignorar es odiar”. Un desliz tuvo el gobernador al nombrar al político, llamándolo “Julio V. González”.

La señora elegante quedó feliz, porque hablaron “rápido y cortito”, tal como se la volvió a escuchar comentar.

Números y salas

Según detallan los datos ofrecidos por la Municipalidad de Rosario, el proyecto diseñado desde la Secretaría de Planeamiento municipal abarcó en su remodelación más de cinco mil metros cuadrados, a los que se le sumaron otros mil metros cuadrados nuevos “para espacios de encuentro cultural y esparcimiento”.

La Argentina cuenta con tres ingresos: el histórico por pasaje Álvarez al 1500, Santa Fe a la misma altura y por Presidente Roca al 700. Esta última entrada es la que muestra las principales novedades: cuenta “con 4 pisos para la actividad cotidiana y otros 6 que serán destinados para preservación del patrimonio escrito”. La idea de la restauración es “optimizar el funcionamiento de la biblioteca para posicionarla en los estándares de conservación y patrimonio bibliófilo que la destacan”. Nueve mil visitantes utilizan sus espacios y servicios al mes.

En la planta baja (con triple ingreso) están la sección de préstamos y devolución de libros, y de inscripción de socios; de lectura accesible; la sala central de lectura y el espacio Casa Infantil. Hay otra sala de lectura en el primer piso, además del servicio de Diario del Día de la Hemeroteca, los boxes de investigación y las salas de trabajo grupal. También un centro de estudios, otros de conservación y digitalización, y el de procesos bibliotecológicos. En los pisos siguientes, más espacios para leer y servicio de internet. En el cuarto piso, una sala de usos múltiples (SUM) para charlas, simposios, congresos y exposiciones.

La remodelación también implicó “la restauración de la sala de lectura, especialmente la puesta en valor del piso de pinotea original”. Además de restaurarse “antiguos mobiliarios de gran valor patrimonial”.

El gran desafío

Un show artístico dio el puntapié al acto de reapertura. Fue cuando la música y las luces de colores estallaron sobre la fachada de la Argentina y dieron paso al grupo circense Vangart. Un espectáculo de acrobacia y mapping (intervención interactiva) se movió entre el frente de la biblioteca y la vereda de la Pringles. La sorpresa artística maravillaba y –marcada por los tiempos virtuales– era seguida por quienes estaban con sus celulares apurados por mostrar en las redes lo que allí estaba pasando.

“Dos por cincuenta o cuatro por cien. ¿Me compra?”, me dijo un nene de no más de 10 años que vendía pañuelitos, tirándome del abrigo. El sacudón preciso para volverme a la otra realidad y recordarme los tristes números de la niñez que vive en la pobreza en el país, también en Rosario. Y el desafío que tienen las políticas públicas para que miles de niñas y niños no sigan siendo excluidos de las necesidades más urgentes como la comida, la salud y la educación. También de los bienes culturales, como esta biblioteca de la ciudad.

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