La 54º Cumpre de Jefes de Estado del Mercosur dejó gestos grandilocuentes, palabras vacías y bolsillos llenos para quienes puedan usufructuar los negocios que promueve la caterva de gobiernos neoliberales del Mercosur con sus socios de allende el Atlántico o el subcontinente boreal.

La orientación de los cuatro gobiernos fundadores y los tópicos en agenda ya hacían presuponer que la cumbre se trataría del mamarracho político que terminó siendo. Las sesiones del Consejo del Mercado Común, con un eje casi exclusivo en el análisis del preacuerdo firmado con la Unión Europea (UE); la lectura de un documento de Mercociudades –la red de municipios de Sudamérica–; el VI Encuentro de la Red Corredor Bioceánico Central que se realizó en la Bolsa de Comercio de la ciudad de Santa Fe, sede de la cumbre; la propia Sesión Plenaria de los presidentes de los Estados parte del Mercosur, Estados asociados e invitados especiales, que encabezó Macri, todo fue un gran dispendio de tiempo, recursos y verborragia del poder, sin siquiera un mínimo anclaje con las necesidades de las grandes mayorías allí presuntamente representadas.

Es que el problema del Mercosur neoliberal, como fue concebido y como es desde que se estableció la actual hegemonía librecambista, depredadora de recursos naturales y entregadora de soberanía política y económica, es que no representa más que a las minorías que detentan el poder bajo la tutela de los EEUU y Europa.

Vale la pena, entonces, analizar algunos de los discursos y temas que Macri, junto con sus pares de Brasil, Jair Bolsonaro; de Uruguay, Tabaré Vázquez, y de Paraguay, Mario Abdo Benítez, dejaron como saldo de la pésima puesta en escena del miércoles pasado.

Canciller en estado de fulgor

Uno de los escenarios donde pudo verse el estado de semicoloniaje a que están sometidos los integrantes del actual Mercosur, fue el plenario de cancilleres del bloque. Allí, el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Jorge Faurie, se autoalagó por la rúbrica del preacuerdo de asociación con la UE, sobre el cual sostuvo que se trata de “un punto de inflexión definitivo”.

Como considera que es un creativo, el diminuto canciller se animó y señaló: “Me atreví a compararlo con los 18 años de un joven. Tuvimos una carta de nacimiento de Ouro Preto y con ese acuerdo UE-Mercosur hemos demostrado que podemos ponernos los pantalones largos, que somos una figura creíble a nivel internacional”.

Sus colegas Ernesto Fraga Araujo, de Brasil; Rodolfo Nin Novoa, de Uruguay, y Luis Alberto Castiglioni, de Paraguay, lo observaban con gestos circunspectos, más propios de la diplomacia que la comparación del argentino.

Uno de los hombres de Faurie, el secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería, Horacio Reyser, puso la cuota de ingenuidad impostada de todo neoliberal que rechaza la mera idea de que sus posiciones denoten ideología alguna, y así definió su esperanza de que el Mercosur llegue a ser “una plataforma desideologizada”, como si ello fuera posible o deseable.

A falta de logros relevantes, otra de las intervenciones estuvo a cargo de la titular de Comercio Exterior, Marisa Bircher, pero también fue Reyser quien reseñó la gestión durante la presidencia pro- témpore de la Argentina: “Más allá del frente externo, también se han producido durante este semestre avances significativos en la agenda interna del Mercosur… Gracias a la voluntad política y el esfuerzo negociador de todos los Estados Parte, ya que hemos concretado logros que son importantes tanto para nuestro proceso de integración como, particularmente, para nuestros ciudadanos”. La nada misma, a la que poco agrega el detalle de los ejes de esa gestión:

  • Reforma y fortalecimiento de la estructura institucional del Mercosur.
  • Profundización de la agenda económica y comercial.
  • Concreción de acuerdos específicos la agenda de negociaciones externas. En este punto, se subrayan el preacuerdo UE- Mercosur, y los presuntos avances en negociaciones de libre comercio con el Efta y Canadá, y las incipientes con Corea del Sur, Vietnam y Singapur.
  • Un “logro” argentino, el acuerdo que elimina el roaming dentro de los límites del Mercosur.
  • Profundización de las discusiones para modificar y reducir en determinados sectores el Arancel Externo Común, con el objetivo de que las economías de los Estados parte “ganen productividad y competitividad en el escenario internacional” .

Ni un número que deje la impresión de haber preocupado a los cancilleres la situación de recesión de la Argentina, de la caída del intercambio comercial bilateral con Brasil, de las fuertes negativas de parte de sectores económicos muy influyentes de Europa, que cuestionan cualquier acuerdo con el Mercosur. Para ellos, parece que todo marcha sobre ruedas, y encima se vienen tiempos mejores.

Presidentes y prescindentes

El miércoles, el día del plenario de los presidentes, Macri leyó un discurso en tres minutos, a lo largo del cual afirmó que el acuerdo comercial del Mercosur con la UE «va a impactar positivamente en la calidad de vida de la gente”. A su lado estaban el minicanciller Fourie y Nicolás Dujovne,el maxiministro de Endeudamiento del FMI.

El mandatario argentino siguió defendiendo el paper con la UE, ajeno a los fuertes cuestionamientos de importantes sectores económicos con peso el mercado interno, que ya lo calificaron, como mínimo, de “un tiro de gracia a la industria y el trabajo nacional”. Macri destacó: “El acuerdo con la UE es fruto del trabajo colectivo, en el que demostramos vocación y compromiso al más alto nivel, y debemos sentirnos orgullosos de haber perseguido este objetivo”.

El momento cipayo de mayor intensidad Macri decidió ponerlo en valor cuando, por mandato del Departamento de Estado, atacó al presidente venezolano, al punto de que insistió en reconocer al autoproclamado “presidente encargado” Juan Guaidó como “única autoridad legítima” en el país bolivariano.

«Venezuela está enfrentando una crisis humanitaria sin precedentes. Reconocemos al presidente encargado Juan Guaidó como única autoridad legítima en Venezuela y reclamamos que Maduro deje de obstruir la transición democrática y cese con las violaciones de los derechos humanos de los venezolano», fue la frase completa.

Por último, el mandatario argentino le deseó éxitos a su amigo Bolsonaro, quien luego de esta 54 edición asumió la presidencia pro témpore del Mercosur. Y el brasileño, quien tampoco exhibe cualidades de orador, se apresuró a manifestar el compromiso de su gobierno “con la modernización y la apertura” del bloque.

Bolsonaro es un elemental, por lo que el Mercosur, para él es sólo «un instrumento de comercio con el mundo”. Le agregó un toque de vulgaridad aún mayor, es cierto, cuando consideró que el bloque debe funcionar de una sola manera: “Sin interferencias ideológicas, que tanto critiqué como parlamentario».

Pero siempre hay una voz disonante, y esta vez se impuso la del presidente boliviano Evo Morales: “Cualquier acuerdo, convenio o tratado siempre deben estar orientados a resolver y atender las demandas de los más humildes, de los más pobres, de los más olvidados de la historia de la región”.

El mandatario aymara, además, rechazó firmar el documento que exige el restablecimiento del Estado de derecho en Venezuela, texto impulsado obviamente por los EEUU y sus serviles asociados.

Los últimos dos párrafos de ese documento son una vergüenza diplomática: “…la comunidad internacional debe continuar contribuyendo, por todos los medios pacíficos a su alcance, a buscar un pronto retorno de la institucionalidad democrática a ese país y decidieron continuar promoviendo el restablecimiento pleno de la democracia y del Estado de Derecho en Venezuela, incluyendo la celebración de elecciones presidenciales libres, justas y transparentes en el menor tiempo posible”.

“Reconocieron el severo deterioro de las condiciones de vida del pueblo venezolano y la necesidad de continuar coordinando esfuerzos a fin de dar respuestas integrales para atender la crisis migratoria, humanitaria y social que vive ese país, preservando la dignidad y los derechos fundamentales de los venezolanos”.

Esa “Declaración presidencial” fue firmada por Macri y los mandatarios de los Estados parte del Mercosur: Bolsonaro, de la República Federativa del Brasil; Mario Abdo Benítez, de la República del Paraguay, y Tabaré Vázquez Rosas, de la República Oriental del Uruguay, con la adhesión de Chile, Colombia, Perú, Ecuador y la República Cooperativa de Guyana.

Evo aprovechó toda ocasión para dejar sentada la posición, a todas luces divergente entre tanta hegemonía neoliberal. En un momento, se agarró de una frase de Bolsonaro sobre la necesidad de Estados autónomos, y le arrojó a la cara: “Esa es la lucha histórica de nuestros pueblos. Un Estado con soberanía, independencia, pueblos con dignidad e identidad porque somos tan diversos. Por eso, en Bolivia cambiamos la Constitución y hoy es un Estado Plurinacional. ¡Qué bueno sería que tengamos un Mercosur Plurinacional y una América Plurinacional! Dentro de esa diversidad la unidad justamente para garantizar y trabajar la igualdad entre los seres humanos”.

Y cuando Macri tuvo el tupé de sostener que la tarea del Mercosur era reducir la pobreza, el mandatario aymara volvió a darse el gusto de hablar con números en la mano: “En Bolivia, cuando llegamos al gobierno gracias a nuestra revolución democrática y cultural, en 2005, la diferencia entre el diez por ciento más rico de Bolivia y el diez por ciento más pobre era de 128 veces. En 2017, con nuestras políticas sociales y económicas, ese indicador se redujo a sólo 40 veces”. Mauricio miró a un costado y otro, pero Jaime Durán Barba no estaba allí para ayudarlo. A Faurie no lo llegó a ver.

El único saldo posible de este encuentro es, al menos para la Argentina, que tiene más próxima la oportunidad en las urnas, que estos gobiernos no vuelvan a ser elegidos, porque caso contrario se seguirán sucediendo cumbres en las que parece que no se dice nada pero se está imponiendo lo único que le interesa a la minoría más concentrada del capital financiero e industrial de la región: mantener o profundizar los niveles de explotación e inequidad, transferir recursos desde esos sectores más vulnerables a sus bolsillos, y enmarcarse en la estrategia geopolítica del bloque de poder hegemónico mundial.

El Mercosur de Macri-Bolsonaro y Cía es criminal. Los acompañan presuntos progresistas como Tabaré Vázquez y una runfla de patanes que bailan por un montón de billetes depositados en Suiza. Nada puede oler bien entre tanta hediondez concentrada.

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