Tras la dura derrota, Macri extorsionó al electorado que lo castigó en las urnas y ratificó el rumbo del modelo neoliberal, mientras alentó otra brusca devaluación con shock inflacionario e impacto en la pobreza, que llegaría al 40%. Luego pidió perdón y en medio del desastre anunció beneficios para algunos sectores, que serán diluidos por el aumento masivo de precios.
Como suele decirse, las urnas hablaron. Y pronunciaron un mensaje claro, que marcó un duro revés para el macrismo y su plan combinado con el FMI, que en los últimos casi cuatro años trajo recesión económica y alta inflación. La mayoría del pueblo argentino dijo no más ajuste, no más cierre de empresas, no más destrucción de empleo, no más deterioro en las condiciones de vida. El aplastante triunfo del Frente de Todos en las Paso nacionales, que lo dejó a tiro de ganar las elecciones generales de octubre, habla de la magnitud de la crisis social y económica que atraviesa el país como consecuencia de las políticas neoliberales de Cambiemos, que evidentemente es mucho más grave de lo que se creía, veía e imaginaba.
Macri, entre grogui tras ser noqueado por la realidad y endiablado por el resultado adverso de las Paso, inició una despiadada y maquiavélica campaña del miedo rumbo a octubre, dejando subir al dólar en una fuerte corrida cambiaria, cediendo a la presión de “los mercados”, profundizando la crisis económica y financiera, tomando a la población de rehén y culpando al electorado por “votar mal”, apuntando al “fantasma kirchnerista”, que está de regreso, aunque “el mundo” de Macri no le tenga confianza.
“Lunes negro”, titularon algunos diarios en sus páginas web, mientras todavía retumbaban los quince puntos de ventaja entre Alberto y Mauricio. “Pánico en la city” o “furia verde” sonaron a títulos de película, pero no de ciencia ficción justamente. La inmediata consecuencia de la hecatombe que generó la disparada del dólar y la caída bursátil fue una parálisis de la economía, con remarcación generalizada de precios, con el consiguiente impacto negativo en el poder de compra de salarios y jubilaciones, que ya venían en caída libre, situación que encima acarreará una suba en los niveles de pobreza, que se estima saltaría del 35 al 40 por ciento por el efecto dólar. Lo mismo para la indigencia, que podría alcanzar al 10 por ciento de la población.
Una nueva megadevaluación en la era M volvió a generar un enorme daño, sobre todo para las mayorías populares. Dólar alrededor de los 60 pesos, devaluación del 30 por ciento, tasa de interés de referencia al 70 por ciento, disparada de precios, especulación con mercadería de primera necesidad. Más ajuste para los que votaron contra el ajuste. Subas del 20 por ciento promedio en alimentos de la canasta básica y otros bienes de la economía en una semana: bombazo al bolsillo.
El lunes pos Paso, Macri hecho un demonio, rifando reservas y convalidando una devaluación desproporcionada. El miércoles pos Paso, Macri angelical. A tres días de la paliza en las urnas, el presidente, en modo campaña, bajó un cambio y pidió “perdón” por culpar al pueblo de la crisis económica que sus propias políticas generaron, dijo que el lunes estaba afectado por el resultado de las elecciones y “mal dormido”. Trascartón, anunció una batería de medidas para tratar de atender en parte el malhumor de la clase media e intentar amortiguar el golpe inflacionario generado por el salto del dólar.
Como en el cuento de Caperucita Roja, el lobo se disfrazó de abuelita y anunció medidas de “alivio” hasta los comicios de octubre. Un poco de populismo bueno simulado, una estrategia repetida antes de cada elección por la alianza Cambiemos, en un último intento por conquistar voluntades.
En caliente, el gobierno primero buscó generar confusión, asustó, amenazó y después pegó un viraje aunque no modificó el espíritu de su política, la misma que condujo al país hacia una crisis económica de magnitud. En un simulacro de arrepentimiento optó por poner algo de plata en los golpeados bolsillos de la población y medidas de “alivio” para pymes. Pero el daño ya estaba hecho, y en otro contexto, con un mapa político alterado por el resultado de las Paso.
Aumento del salario mínimo, refuerzo para las asignaciones familiares, bono para empleados públicos, reducción del impuesto a las Ganancias, aumento de becas del plan Progresar, flexibilización impositiva, congelamiento de los precios de los combustibles fueron algunas de las medidas anunciadas por el presidente en un mensaje grabado en la Quinta de Olivos. La mayoría de los jubilados no recibirá ningún beneficio. La CGT había pedido medidas urgentes para recuperar el poder adquisitivo.
Las medidas económicas son insuficientes ya que ese dinero extra será gastado en los incrementos de precios que deben afrontar los presupuestos familiares y no alcanzará para reactivar el alicaído mercado interno, según coinciden economistas de diferentes corrientes de pensamiento.
“Desde abril de 2018 a hoy, incluidos los alivios anunciados (por Macri), el salario privado pasó de 1.232 dólares a 620. La jubilación mínima de 379 a 185 dólares, el salario mínimo de 469 a 233 dólares, la AUH de 74 a 58 dólares. Las medidas no están mal, pero no alcanzan, porque una limosna electoral no puede reparar tanto daño”, señaló la economista y diputada opositora Fernanda Vallejos.
“Sigue la timba financiera, la fuga, la deuda. El mayor límite del gobierno para dar respuestas es que evidencia no querer revisar un modelo económico que está crujiendo. En ese cambio está basada la esperanza de los argentinos y argentinas que votaron el domingo (11 de agosto), en volver a poner el trabajo y la producción por delante. Con un riesgo país a los niveles de fines de octubre de 2001, pérdida de reservas y dólar a 60 es imperioso que el gobierno se ponga al frente de la crisis”, consideró la legisladora kirchnerista.
El terror sembrado los últimos días que echó más leña al fuego ajustador no hizo más que volver a poner de manifiesto la fragilidad de la economía macrista, que desde el vamos alentó la timba financiera, desreguló el mercado cambiario, se abrió a los capitales financieros, salió a tomar deuda de manera irracional, echando por tierra el desarrollo productivo del país.
Pero el gobierno que en casi cuatro años dolarizó tarifas, duplicó la inflación, recortó el poder de compra de salarios, alentó despidos de trabajadores, cierre de fábricas y comercios, dinamitó el mercado interno, reendeudó fuerte al país, quitó pensiones a discapacitados, empujó a miles de argentinos y argentinas a la pobreza y la indigencia, borró a la clase media, les quitó computadoras a los más chicos, suprimió medicamentos a jubilados, desfinanció universidades, desactivó satélites, entregó soberanía, promovió el gatillo fácil, tuvo su cosecha en las urnas.
Dos de cada tres electores rechazaron la política económica del macrismo y el FMI. Tapado por un aluvión de votos opositores en las Paso, a Cambiemos sólo le queda tirar manotazos de ahogado de cara a octubre.