Camino a las elecciones del 27, a Cambiemos se le cae la careta. Macri anda de gira promocionando “logros” políticos y económicos de su gestión, mientras las noticias de cierre de empresas y despidos de trabajadores le tapan la boca. En Rosario, la desocupación trepó al 15 por ciento.

Si es elegido presidente dentro de dos semanas, Alberto Fernández no tendrá la imperiosa necesidad de machacar a diario con la pesadísima herencia que recibirá del macrismo el próximo 10 de diciembre, ya que la crisis que deja la nefasta experiencia de Cambiemos es casi como un Dios: omnipotente y omnipresente. Está en todas partes, se ve, se siente, se sufre. Cierre de fábricas, reducción de turnos, caída del salario, adelanto de vacaciones, suspensiones y despidos de trabajadores son algunos de los tantos bardos de un modelo económico de un gobierno empresario centrado en los mercados y en la especulación financiera, que parece ir(se) tocando Fondo.  

El mercado laboral argentino atraviesa una compleja situación, los problemas son generales, aunque uno de los principales focos negativo se halla entre los asalariados registrados del sector privado. Y la realidad laboral de Rosario no escapa a la nacional, según se analizó en un informe de la regional Santa Fe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso) que se difundió días atrás. En el último año la cantidad de desempleados en la ciudad aumentó de 70 mil a  80 mil (sector formal, la cifra se amplía en todo el universo laboral). Esto significa que en un año hay 10 mil personas más sin empleo y que lo buscan de manera activa.

“La tasa de desocupación en Rosario fue de 15,2 por ciento en el tercer trimestre de 2019. La crisis económica nacional desatada en 2018 ha generado un salto en el índice de desempleo de 1,3 punto porcentual desde el tercer trimestre del año pasado, cuando el índice era del 13,9 por ciento. Por otro lado, la tasa de subocupación se mantuvo en el 14,3 por ciento”, indicaron desde el Ceso Santa Fe, donde además destacaron: “En el primer informe realizado con nuestro relevamiento, hace dos años, para el tercer trimestre de 2017 la tasa de desempleo en Rosario era de 9,7 por ciento, es decir, 5,4 puntos porcentuales menor al actual”. En dos años, “pasaron (muchas) cosas”, y nada buenas.

De acuerdo al reporte del Ceso, la precariedad laboral en la ciudad está en niveles alarmantes, ya que “el 44 por ciento de los trabajadores rosarinos no realiza aportes jubilatorios”. La evolución del desempleo está relacionada principalmente con la crisis económica. “No hay trabajo”, responden la mayoría de los desocupados que buscan y no encuentran empleo en la ciudad del Monumento a la Bandera. En tanto, el informe constató que el desempleo es mayor para aquellas personas con menores niveles de educación, y que jóvenes y mujeres son los más perjudicados.

Distintos indicadores económicos no admiten discusión, porque evidencian la regresión en materia social y económica del país tras cuatro años de gestión macrista. La tasa de desempleo se agravará hacia fin de año y hacia el fin de ciclo de Cambiemos, sobre todo cuando se carguen los datos del cuarto trimestre.

En rigor, los últimos días de cara a las elecciones se suscitó una seguidilla de conflictos laborales. Tanto pymes como grandes empresas no resisten la macrisis. Arcor, Bagley, Scania, Renault, Loma Negra, Musimundo, entre grandes compañías más pequeños talleres y fábricas, protagonizaron cierre de plantas o quita de turnos, despidos, suspensiones, falta de pago de salarios, incertidumbre laboral por doquier, mientras se contrae la producción y se van apagando cada vez más máquinas. Proyecto mezquino el de la CEOcracia a cargo del gobierno.

Cambiemos deja un tendal bien federal, podría decirse. El caso más resonante de conflicto laboral de la última semana fue quizá el de Cidal, empresa con 65 empleados radicada en la provincia de San Luis que se dedica hace más de seis décadas a la producción de los tradicionales globos de agua Bombucha, un clásico de la temporada estival y de la fiesta de carnaval, y que también produce los preservativos Camaleón. La firma propuso cerrar y los trabajadores resisten, justo frente a un modelo económico de un gobierno bien empomador, si es que se permite el vulgar pero descriptivo regionalismo.  

La política de manual neoliberal de la suba de la tasa de interés, la caída de los salarios, la depresión del mercado interno, la apertura de importaciones, los tarifazos, la inflación por las nubes, destruyeron también el tejido industrial de la Argentina. Muchísimas personas a lo largo y ancho del país #sísepudieron ver perjudicadas por la orientación política e ideológica de este modelo de ajuste auspiciado por un gobierno de derecha, servicial, odiador serial de lo popular y recostado en el Estados Unidos de Trump y los planes del FMI, que, vaya coherencia, siempre terminan en catástrofes. Acá, allá y en todas partes del Mundo. Argentina, en un declive recesivo por donde se mire, es un país más desigual después de Macri.

La situación límite que más preocupa, y el futuro presidente lo sabe, es el notable crecimiento de la pobreza y la brecha de ingresos entre ricos y pobres. Datos del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav) son bien clarificadores: entre el primer semestre de 2018 y el primer semestre de 2019, las políticas de Cambiemos generaron seis nuevos pobres por minuto. Dicen desde la Undav que es una cifra alarmante. En la misma sintonía señalaron que con Macri 371 personas por hora cayeron en la pobreza, casi 9 mil por día; 270 mil por mes y 3.250.000 por año.

La realpolitik argenta muestra sus contrastes. Con la participación de industriales del sector alimenticio y referentes de movimientos sociales, entre otros invitados, en el patio de la Facultad de Agronomía de Buenos Aires con dos tractores de fondo apuntados para salir a trabajar la tierra, el candidato opositor más votado en las Paso, AF, presentó un plan para combatir el hambre, onda pacto social, bajo el lema “comer es un derecho y no un privilegio”. De las promesas de “pobreza cero” al “hambre cero”. La combinación de la pérdida de poder de compra de los ingresos de las mayorías populares y la feroz remarcación de precios dificultaron más todavía el acceso a bienes básicos para la supervivencia.

Una de las cuestiones que dificultan la compra de productos de la canasta básica es que Cambiemos terminará su mandato con 255 por ciento de inflación acumulada en cuatro años, contra 150 por ciento en el último gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, según mediciones oficiales. Pero para Macri la inflación era un problema que su gobierno venía a resolver de taquito.

Para colmo, en el “mes electoral” todavía repercute y sigue estrangulando presupuestos la devaluación pos Paso. Varias empresas, sobre todo del rubro alimenticio, ya se despacharon con aumentos de precios que promedian el 15 por ciento, que junto al descongelamiento de los combustibles licúan aún más el bono salarial (para el/la que cobra, claro) y el efecto del IVA cero que impulsó el gobierno a ver si se puede “dar vuelta” la elección, a la que llega con todas las de perder.

Pero Macri no es ningún Dios besa pies, ni pastor evangélico, ni hace milagros. Es, más bien, un ilusionista, un diablillo de derecha que detrás del show del Sí se puede esconde o pretende esconder las grandes destrucciones que siempre dejan estos mandatos neoliberales. Mientras endurece discurso y acciones fascistas, el presidente cree estar en 2015, con la pequeña diferencia, vale aclararlo, que ya gobernó cuatro años y todos y todas conocemos/padecemos las consecuencias. La transición a diciembre será durísima y lo que viene, también. Aunque, después de tanto desastre y un clima social de agobio, juegan muy a favor las expectativas que se generan ante una posible reactivación económica y un viraje cultural con un hipotético recambio presidencial.

Camino a las elecciones, el modelo económico de Cambiemos y del Fondo Monetario Internacional no para de dar muestras del grave deterioro que le generó al tejido sociolaboral de la Argentina. Al final del túnel no había luces, había cruces. El daño es mucho, mientras Macri continúa con el tour de campaña defendiendo las supuestas bondades de su proyecto, que se menea entre fracaso y lo peorcito, al menos, desde la recuperación democrática. El mismo proyecto que provocó una debacle de grandes magnitudes y empujó a millones de argentinos a un quebranto de su bienestar.

Sin embargo, las evidencias del retroceso en materia social, económica, política y cultural que sufrió el país tras el cuatrienio de gestión macrista son visibles a los ojos. Mauricio pies de mono (o patitas de gato) le caminó por encima a derechos y conquistas de las mayorías. “Vamos a ir en la misma dirección lo más rápido posible”, repite el presidente/candidato y da miedito. Los callos del modelo molestan, se tornan insufribles. Y la mentira, se sabe, se huele, tiene patas cortas.

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