En Bitácora de la sangre (Editorial Último Recurso), el más reciente poemario del militante y periodista Eduardo Valverde, el yo poético es un nosotros que rescata del olvido y convierte en arte las luchas colectivas por la liberación.

Toda poesía es militante. Porque toda expresión, palabra o signo (incluso no lingüístico) lo es. Lo que se dice, se dice desde un lugar en el mundo. El decir está situado y ese sitio define una posición ética y política con relación al mundo y a la existencia.

Para el teórico ruso Valentín Nikoláievich Voloshinov (1895-1936), el signo es el terreno donde se produce la lucha de clases. Todo producto ideológico, sea una teoría, una obra de arte, una ley, está compuesto por signos. Y para Voloshinov, el signo ideológico por excelencia es la palabra.

La poesía no sólo está hecha de palabras. Es una búsqueda, a veces desesperada, de la palabra. Y puede hacer de la palabra una herramienta fundamental en la lucha de clases. Así deviene en arma cargada de futuro.

Futuro, en referencia al porvenir, por ejemplo a una sociedad más justa y digna de ser vivida. Y también futuro en el sentido de la búsqueda permanente de nuevas miradas, de nuevas formas de decir, pensar y percibir el mundo a través del arte.

Durante siglos, desde las posiciones más conservadoras, se intentó ocultar este poder de la palabra y la poesía. Por estos días se cumplieron 700 años de uno de los poemas más importantes de la historia, La Divina Comedia, de Dante Alighieri. Se dijo, se escribió y se analizó (en muchos casos con sagacidad y erudición) los distintos aspectos de este poema infinito. Pero acaso no se haya destacado lo suficiente el carácter explícitamente militante, político y panfletario de la obra. Dante no sólo era un poeta político sino que él mismo era un dirigente político que vivía enredado en cruentas disputas por el poder.

“Militar” viene del latín “militans” y significa “el que se adiestra para la guerra”. La poesía de Eduardo Valverde no sólo se asume y reivindica con orgullo como poesía militante, sino que hace de las distintas formas de militancia, de construcción colectiva, de lo público, el centro significante de su poemario.

Las palabras de Valverde son armas cargadas de futuro, y están nutridas, además, por la memoria de las luchas colectivas del pasado, que se despliegan en una de las guerras sin cuartel que se está desarrollando en el mundo: la denominada batalla cultural, la lucha por el sentido común dominante.

Las posiciones que defienden el statu quo siempre intentaron debilitar el poder de la poesía. Encarcelarla en una torre de marfil aislada de la realidad del mundo. La poesía pasaría a ser un lujo para pocos, un artefacto que viene de la nada y que nada dice sobre el contexto social, político, emocional en que fue producida.

Esta concepción del mundo propio de la derecha política y cultural se basa en la idea de persona como ser individual e individualista, aislado en el mundo de la competencia, el consumo y los rigores del mercado. Y esta característica del capitalismo se exacerbó en tiempos de pandemia, por lo que Bitácora de la sangre, publicado en 2019, hoy es otro libro, más potente, más actual, más necesario.

Valverde hace un trabajo paciente y amoroso con la palabra, y configura un poemario donde la historia argentina (desde lo más general y macro hasta la anécdota más puntual pero significativa) se despliega con un lienzo lleno de matices, música y sorpresas.

La poesía de Valverde no es un hato de consignas gastadas que ya perdieron poder de fuego. El autor, que además de poeta y periodista militó durante la dictadura y se desempeñó como dirigente sindical, encuentra el tono justo para rescatar hechos (que van de 1980 a 2019) y convertirlos en una música inefable, calma, y a la vez contundente. Su mirada de cronista, de hombre de redacción y de acción, dota a su palabra de una fuerza y un poder no exento de ternura.

En el prólogo, titulado “Llamar la vida, aventar la muerte”, el profesor y escritor Roberto Retamoso ubica en forma precisa la propuesta de Valverde en el campo literario. “Enrolado en la tradición de la poesía social, de la poesía política –en esa tradición que en Argentina se inscribe tras las huellas de Raúl González Tuñón o de un Juan Gelman–, este libro de Eduardo Valverde no sólo a ese linaje rinde culto. Demuestra además –y no es precisamente uno de sus méritos menores– que el lenguaje poético, que la palabra trabajada por la máquina figural de la retórica, puede y debe –incluso podría decirse– hablar de las cosas del mundo”.

El amor, los anhelos de un mundo más justo desde la mirada de quien puso los pies en el barro y en la sangre se convierten en destellos de historias de luchas. Porque el lugar poético-existencial donde se para Valverde, es cristalino y refulge en cada palabra: es el lugar de las y los que luchan, de las y los que fueron vencidos pero siguen dando pelea.

El yo poético que configura el poemario de Valverde está volcado hacia los otros, la colectividad, lo comunitario. Es una subjetividad que deviene inter-subjetividad a través del diálogo.

Las lectoras y los lectores se convierten en protagonistas fundamentales de ese diálogo. Son interpeladas e interpelados ya desde la tapa del volumen. Los colores en movimiento y las texturas de la ilustración de Alicia Cámpora anticipan la tensión y la intensidad que luego se despliegan (con cambios de tono, de ritmo y de registro) en los versos.

Bitároca de la sangre rescata para la historia la vida y la lucha del pueblo. Lo que sucede en las calles, los hechos que están destinados a ser silenciados por los que manejan las grandes editoriales y los medios hegemónicos.

Valverde no sólo rescata, sino que convierte en arte, en poesía, la masacre policial de 1999, por ejemplo; las protestas de las trabajadoras y los trabajadores del diario La Capital de 2001, o la “jornada memorable” del 29 de abril de 2016, “la marcha multitudinaria de la CGT y las dos CTA para rechazar la política antiobrera del gobierno de Macri”. Organizaciones, gestas, luchas cotidianas, nombres e historias de hombres y mujeres encuentran en el libro su lugar en el mundo, a salvo del olvido.

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