educación

“Hablar de la ternura en estos tiempos de ferocidades no es ninguna ingenuidad. Es un concepto profundamente político. Es poner el acento en la necesidad de resistir a la barbarización de los lazos sociales que atraviesa nuestros mundos”.  (Fernando Ulloa)

 

A quienes somos docentes a veces se nos complica contar o explicar qué es lo que hacemos en nuestro trabajo. No podemos reducirlo a “doy matemática” o “doy contabilidad”, por ejemplo. En las escuelas acontece todo un mundo de situaciones, acciones, vínculos, emociones y aprendizajes. Sí, parte de nuestro trabajo es enseñar contenidos y procedimientos de distintas disciplinas como preparación para la vida en sociedad, pero no podemos dejar de decir que, en las escuelas, la palabra, la mirada y el encuentro son protagonistas.

Una de las evidencias más fuertes que arrojó la pandemia es que la escuela sigue siendo aquel lugar donde nos relacionamos, nos expresamos emocionalmente y aprendemos a tratar con otrxs. Cuando volvimos presencialmente a las aulas, nos dimos cuenta de lo mucho que nos hacía falta la vinculación, la necesidad de poner en palabras, de escucharnos y de expresarnos. En la escuela recibimos la vida como viene: en un contexto creciente de violencia, incertidumbre, miedo y angustia, lxs docentes tratamos de crear espacios seguros, de contención, donde pueda circular la palabra. A veces suele haber una tensión entre quienes afirman que la escuela debe ocuparse de los aprendizajes conceptuales y procedimentales, poniéndolos por sobre todas las cosas, y entre quienes sostienen que la construcción de los vínculos puede relegar, en importancia, a estos. La cuestión está en entender que el aprendizaje de la vinculación es igual de relevante que aquellos a los que denominamos como “imprescindibles para manejarnos en la vida”. Porque si bien ser docente implica ayudar a adquirir determinados conocimientos y procedimientos como la lectura y la escritura, por ejemplo, también es escribirle una carta al Ratón Pérez por el pibe que se le salió el diente y lo perdió, mediar entre otros que se están peleando, decirle a la nena que se angustia porque algo no le sale que tenga paciencia, que va a poder todo en la vida; coserle la remera al que bajó rápido la escalera y se enganchó la ropa con la baranda, explicarle a una familia que cada niñx tiene sus tiempos, acercarse y ayudar a quien está llorando a que pueda poner en palabras lo que le pasa. Eso y tantas otras cosas.

La violencia, el miedo y la incertidumbre que vivimos como sociedad permea en la escuela y casi que nos obliga a tratar de enseñar una ética diferente, un modo de comportarse frente a lxs otrxs y con lxs otrxs que signifique una alternativa a la manera de relacionarse que impera hoy en día. Por eso tratamos que la escuela sea un espacio de ternura, un lugar donde lxs niñxs puedan ver que otra forma de tratar a lxs demás que no sea con la violencia, es posible. Y porque creemos que es el camino para detener la destrucción del tejido social a las que nos fueron sometiendo ciertos poderes del Estado. Como docentes trabajamos en los vínculos porque creemos que es necesario aprender a vincularse sanamente, a expresar las emociones, a cuidar a lxs otrxs y a unx mismx.

Ser docente también es sabernos trabajadorxs de la educación y pelear por nuestros derechos. No reclamamos solo una cuestión salarial, sino, además, tener establecimientos en buen estado, material suficiente y adecuado para llevar adelante nuestro trabajo, y condiciones seguras y regulares con respecto al mismo.

Ser docente es trabajar para sanar los tejidos comunitarios que se han ido rompiendo, no solo con la pandemia, sino con el sistemático abandono adrede de un Estado que, a lo largo de diversos gobiernos, sobre todo el neoliberal de la década del 90, fue profundizando las problemática sociales. Por esto mismo, como docentes somos actores políticos, porque actuamos en la esfera de lo público y, como diría Freire, nuestra tarea exige un compromiso y una actitud en contra de las injusticias sociales.

Ser docente es seguir apostando a la escuela digna que siempre somos, la que sostiene, abraza, cuida, acoge, acompaña, escucha, grita y denuncia.

Ser docente es proponer otra ética, la de la ternura, es abogar por otra forma de relacionarnos, que rompa la mercantilización de los vínculos, el utilitarismo, que aporte herramientas para que lxs pibxs puedan construir sanamente su identidad.

Ser docente es seguir creyendo.

 

*Profesor de educación primaria y profesor de filosofía. Docente de la Escuela N° 1.232 Domingo Savio

 

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