La carrera del maratonista ¿rosarino? que conquistó la medalla dorada en Los Ángeles 1932 se podrá leer en el libro de los periodistas Luis Vinker, Rubén Aguilera y Eduardo Biscayart, que sale a pista esta semana.

Delfo Cabrera tiene apenas 13 años cuando ve en el diario de agosto la noticia de la victoria argentina en la maratón de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932. A la madre le dice que él va a ganar alguna vez esa carrera, y al padre le promete que su apellido será reconocido mundialmente. 16 años exactos después de aquel pronóstico, el reconocido maratonista y peronista de Armstrong le envía una carta a su mamá, contándole la hazaña de Londres 1948. Y cierra su texto: “Quiero ir al cementerio a decirle a mi padre que he cumplido con mi palabra”. Aquella gesta que inspiró a Delfo tras ver la crónica en el diario la llevó a cabo Juan Carlos Zabala. Ambos santafesinos se calzaron la olímpica medalla dorada un 7 de agosto. Por eso, en esa fecha se celebra en el país el Día del Maratonista.

Y como los números redondos siempre son una buena excusa para recordar fechas importantes, los periodistas Rubén Aguilera (también ex atleta), Eduardo Biscayart y Luis Vinker publicarán esta semana el libro Zabala, un campeón excepcional, a 90 años de aquel triunfo histórico del Ñandú Criollo en la maratón, que significó además la primera presea de oro para el país en un juego olímpico. “El libro tiene mucho que ver con Rosario, porque una de las versiones es que Zabala nació ahí”, adelanta Vinker en diálogo con El Eslabón sobre el atleta que pasó gran parte de su infancia en Colonia Hogar Ricardo Gutiérrez, en Marcos Paz. El autor de la también reciente publicación Guillermo Vilas. El número uno, repasa en la entrevista su pasión por los deportes y por el máximo referente del tenis nacional.

No soy de aquí ni soy de allá

Si bien la historia oficial y Wikipedia dirán que nació en Rosario, existen ciertas controversias que ponen en duda el origen de Zabala, como así también la fecha exacta de nacimiento, según comenta Vinker. “El libro tiene mucho que ver con Rosario, porque una de las versiones es que Zabala nació ahí. Incluso, Rosario lo tiene como un campeón olímpico que nació ahí. Es una historia muy larga”, anticipa el autor sobre el libro editado por Ediciones Al Arco, que verá la luz esta semana. “Nací en la embajada francesa en Buenos Aires. Mi padre era un oficial de la armada de Francia que murió en Scapa Flow, durante la Primera Guerra Mundial. Cuando mi madre se enteró de eso, murió de un infarto”, se lee el testimonio del propio Zabala en el libro Aventuras en las pistas, también de Vinker.

Pero su controvertida partida de nacimiento es apenas una parte de este laburo tripartito, que se empezó a parir “como una recopilación que nos permite reconstruir esa época”, cuenta el periodista de Clarín, con orígenes en la revista El Gráfico.

Zabala, con la 12 en el pecho y la Argentina en el corazón

Del maratonista resalta que “fue el primer campeón olímpico de nuestro país”. De ahí el nombre del libro. “Es el campeón olímpico de maratón más joven de la historia mundial”, agrega sobre esa marca que logró por tener apenas 20 años, y que aún sigue vigente. Y si bien estas ideas, datos y crónicas fueron volcadas al papel, Luis asegura que Zabala “tiene una vida de película”.

La gesta del Ñandú Criollo fue el puntapié inicial para lo que vino después en esta prueba extrema del atletismo para los argentinos: Delfo Cabrera se colgó la medalla de oro en Londres 1948 (en esa carrera hubo dos compatriotas más entre los 10 primeros: Eusebio Guinez terminó 5°, y Alberto Sensini 9°) y Reinaldo Gorno la de plata en Helsinki 1952 (culminó sólo por detrás del gran Emil Zatopek, la Locomotora Humana). Pero la bonanza de maratonistas nacionales decayó tiempo después. “Hasta el año 60, la maratón no tiene nada que ver con lo que es hoy. Porque regía la exclusión africana. Y ahí cambia el mundo completamente”, explica Vinker. “Argentina había tenido una buena tradición en ese deporte, pero en verdad alcanzaba a muy poca gente en el mundo. Hubo un ciclo de 30 o 40 años en los que el país se destacó. Todo eso se acaba en la década del 60”, lamenta.

Las 2 horas, 31 minutos y 36 segundos que le llevó a Juan Carlos Zabala recorrer los 42 kilómetros y pico le valió no sólo la presea dorada, sino también un récord olímpico. Se retiró en una exhibición en la ya desaparecida pista olímpica del estadio Monumental, en el entretiempo de un partido de River, en 1939.

Carrera de periodismo

La trayectoria de Luis Vinker en el periodismo deportivo le escapó a la lógica actual de la profesión, en la que el fútbol se lo comió todo. O casi todo. Asegura que el popular deporte de la redonda siempre le gustó, pero no se ató a eso. “El tenis me encantó, fue en lo que más estuve. Pero todos los deportes me gustan. El básquet, vóley, cubrir los Juegos Olímpicos lo disfruté mucho”, destaca este cronista que laburó en secciones deportivas durante 20 años, y se corrió de esa especialidad en 1997. Aunque, con algunas notas publicadas en su actual laburo, el diario Clarín, y en libros, despunta el vicio que inició en la mítica revista El Gráfico.

Pese a ser el autor de los libros Aventuras en las pistas, Atletismo en Argentina, Jesse Owens y la conexión argentina, Pelé en celeste y blanco y Guillermo Vilas. El número uno, no se considera escritor. “Y no creo que lo pueda ser a esta altura”, afirma. Dueño de una cantidad impresionante de datos estadísticos y archivos, el también ex director del vespertino La Razón remarca que “muchas veces, en el trabajo nuestro del día a día en el periodismo, hay muchas historias que quedan colgadas, y no tenés el espacio y el tiempo para desarrollarlas. Y con el libro sí te pasa”. Agrega que así fue como escribió el libro sobre los pasos de Edson Arantes do Nascimento, O Rei, en las canchas argentinas. “Además, eso me sirvió para volver a tener contacto con los jugadores de esa época. Una experiencia muy gratificante”, resalta.

Vilas, sos el número uno

Guillermo Vilas ganó 4 Grand Slam: Roland Garros y el US Open en el 77, y el Australia Open en el 78 y 79. Wimbledon, que se juega en superficie de césped, fue su cuenta pendiente. “El pasto es para las vacas”, se defendió una vez. Pero el gran Willy no sólo jugó al tenis, aunque fue lo mejor que hizo y por lo que se destacó. Es muy fanático de la música, de la poesía, de la pintura. Del arte, bah. Participó en cine y en los 90 se lanzó como cantante. Fue amigo del Flaco Spinetta y editó un disco de música electrónica e impuso algunos hits. Un todo terreno.

“Mis comienzos en el periodismo deportivo estuvieron muy vinculados a seguir la campaña de Vilas. Es un tema que me toca muy de cerca”, cuenta Luis Vinker, que recientemente publicó Guillermo Vilas. El número uno.

El autor señala que cuando vio la serie de Netflix Vilas: serás lo que debas ser o no serás nada (2020) –un gran laburo del periodista Eduardo Puppo, que muestra el camino que recorrió para comprobar que Guillermo fue número uno del mundo, pese a no ser reconocido como tal por la ATP– cayó en la cuenta de que “mucha gente más joven, que no había vivido aquella época, no conoció la dimensión de lo que significó Vilas en su época”. Y con eso como objetivo, se largó a escribir: “Traté de reflejar eso, de contar cosas que había vivido y me parecían importantes”. 

Sobre la historia de este hombre con vincha y pelo largo que popularizó el tenis en el país a base de hazañas, Vinker admite que “es lógico que con el paso del tiempo se pierdan algunas cosas, algo que le pasa a todos los ídolos populares y figuras del deporte”. Aunque aclara: “Los jugadores más jóvenes, todos, saben lo que significó Vilas”.

“Vilas fue reconocido y el tenis mantiene la popularidad que se construyó en su época”, afirma Luis, que construyó su libro “a través de entrevistas con gente que también participó de esa época”, para “tener una visión actual de lo que se vivió” en aquel momento glorioso del deporte blanco. “Por eso –sigue– hice unas 20 o 30 entrevistas con contemporáneos de él, porque con el paso del tiempo uno ve las cosas de manera distinta. Había aspectos que no conocía tanto, sobre todo en sus comienzos. Así que para tener una visión más global, hablé con gente que estuvo mucho con él”. Y agrega: “Hay otra gran parte del libro que es de archivo, de volver a ver las cosas que me había tocado cubrir en su época”. 

Como cierre, Luis Vinker se remonta a su etapa de pibe, aún en el colegio secundario, cuando se maravilló con las cosas que hacía con la raqueta y la pelotita amarilla ese muchacho con pinta de rockstar. “Lo vi ganar el Abierto de EEUU en el 77”, rememora. Y concluye: “Me emocionó mucho cuando ganó acá un partido de Copa Davis ante Estados Unidos, en el 83. Eso fue lo que más me impactó porque fue en la Argentina, había mucha euforia”. Aquella épica victoria de octavos de final no alcanzó para conquistar la errática –hasta 2016– Copa Davis. Pero sí para que a miles de pibes y pibas, como Vinker, les naciera la pasión por el tenis.

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