Verónica Sánchez Viamonte, hija de un rugbier desaparecido y nieta de una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo-La Plata, construye altares en honor a Maradona. Ya lleva unos 300.

Un cartonero camina, con su carga a cuestas, por una calle de La Plata. Se detiene ante un altar que consagra el culto de Diego Maradona, deja una de las zapatillas que lleva puesta, y continúa su marcha con un pie descalzo. Enfrente vive la arquitecta Verónica Sánchez Viamonte, creadora de ese y de otros 300 altares más que rinden homenaje a D10S. Santiago Sánchez Viamonte, su papá, conocido como el Chueco, se destacó como medio scrum en La Plata Rugby Club, y al igual que su mamá Cecilia Eguía, forma parte de la tristemente larga lista de desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. Herenia Sánchez Viamonte es su abuela de 96 años, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo-La Plata. Beto es su abuelo materno, quien la crió y le enseñó a canalizar el amor a Maradona a través de los altares.

Santa Maradona

En el año 1986, su abuelo Beto recortó de un diario una imagen de Diego Armando Maradona e hizo de eso un altar al que solía arrimarle comida y bebidas, y pedirle que la Selección Argentina vaya contra todos los pronósticos y gane ese Mundial que se disputaba en México. “Le daba pastel de papas, un vasito de vino, un pucho. Decía que Diego era el que nos iba a salvar y a hacer ganar”, recuerda Verónica Sánchez Viamonte, quien se crió con sus abuelos tras la desaparición de sus padres. Diego, finalmente, levantó la Copa del Mundo en el Azteca “y a partir de ahí quedó eso del altar”.

Esta docente de la UNLP asegura que “siempre admiré la figura de Diego y no sólo como jugador sino también como persona”, y que por eso, cuando su abuelo falleció, continuó con el legado de los santuarios “un poco en homenaje a los dos”. Cuenta que “de repente todo el mundo me iba trayendo cositas para poner en el altar y se fue haciendo mucho más grande ahí en mi casa”, y que “cuando murió Diego dije «algo tengo que hacer»”.

“El papá de mis hijos me dice «por qué no hacés un altar como el del Gauchito Gil y lo ponés en la calle». Enfrente de mi casa tengo una rambla muy grande, así que lo hice. Lo pensé, lo diseñé. Y se me ocurrió hacer, no uno sino diez, para ponerlos en distintos lados”. Así nació esta locura, no la traten de entender.

Maten al rugbier

El periodista y escritor Claudio Gómez investigó como pocos la historia de los 20 desaparecidos de La Plata Rugby Club, y la condensó en su libro Maten al rugbier. Una de esas historias –contada también en el libro Deporte, desaparecidos y dictadura de Gustavo Veiga– es la del Chueco Sánchez Viamonte, jugadorazo del deporte de la ovalada y militante del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) hasta que la dictadura lo desapareció. “Era crack mi viejo, era figura”. Verónica no lo pudo ver jugar, pero cada vez que lo menciona, quienes sí lo vieron jugar le devuelven: “¡Lo que jugaba tu viejo!”.

Su teoría es que “al ser Maradona el mejor jugando al fútbol, de alguna manera yo hacía como una transferencia con mi papá”. Y explica: “Quería ver a mi viejo o a algo de mi viejo en esa figura de Maradona, aunque nada que ver. Así que tuve como esa relación filial, ese amor casi de familia”.

La autora de la novela Magdalufi agrega que “además, estaba en una familia a la que le habían pasado un montón de cosas, entonces ver a mi abuelo festejar con toda esa alegría, también me daba satisfacción. Nos dio una alegría así a nosotros, que estábamos tan golpeados. Siempre lo sentí como si fuera mi familia, aunque nunca lo conocí”.

El Patrono del bien

Empezó por altares chiquitos, para amigos y cercanos. “Los vendía y con eso financiaba los que pongo gratis en los clubes y en los barrios”, le cuenta Sánchez Viamonte a El Eslabón. Madera terciada, la imagen de Diego y una bandera argentina que lo corona como protector de pibes, potreros, del pueblo, de la lealtad, de la magia, de la gloria, de la lucha, y varios patronos más. Su autora remarca que sus obras también tienen “flores, y llevan escrita la parte de una canción que lo evoca en Dorados” de Sinaloa, el club mexicano que dirigió antes de Gimnasia de La Plata. “Como que fui sacando varias cosas de los distintos altares populares, como el del Gauchito Gil, la Difunta Correa, Gilda, y lo mezclé”.

Pero Verónica aclara que la obra no concluye ahí, en sus manos, sino que “la idea –dice– es ponerlos y ver qué pasa con la intervención de la gente en esos espacios”, ya que “lo que hago no es un altar terminado, sino que hago eso y lo pongo”. Y revela las situaciones locas y lindas que vive con el que instaló frente a su casa en La Plata: “La gente va y le deja flores, le deja piedras, le deja velas, la otra vez vi que tenía un montón de plumas. Un cartonero una vez se sacó una zapatilla y se fue con una sola zapatilla puesta, a eso lo vio mi hija. Otros pasan y lo tocan, le dan un beso y siguen. Había un pibe que se sentaba todas las mañanas a tomar mate. Eso sólo en el que está frente a mi casa, que es el que puedo ver todos los días. No sé en los otros”. En los casi 300 santuarios de su autoría repartidos a lo largo y ancho del país “ni me quiero imaginar lo que ocurre, aunque me gustaría saberlo”.

La docente universitaria rememora que “cuando arranqué con esto muchos me decían que estaba loca, porque iba a poner plata de mi bolsillo para el altar y lo van a romper o a robar. Y hasta ahora, sólo me enteré que se robaron uno solo, en Parque Chacabuco”. Y se refiere al caso, entre risas: “Me enteré porque un pibe, en las redes, todos los días me mandaba: «Acá me vine a tomar unos mates con Diego», al otro día «acá me vine a leer unos apuntes con Diego», y así todos los días me mandaba una foto de él con el Diego de Parque Chacabuco. Y un día me dice, indignado, que se lo habían robado. Y seguía la investigación del caso, jaja. Muy divertido”. Y desea: “Me gustaría ver qué será de los altares en 10 años”.

La producción fuerte se produjo cuando el Movimiento Evita le encargó 110, en el marco de las jornadas “Sin potreros no hay 10” que se realizaron en todo el país. “Yo los doy gratis, pero en este caso ellos me facilitaron los materiales, porque yo soy docente”. Esa movida le permitió llegar “desde Ushuaia a Jujuy, pasando por Córdoba, Misiones. En todas las provincias. También pusieron un par en Rosario”. Lo único pendiente es traspasar las fronteras, aunque el interés existe: “Sí me contactan en las redes brasileros, puertorriqueños, me hice una amiga alemana, gente de Italia, Chile, Estados Unidos, de Uruguay. He conversado con esas personas que tienen una admiración tremenda por Diego”. Así que las y los interesados, sólo deben escribirle al Instagram @santamaradona10. Porque en definitiva, “los altares son para mantener vivo a Diego”.

Maradona, Verdad y Justicia

En la memorable y lluviosa jornada de noviembre de 2005 en el estadio José María Minella de Mar del Plata, Verónica Sánchez Viamonte participó de esa contracumbre como militante de Hijos La Plata. Hugo Chávez, principal orador del acto que pretendía rechazar al Alca, llamó al micrófono a Diego Armando Maradona, para que diga unas palabras. “La argentina es digna. Echemos a Bush”, tiró.

“Cuando lo veo a Diego ahí, me dije que no puede haber otra persona con la que me identifique tanto”, recuerda esta militante de derechos humanos que en 2008 participó del equipo que diseñó la señalización para los Centros Clandestinos de Detención en la provincia de Buenos Aires. “De repente, en cada cosa que él decía o hacía, lo admiraba. Sobre todo por cómo se involucró con la gente, y no es casual que él haya apoyado los gobiernos de Chávez, Lula, que se haya involucrado con las Madres, las Abuelas, que siempre reivindicó a los 30 mil desaparecidos”.

La arquitecta ve en el Pelusa a “un tipo que peleó por el otro, ya sea un compañero jugador de fútbol o un obrero”, y considera que “la persona que le brinda todo al otro ya es un acto de militancia en sí. Diego cada vez me enorgullecía más”.

Además, lo defiende: “Muchos dicen que él tenía contradicciones. Yo digo que no las tenía, que él era fiel a sí mismo”. Y sobre la marcha del 24 de Marzo, dice: “Sé que él está con nosotros. Y que hubiese estado en la marcha con nosotros, aunque le era muy difícil salir a la calle siendo Diego. Siempre lo sentí de nuestro lado, del lado de la gente”.

Horas después de aquel acto en la ciudad balnearia, Néstor Kirchner y otros presidentes de la Patria Grande, tal como pedía Maradona, echaron a Bush. Alca, ¡Alcarajo!

Madre hay una sola

Herenia Sánchez Viamonte es la única Madre de Plaza de Mayo viva en la ciudad de las diagonales. Las restantes, con las que fundó la organización de derechos humanos y las que se sumaron después, siguen vivas también, pero en la memoria y en la lucha. Los últimos 24 de Marzo “están muy atravesados por mi abuela”, dice Verónica, que después de un tiempo volvió a contar su experiencia de vida en escuelas y barrios. “Tenemos que recuperar ese espacio de seguir transmitiendo a otras generaciones lo que fue la dictadura, lo que fue para nosotros personalmente y para la sociedad. Creo que nos escuchan de otra manera cuando es en primera persona”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 24/03/23

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