La campaña entra en la recta final. La derecha neoliberal espanta con sus propuestas de ir marcha atrás, metiendo hacha y palos. Con el agua al cuello, el gobierno acordó y pagó al FMI, que promete girar dinero después de las Paso y a cambio de más ajuste, a riesgo de recalentar la presión inflacionaria.
Argentina alcanzó un nuevo entendimiento a nivel técnico con el Fondo Monetario Internacional por el pago de la pesada deuda heredada del macrismo. Como resultado de las tensas negociaciones, el organismo se comprometió a adelantar unos 7.500 millones de dólares, pero después de las elecciones primarias del próximo domingo. El acuerdo, aunque todavía falta que lo apruebe el directorio del Fondo, llegó al filo de las Paso, en un contexto crítico, plagado de dificultades económicas y sociales para las mayorías populares. Igual llegó, destacan desde el gobierno, contra las operetas opositoras para dilatarlo.
El visto bueno del “recalibramiento” del acuerdo, después de que Argentina incumpliera metas en la primera mitad del año a raíz de la sequía, están sujetos al cumplimiento continuo de reducción del déficit fiscal, recortes en el gasto público, orden en políticas monetaria y de reservas. El FMI, siempre un factor desestabilizador, pide más de lo que da y pretende más ajuste para entregar la plata, en un momento donde no sobra nada y el dólar, a los saltos, condiciona. “Con ayudas así…”, habrá pensado Sergio Massa en el sprint final de la campaña. Con las urnas a la vista, el riesgo de seguir al pie de la letra los dictados-bomba del FMI es mayúsculo.
“En términos generales es un acuerdo contractivo e inflacionario, con una tendencia redistributiva desigual. Pese a que el oficialismo lo presentó con una visión optimista, no es una muy buena noticia. El FMI juega políticamente y no lo hace favorable al oficialismo ni a la Argentina, como en su momento sí lo hizo en el gobierno de Mauricio Macri”, opinó el economista y docente universitario Andrés Asiain.
Según el Departamento de Comunicaciones del FMI, en Argentina “siguen siendo necesarios esfuerzos para contener el crecimiento de la masa salarial, actualizar las tarifas de energía y fortalecer los controles de gasto a través de una asistencia social mejor focalizada y una mayor racionalización de las transferencias corrientes a las provincias y empresas estatales”. Para el Fondo, “la situación económica de Argentina se ha vuelto muy desafiante”, desentendiéndose del asunto como perro que volteó la olla.
Asiain repasó algunas claves de la última revisión del acuerdo: “Se mantiene la meta fiscal del 1,9 por ciento del producto bruto, lo que implica una política fiscal muy restrictiva, algo novedoso para un contexto electoral. La devaluación impositiva (medidas que anunció Massa a pedir del Fondo, con la nueva versión del dólar agro) puede facilitar el objetivo de mejorar la recaudación y las cuentas públicas al aumentar el dólar exportador e importador para ciertos productos a través de impuestos”.
Y agregó: “El FMI impone una suba de tarifas, planchar los salarios públicos y revisar la política social, es decir ajustar planes sociales. Todas políticas difíciles antes de una elección. Pensemos que también habla de mantener el dólar oficial aumentando al ritmo de la inflación, sumado a la devaluación sectorial y el aumento de tarifas, es esperable que haya una aceleración de la inflación, lo que tampoco es una buena noticia para el oficialismo”.
El director del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso) analizó: “Si bien el acuerdo relaja el objetivo de reservas para el año, planteando una acumulación de mil millones de dólares netos, implica que, por el pozo de reservas en el que estamos actualmente, hay una necesidad de acumular unos seis mil millones de dólares, algo de muy difícil concreción, salvo que haya una fuerte devaluación o un freno de la actividad por el lado de las importaciones”.
Para Asiain, lo más destacado y preocupante del acuerdo es que el FMI “toma una decisión política de frenar desembolsos para después de las Paso. Esto compromete por un lado el nivel de reservas que tiene el oficialismo y por otro hace la situación más vulnerable en la previa de las elecciones. El FMI quiere ver el resultado de las Paso para saber cómo negociar”. El economista del Ceso reflexionó que “otra novedad del acuerdo es que impone un monitoreo permanente y no trimestral, para que se vaya avanzando en el cumplimiento de los objetivos. Algo así como ponerle un collar al gobierno y tenerlo atado”.
Sin el dinero que el FMI prometió adelantar recién después de las Paso y sin tocar las escuálidas reservas del Banco Central, el gobierno debió afrontar en estos días pagos de vencimiento por unos 3.500 millones de dólares mediante un crédito puente de la CAF-Banco de Desarrollo de América latina, con DEGs (derechos especiales de giros, la moneda del Fondo) y con los yuanes del swap (intercambio de monedas) con China, que volvió a aparecer como prestamista de última instancia como en el pago anterior que Argentina le hizo al Fondo.
“Que estemos pagando una parte de lo que le debemos al FMI con dinero que nos presta China implica que estamos en medio de una puja geopolítica, en la que el único que manda no es Estados Unidos, sino que también tenemos relación con China. Obviamente China no nos va a regalar nada y tiene sus condicionamientos, pero a diferencia de los condicionamientos del FMI y Estados Unidos, que tienen que ver con las cosas que no tenemos que hacer para desarrollarnos, el condicionamiento de China es que nos pueda acompañar en el desarrollo”, diferenció el economista Juan Valerdi.
“No es casual que el FMI haya dejado el desembolso para después de las Paso”, subrayó el docente de la Universidad de La Plata, “ya que la intención del Fondo es que no le pagues para que tengas que negociar permanentemente”.
Desde Washington sí se ve
Massa, una de las tres patas en el armado del ex Frente de Todos, político de profesión y hombre con llegada al círculo rojo del poder, cumplió un año como superministro de Economía. “Agarró una papa caliente”, lo respaldó CFK en campaña. Llegó al Palacio de Hacienda tras el interinato de Silvina Batakis, y cuando había transcurrido un mes de la estridente salida de Martín Guzmán, en medio de golpes de mercado, tensiones cambiarias, presión devaluatoria, con pocas reservas, y con el FMI manejando los hilos de la economía local. Le tocó, también, la sequía más grave de los últimos setenta años y sus consecuencias recaudatorias en un país dependiente de la actividad agrícola. Es presentado como el candidato oficialista de “unidad”, aunque tiene que enfrentar a Juan Grabois en la interna de Unión por la Patria.
El Massa ministro enseguida se colocó el traje de estabilizador, de ordenador de la macro. El Massa candidato la tiene difícil y no tiene mucho para mostrar de la gestión Massa en Economía. En el último año empeoraron o, en todo caso, no mejoraron mucho los principales indicadores económicos. Los más sensibles, como los índices de salario, inflación y pobreza, están en clara fase negativa.
Massa impulsó alivios fiscales y bonos compensatorios para jubilados. Y hasta la sequía, sobrecumplió metas con el Fondo. Puede mostrar buenos números vinculados a la actividad, sobre todo en el sector industrial, y al empleo, que si bien hay más también vale mencionar que la precariedad, la desigualdad entre registrados y no registrados, con el fenómeno de trabajadores formales pobres (con ingresos por debajo de la canasta básica que mide el Indec), fue in crescendo.
Como era de esperar, se acelera la dolarización en vísperas de las Paso, moviendo la cotización del blue. No sólo el Fondo busca condicionar. Faltan dólares por la deuda pública y por la sequía. Pero también por la sangría en la balanza de lo que entra y sale del país. “De los 45 mil millones de dólares al Banco Central del excedente comercial por el superávit de exportaciones e importaciones en los primeros tres años de gobierno, se fueron 25 mil millones para cancelar deuda privada”, advirtieron desde el Centro Cifra, dependiente de la CTA-Yasky.
Al Fondo a la derecha
Al momento de proponer soluciones ante los tres temas principales que atraviesan la actual coyuntura económica, como deuda externa, salarios e inflación, la mayor coalición opositora de Juntos por el Cambio tiene poco y nada que ofrecer. En rigor, durante el macrismo se retornó al Fondo Monetario Internacional para dejar un endeudamiento brutal y asfixiante (el mayor en la historia del país), se podó los salarios un 20 por ciento de su capacidad adquisitiva y aún no logra recuperarla; se cerraron fábricas, comercios, se destruyó empleo, creció la pobreza y se duplicó la inflación.
Los precandidatos de derecha (halcones o palomas) están en modo honestidad brutal, diciendo a viva voz todo lo feo que van a hacer en caso de ser gobierno. Revolean promesas de mano dura, de privatizaciones de empresas y ataques a la educación pública. Las últimas declaraciones ¿improvisadas? de Patricia Bullrich y de algunos asesores espantan a cualquiera. Resultan, suele decirse, un tiro en el pie.
Bullrich primero propuso un blindaje (más deuda) con el FMI para “salir del cepo”, en referencia al esquema de regulación cambiaria, una idea que remite directamente a la crisis de 2001 y a la Alianza, gobierno del que ella formó parte.
Días atrás, la ex ministra de Seguridad de Macri, responsable política de la desaparición seguida de muerte del artesano Santiago Maldonado durante una protesta mapuche en el sur que reprimió Gendarmería, de la que se cumplieron seis años, anticipó que, en caso de asumir el gobierno, mostrará “a corazón abierto cómo está el país” y para eso se meterá con una cámara de televisión al Banco Central (al estilo show de los retroexcavadoras en la Patagonia en busca del dinero K enterrado ¿?). “No hay más reservas, hay reservas negativas”, se alarmó Bullrich, aunque las operaciones de reservas internacionales sean registros electrónicos y no haya billetes verdes físicos atesorados en una gran y enigmática bóveda. Mucho Netflix o Tik Tok, quizás.
Dante Sica, ex ministro de Industria del macrismo y actual asesor de Patricia Bullrich, pidió “suspender” convenios colectivos de trabajo para luego “modernizarlos”. Desde la CGT, alineada con Massa, salieron al cruce. Luis Campos, coordinador del Observatorio de la CTA Autónoma, advirtió: “El equipo de Juntos por el Cambio va precisando lo que entiende por reforma laboral. El eje fue la suspensión de la ultraactividad. Un concepto técnico en el que se juegan derechos de varios millones de trabajadores”.
Arriba los salarios
Jujuy es la precuela de un hipotético gobierno de derecha neoliberal. Un botón de muestra. El Tercer Malón de la Paz de las comunidades originarias llegó a Buenos Aires después de recorrer durante varios días casi dos mil kilómetros desde la Puna, pasando por Rosario y haciendo flamear las banderas whipalas bien arriba, movilizados en rechazo a la reforma constitucional jujeña, en defensa del salario docente y en repudio a la represión desatada por el gobernador Gerardo Morales, el radical candidato a vice de Horacio Rodríguez Larreta. También marcharon en defensa de los recursos naturales.
Ese mismísimo 1° de agosto, Día de la Pachamama, justo en pleno ritual de la caña con ruda, el economista Carlos Melconian, ex presidente del Banco Nación durante el gobierno de Macri, quien sueña ser ministro de Economía de un eventual gobierno de Larreta o de Bullrich, recomendó tomar el “jarabe de la devaluación” para después de las Paso. Trago amargo para las mayorías, se sabe, pero dulce para oligopolios, especuladores y formadores de precios, “cuatro o cinco vivos” que vienen acrecentando márgenes de ganancia a la pavote.
El Fondo, un dispositivo geopolítico bajo control de Estados Unidos, país muy interesado en nuestros recursos naturales y en especial el litio explotado en el norte argentino, quería una devaluación general y el gobierno hizo una devaluación selectiva. En efecto, el encarecimiento del precio del maíz (dólar agro) empezó a impactar en productos de la canasta básica alimentaria. Se suman incrementos tarifarios, en combustibles y la histeria verde alrededor del dólar. La inflación desaceleró en el nivel general durante dos meses consecutivos, aunque varias consultoras ya advirtieron un posible cambio de tendencia. Malas noticias para los bolsillos de las mayorías.
El investigador Luis Campos, de la CTA Autónoma, indicó que el salario real llega a las Paso en los mismos niveles que en diciembre de 2019 y alrededor de 20 por ciento abajo en términos reales en comparación con 2017. En un año que se caracterizó por dispersión en las negociaciones salariales en paritarias, tanto en los porcentajes como en los plazos y cuotas, producto de la disparada inflacionaria, que el Fondo y sus recetas buscan recalentar.
“Exceptuando el comienzo de mandato del FdT cuando se decretaron incrementos salariales de suma fija, el nivel real del salario estuvo siempre por debajo del valor que promedió en el último año de Cambiemos”, se analizó en el último informe de coyuntura del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía (Mate). “De no revertir rápidamente el escenario, el salario habrá caído en los cuatro años de mandato del FdT”, se advirtió desde el grupo rosarino Mate.
Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 05/08/23
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