Con la publicación de Obturación del límite, el poeta, periodista y militante Eduardo Valverde despliega el poder de lo colectivo y la lucha de clases. Una apuesta fuerte (y a la vez sutil) contra los discursos de odio y la glorificación de la injusticia social.

Una profunda y sutil operación poética (en el sentido etimológico del término “poesía”, que remite a “creación”) estructura el más reciente poemario de Eduardo Valverde. El “yo poético” deviene un nosotros, se hace colectivo, derrama hacia las más diversas formas de la otredad. Bajo la atenta y activa mirada del poeta, el pueblo aparece como sujeto de cambio y actor fundamental en la historia de la lucha de clases. Y el prójimo, a partir de un imperativo ético tan viejo como la civilización, se fusiona con el que observa. Lo mismo sucede con otros tiempos históricos, otros lugares, e itinerarios vitales que se cuentan desde un yo, desde una mirada claramente situada, pero que se trasciende a sí misma. Lo individual puede a la vez ser plural. Y lo íntimo, social. El proyecto poético de Valverde se inscribe en la poesía militante, comprometida, que se convierte (“arma cargada de futuro”) en un instrumento al servicio de la memoria, la verdad, la justicia y, sobre todo, la Revolución.

Los versos de Obturación del límite (Editorial Último Recurso, 2023) denuncian la violencia que es inherente al capitalismo. Sus imágenes poéticas (que poseen toda la potencia de aquello que fluye suave e imparable) recuperan los colores, aromas, sonidos, sabores y sensaciones táctiles de una realidad social cada vez más injusta y brutal, en la que algunos pretenden que todo, sin excepción, se convierta en mercancía.

Pero la poética de Valverde ofrece otro tipo de alquimia. Por su libro desfilan mujeres, hombres, objetos, plantas, animales, sueños, fantasmas, recuerdos y hechos que se ubican en las antípodas de la lógica devoradora del mercado. No todo es mercancía. Ni lo será, porque existe la lucha de los pueblos.

Grandes luchadoras y luchadores sociales, militantes, sindicalistas y dirigentes transitan las páginas del libro. Como si marcharan, con decisión y ternura, por la calle, la plaza, el ágora, el lugar de la lucha. Todos ellos y todas ellas comparten, con naturalidad, el espacio poético junto a los familiares y seres más cercanos al autor. No son meros temas ni referencias. La operación poética se ubica en otro nivel diferente al de los contenidos. La alquimia de Valverde es revolucionaria, rebelde y disruptiva porque opera en la construcción de un yo que es siempre un nosotros. 

La condición de posibilidad de esta construcción de un yo colectivo implica la creación de una mirada, un sitio desde donde desplegar esa visión siempre marcada por la necesidad imperiosa y urgente del más profundo cambio social.

Obturación del límite es una obra de muchas y muchos. Y este hecho se hace evidente incluso antes de la lectura. Ya como objeto, este libro tan bellamente editado e ilustrado, es obra que trasciende lo individual. 

El prólogo de Flavio Zalazar resulta una invitación indispensable, una bien fundamentada puerta de entrada al mundo poético del autor. El volumen incluye dos ilustraciones de Alicia Cámpora: “D.STROZOS” en la tapa (técnica mixta, 2021) y “Pandemia” en el interior (biromes, 2021). Los sentidos que se despliegan a partir de estos códigos visuales se conjugan, como en una suerte de danza semiótica, con las palabras y los silencios de los códigos lingüísticos.

“Un amasijo de vértices poéticos se insinúan en el libro. Será que Eduardo, esa «patrulla perdida» que circunda las poéticas de los sesenta y setenta de sus mayores y la de los ochenta –sus co-generacionales– encastra con originalidad propia, en un continente más amplio, o mejor dicho, más geográficamente localizable: el de la tradición literaria de la ciudad de Rosario”, señala Zalazar en un prólogo cuyo título es toda una síntesis de la propuesta escrituraria del volumen: “La poética de la lucidez… y la ternura”.

En el poema “La pulga”, dedicado a Juan Emilio Basso Feresin (Juane) y al Cholo Budassi, se lee “Ahora los dos son suave memoria”. La suavidad, instalada en la mirada del autor, y también en el fluir de sus versos, deviene potencia, fuerza. Y es además un acto de resistencia contra el odio. Los distintos personajes, épocas y situaciones danzan con armonía en el espacio poético que el texto habilita. Se deslizan. De un hecho cotidiano se pasa, por ejemplo, a la Historia Argentina, que es siempre la Historia de la lucha de clases: “Todavía me subleva aquel sueño de nuestro hermano Juan José Castelli”, susurra y grita la voz del escriba plural. 

Intimidad y encierro desde la poesía social     

El poemario está dividido en cinco partes: “Pandemia”, “Tanteos”, “Flora y fauna”, “La piel y la sombra” y “Álbum familiar”. Cada sección remite a distintas inflexiones de una misma mirada, pero con matices particulares. 

La primera parte constituye todo un desafío. Valverde, el poeta de las luchas callejeras, debe dar cuenta del encierro y el aislamiento social. Y también allí logra llevar su operación poética al límite. En circunstancias extraordinarias (el otro es el peligro), con condiciones de producción desusadas, lo colectivo, sin embargo, impregna y resignifica lo personal-individual. Los versos de esa primera parte nos enfrentan a una tragedia colectiva de proporciones históricas: 15 millones de muertos, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas. La mirada siempre empática, volcada hacia las y los otros, despliega todo su potencial para describir lo indescriptible. Y construye memoria histórica a partir de un hecho reciente.

Obturación del límite se presentó el 8 de septiembre en el Complejo Cultural Atlas. Acompañaron al autor Flavio Zalazar y quien escribe estas líneas. 

Valverde es poeta y periodista. Nació en Santa Fe, en 1955, pero vive en Rosario desde hace casi 60 años. Como poeta, sus trabajos figuran en diversas publicaciones culturales y sus poemas fueron incluidos en varias antologías. Participó en tres oportunidades (1995, 2000 y 2002) del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Publicó Ceremonial de la luz (Ediciones Juglaría, 1996) y Vestigios del asombro (Ediciones Poesía de Rosario, 2000). 

Como periodista, ingresó al diario Democracia en 1983 hasta su cierre en 1984, año en que se incorporó a la redacción de La Capital, donde se desempeñó como subdirector de la sección Política hasta su retiro en enero de 2019. Tuvo activa participación en el gremio de Prensa, siendo electo delegado de base de redacción en La Capital en dos oportunidades: 1987 y 1989. Integró la comisión directiva del Sindicato de Prensa de Rosario, como secretario adjunto (1993) y como vocal titular (2002). Perteneció a la mesa de conducción de la CTA de los Trabajadores regional Rosario (2017-2022), primero como secretario de Organización y luego en calidad de vocal titular.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 16/09/23

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