Referentes de diferentes países llegan a Rosario y Puerto San Martín para evaluar y debatir sobre empresas recuperadas y autogestión, como expresiones y modos de producción y trabajo que cuestionan las reglas del mercado capitalista en el que se desarrollan.

El 28, 29 y 30 de septiembre próximos, Puerto General San Martín y Rosario serán escenarios del IX Encuentro Internacional La Economía de Lxs Trabajadorxs, espacio donde confluyen protagonistas e investigadores de experiencias de empresas recuperadas y autogestionadas, cuya existencia y desarrollo confirma la posibilidad de producir y generar riqueza desde lógicas distintas a las del mercado capitalista en el que se desenvuelven.

“Hay sectores que conciben una sola economía que es la economía del capital, la economía de las empresas; nosotros ponemos eso en discusión”, explica José Abelli. “Siempre entendimos que estas son nuevas formas de organización y lucha de los trabajadores, que los trabajadores también aportamos capital, que es capital de trabajo, de conocimiento; y sin eso las empresas no pueden funcionar. Y cuando las empresas han dejado de funcionar, ahí estuvimos nosotros”, señala después el Vasco, dirigente rosarino de un Movimiento en el que se reconoce a la Argentina como referencia mundial.

Se trata también de un Movimiento cuyas características y devenir concitan atención en ámbitos académicos, sobre todo los vinculados a las ciencias sociales y políticas, donde se lo avizora como una novedad que cuestiona al capitalismo pero a la vez también obliga a por lo menos revisar conceptos y paradigmas enraizados en el marxismo, como por ejemplo el de la lucha de clases, aquí desdibujada por la ausencia del patrón como enemigo a combatir directa y cotidianamente.

De hecho, la irrupción de las empresas recuperadas tuvo como contexto inicial la caída del Muro de Berlín y el desgajamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), junto con la expansión de la transformación del sistema hegemónico que generó que las inversiones de los capitales se orienten ya no tanto a las empresas de producción, comercialización y prestación de servicios si no a los circuitos financieros.

Así, la autogestión se comenzó a barajar y adoptar como opción tanto entre empleados y empleadas cuyas patronales se extinguieron como entre laburantes ya excluidos y jóvenes que nunca trabajaron, quienes sufren la escasez de –aunque sea– “patrones explotadores” y no encuentran en el cuentapropismo y el emprendedorismo individual la vía de inserción laboral y social que buscan y necesitan.

A la vez, las cooperativas de trabajo, que son la figura jurídica que mayoritariamente encuadra a las experiencias de autogestión, fueron promovidas por el Estado en el marco de políticas más apuntadas a la contención y asistencia social que a “la inclusión a través de producción y trabajo genuinos” que –en la entrevista que brindara al programa Poné la Pava en Radio Rebelde que aquí se viene citando– Abelli reivindicó como norte del movimiento de la autogestión, al que “desde la política no se ve como destinatario de políticas públicas” acordes a su potencialidad, evaluó después.

En este sentido, uno de los reclamos más sostenido es el de un encuadramiento legal de lo que se define como un nuevo modo de trabajo, distinto a los hoy contemplados en la legislación nacional, que son el realizado en relación de dependencia de una empresa y el autónomo vía monotributo, figura a la que terminan apelando los asociados a cooperativas de trabajo pese a ser parte de un colectivo.

Foto: Camba

La falta de encuadramiento reclamada deviene en carencias y desigualdades en el acceso a derechos laborales, sociales y previsionales, y en manifestaciones periódicas de desconocimiento oficial de las realidades del sector. Una de las últimas de ellas fue planteada por Andrés Ruggeri, uno de los iniciadores de los encuentros internacionales como el que se viene en Puerto General San Martín y Rosario, tras las medidas anunciadas recientemente por el gobierno nacional apuntadas a mejorar la situación de trabajadores y trabajadoras.  

“Entre esas medidas, nuestro sector, el trabajo autogestionado, brilla por su ausencia. Otra vez, no nos ven. Incluso si consideramos que una gran parte de las personas integradas en cooperativas de trabajo figuran como monotributistas, estas resoluciones son, en el mejor de los casos, insuficientes: el no cobro (o, en realidad, la postergación de ese cobro) del componente impositivo del monotributo, y créditos a tasa 0 a los que, en general, los monotributistas cooperativistas no pueden acceder”, señaló Ruggeri en una columna de opinión publicada en el portal Ansol.

“Lo que subyace es una concepción que no logra ver la existencia de un tipo de trabajador diferente del asalariado formal y del no registrado o, incluso, de aquel que forma parte de alguna organización de la economía popular y recibe el Potenciar”, expresa también Ruggeri, en alusión a la falta de encuadramiento legal.

Al respecto, una de las bases argumentativas más reconocida como fuente para proyectos de ley que reviertan tal situación fue elaborada por el abogado rosarino Mario Schujman, al cabo de años de investigación, compilaciones y conocimiento directo de experiencias de la autogestión que tuvieron como saldo el concepto de “trabajo asociado” y la “Carta del trabajador autogestionario”. Schujman falleció hace unos meses, sin llegar a ver traducidos en normas los conceptos y principios que fue sintetizando y que, aunque no tengan aún reflejo jurídico, sirven de brújula a miles de trabajadoras y trabajadores como los que van a participar del IX Encuentro.

Las demandas al Estado no se limitan al reconocimiento de este nuevo modo de trabajo. Y aunque dispersas e insuficientes, han tenido respuestas que las empresas recuperadas han aprovechado en mayor o menor medida según sus grados de organización y desarrollo, diversos por cierto. No son pocos los intentos que fracasaron o no pudieron sostenerse, algunos de ellos emblemáticos, como el del hotel Bauen en Buenos Aires, cuyo cierre fue un golpe que todavía duele. Pero ahí están muchos otros que ya orillan las dos décadas de existencia y confirman la validez y proyección del laburo sin patrón. En la edición de El Eslabón se da cuenta, por ejemplo, de la trayectoria de Nubacoop, que formaron ex empleados de uno de los bares de la Terminal de Ómnibus Mariano Moreno. Y ahí están también Mil Hojas, Herramientas Unión, La Cabaña, entre otras experiencias señeras y rosarinas vigentes pese a haber sido afectadas por contextos más que difíciles.

Todas ellas son parte de las aproximadamente 400 empresas recuperadas argentinas, muchas de ellas surgidas por fuera de los grandes centros urbanos, algunas muy influyentes en las realidades económicas y sociales de las pequeñas ciudades y pueblos en las que se sostienen, como Textiles Pigüe, tal el nombre de la cooperativa que recuperó la fábrica de esa localidad bonaerense que perteneció a la empresa Gatic.

Con sus 180 laburantes, Textiles Pigüé es la principal fuente de trabajo no estatal de la ciudad de casi 20 mil habitantes que le da nombre. Y en los últimos años logró un crecimiento que aspira a multiplicarse a través de inversiones para ampliar su actual capacidad productiva; y que al mismo tiempo se manifiesta más allá de la cantidad de toneladas de tela que procesa mes a mes, invirtiendo también en garantizar a sus asociados y asociadas esos derechos que habían perdido sus fundadores y fundadoras. Además de máquinas y una nueva caldera para potenciar su producción industrial, la cooperativa pigüense adquirió recientemente 10 hectáreas con el objetivo de avanzar hacia la concreción de un sueño difícil de ver cumplido para la gran mayoría de la clase trabajadora argentina, como lo es el del acceso a vivienda y hábitat dignos.

Garantizar posibilidades de una vida digna para todos y todas. De eso se trata, en definitiva, en esta economía de los trabajadores y trabajadoras que tiene entre sus consignas fundantes aquella que el movimiento de empresas recuperadas acuñara a fines de los 90: ocupar, resistir, producir, a la que en Textiles Pigüé le sumaron otra acción que acentúa las diferencias con los sistemas económicos dominantes: compartir.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 23/09/23

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