En todo el continente americano, en 2022 se documentaron 1.457 fallecimientos o desapariciones de migrantes, la cifra más alta desde que hay registros. Las muertes siguen aumentando porque los peligros que enfrentan son cada vez mayores.

En todo el continente americano, en 2022 se documentaron 1.457 muertes o desapariciones de migrantes, la cifra más alta desde que hay registros. La frontera entre Estados Unidos y México se ha convertido en la ruta migratoria terrestre más peligrosa del mundo. Al menos 686 personas murieron o desaparecieron el año pasado intentando cruzarla, según los datos de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), que advierte en su informe que la cifra es probablemente mucho más baja de la real ya que faltan datos oficiales, incluyendo los procedentes de Texas y de la agencia mexicana de búsqueda y rescate.

“De enero a diciembre de 2022 se registraron 1.457 fallecimientos y desapariciones en rutas migratorias en las Américas, de las cuales 566 sucedieron en América del Norte, 483 en América Central, 350 en el Caribe y 58 en América del Sur. En comparación, durante el año 2021, se registraron 1.249 fallecimientos y desapariciones en las Américas, desglosados en América del Norte (597), América Central (324), El Caribe (180) y América del Sur (148). Estos fallecimientos de personas migrantes registrados suman el número más alto de vidas perdidas registrado en las Américas desde 2014, año en que el Proyecto Migrantes Desaparecidos comenzó a recopilar datos”, señala el Informe Regional Anual de la OIM.

“En su mayoría, las muertes están relacionadas a la falta de opciones para una movilidad segura y regular, que aumenta la probabilidad de que las personas migrantes opten por vías de migración irregulares que ponen en riesgo su vida. Sin duda es necesario recordar los compromisos del Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular de 2018 ya que, hasta su revisión en 2022, ningún país había demostrado avances significativos en el Objetivo 8 que llama a salvar vidas y emprender iniciativas internacionales coordinadas sobre los migrantes desaparecidos”, agrega. 

Sobre este punto, el constante mensaje de la OIM es que la mejor forma de reducir las muertes de personas migrantes “es la creación de más y mejores vías de migración regular”.

Según señala en su página oficial, la OIM, creada en 1951, es la principal organización intergubernamental en el ámbito de la migración y trabaja en estrecha colaboración con asociados gubernamentales, intergubernamentales y no gubernamentales. Cuenta con 175 Estados Miembros, ocho Estados que gozan del estatuto de observador y oficinas en más de cien países. La OIM está consagrada a promover la migración humana y ordenada para beneficio de todos. En ese quehacer ofrece servicios y asesoramiento a gobiernos y migrantes.

La labor de la OIM consiste en cerciorarse de una gestión ordenada y humana de la migración; promover la cooperación internacional sobre cuestiones migratorias; ayudar a encontrar soluciones prácticas a los problemas migratorios: y ofrecer asistencia humanitaria a los migrantes que lo necesitan, ya se trate de refugiados, de personas desplazadas o desarraigadas. La Constitución de la OIM reconoce explícitamente el vínculo entre la migración y el desarrollo económico, social y cultural, así como el respeto del derecho a la libertad de movimiento de las personas.

Entre las actividades de la OIM cabe señalar la promoción del derecho internacional sobre migración, el debate político y orientación, la protección de los derechos de los migrantes, la migración y salud y la dimensión de género en la migración.

El Proyecto Migrantes Desaparecidos utiliza cinco fuentes principales de datos para la documentación de fallecimientos en rutas migratorias en las Américas, estas son: fuentes gubernamentales, oficinas de la OIM, organizaciones internacionales, organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación.

La recopilación de datos sobre muertes y desapariciones de personas migrantes en la región es sumamente desafiante debido a la falta de fuentes de información oficiales disponibles y accesibles. En las Américas se cuenta con algunos datos oficiales, pero estos están aún lejos de ser completos y actualizados. La poca cobertura de los medios de comunicación y la calidad del contenido de las notas de prensa relativas a fallecimientos y desapariciones de personas migrantes es otro desafío importante, ya que en ocasiones estas son imprecisas, varios medios presentan la misma noticia con diferentes datos, o la información es escueta y no presenta un panorama claro acerca del incidente, agrega el estudio.

Letalidad en aumento

El informe anual muestra que las cifras de muertos siguen subiendo y que los peligros que los migrantes enfrentan en la región son cada vez mayores.

Se trata de “una emergencia humanitaria de gran dimensión”, especialmente porque es probable que las muertes sean muchas más, sobre todo en zonas de las que hay pocos datos, como el Caribe y el Parque Nacional de Darién.

“Estas alarmantes cifras son un crudo recordatorio de la necesidad de que los Estados tomen acciones firmes”, dijo la directora regional de la agencia de la ONU para Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, Michele Klein Solomon. “Mejorar la compilación de datos es crucial. Porque luego los Estados trabajarán sobre la base de esos datos para asegurar que haya rutas migratorias seguras y regulares”.

La investigación asegura que en las rutas migratorias del Caribe se documentaron el segundo número más alto de muertes y desapariciones, con un récord de 350 fallecidos en 2022.

La cifra supone un incremento de casi un 94 por ciento respecto al 2021 cuando fallecieron 180 personas.

Y sobre este punto, una vez más, el relevamiento advierte que debido a la dificultad de monitorear rutas marítimas y las probabilidades de que muchas embarcaciones desaparezcan sin dejar rastro, es muy probable que el número de muertes sea mucho mayor de lo que se ha documentado.

Las rutas más mortales son las que van desde las islas caribeñas hacia Estados Unidos, donde en 2022 se ahogaron 203 personas, un 206 por ciento más que en 2021. Otra peligrosa ruta es la que va de República Dominicana a Puerto Rico, por las condiciones extremas en altamar y por las precarias embarcaciones que utilizan, conocidas como “Yolas”.

El informe incluye la historia de Alicia (seudónimo utilizado para proteger la identidad). “Es una dominicana de amplia sonrisa con piel morena, quemada por realizar duros trabajos al sol. Desde 2020, se quedó sin un trabajo estable y, al caer en cuenta que lo que ganaba no era suficiente para alimentar a su familia, decidió emprender la peligrosa travesía en una yola por el Canal de la Mona hacia Puerto Rico. “El mar empezó a cambiar, cuando estábamos llegando a Puerto Rico la brújula se nos dañó, fue entonces cuando el capitán intentó devolverse, pero la fuerte corriente lo botó en el mar […]. A mí como a otra muchacha nos rescató un barco de pescadores, […] nos encontraron a la deriva en mar abierto; siento mucho todo esto y el dolor es inmenso”, señala el texto publicado por la OIM.

Alicia se refirió a las consecuencias de las intensas quemaduras que le produjo estar a la deriva en mar abierto durante las horas que esperó por su rescate. Estos fueron momentos difíciles ya que también perdió a una compañera de travesía, una “hermana” como ella la llamaba: “Aunque sigo viva, mi corazón está deshecho porque ahí perdí a mi hermana, una mujer guerrera que luchó hasta no poder más”.

En el Darién, una zona selvática inhóspita en la frontera entre Panamá y Colombia, se han recogido datos de 141 muertes en 2022. “Una vez más, es una subestimación”, advierte el informe. La OIM hizo una encuesta a personas que habían logrado cruzar. Una de cada 25 dijeron que algunas de las personas con las que viajaban habían desaparecido. Si bien esos datos no son del todo representativos, son importantes si se tiene en cuenta que 250 mil personas llegaron a Panamá a través del Darién en 2022 y que más de 300 mil personas hicieron el viaje en 2023. 

“Pienso en esa gente que se quedó en la selva. Gente con huesos rotos, esperando días por ayuda y nadie se detiene. Vi gente muerta a la orilla del río, muerta en sus casas de campaña, el cuerpo de una niña que pasó a mi lado en el río y los gritos de dolor de las mujeres no me lo puedo quitar de mi cabeza”, dijo David (seudónimo utilizado para proteger la identidad), un joven migrante venezolano de 26 años, padre de dos niños, a pocos minutos de cruzar irregularmente hacia Estados Unidos y finalizar su larga travesía.

“El hecho de que sabemos muy poco acerca de los migrantes que desaparecen en las Américas es una realidad muy desalentadora”, dijo el director regional de la OIM para América del Sur, Marcelo Pisani. “El impacto en las familias que permanecen en una búsqueda interminable de un ser querido desaparecido es verdaderamente profundo”, agregó.

Crisis de migración infantil

Según un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por su sigla en inglés) la violencia, la inestabilidad y el cambio climático son las principales causas del desplazamiento de niños en América Latina y el Caribe, una región donde el 25 por ciento de los migrantes son menores de edad, la mayor proporción a nivel global. La agencia para la infancia alerta de que los niños que se desplazan son cada vez más pequeños, el 91 por ciento de ellos no llega a los once años.

La investigación señala que en América Latina y el Caribe los niños migran en números récord, desplazándose principalmente a lo largo de tres rutas: la selva del Darién entre Colombia y Panamá, la migración hacia el exterior desde América del Sur, y en puntos de tránsito clave en el norte de Centroamérica y México.

La proporción de niños en situación de movilidad en la región alcanza al 25 por ciento de los migrantes, la tasa más alta a nivel mundial (la media es del 13 por ciento), señaló UNICEF en una alerta que además insiste sobre la violencia, la inestabilidad y el cambio climático como los máximos detonadores de estos desplazamientos de población.

Esos factores se van apoderando de la región, cambiando de forma dramática la naturaleza de la migración en la última década. Cada vez son más pequeños y provienen de sitios más remotos, indica el texto.

“Cada vez hay más niños en movimiento, de edades cada vez más tempranas, a menudo solos y de diversos países de origen, incluso de lugares tan lejanos como África y Asia”, dijo el director de UNICEF para América Latina y el Caribe, Garry Conille, al tiempo que agregó que cuando los niños cruzan varios países y, a veces, toda la región, pueden sufrir enfermedades y lesiones, separación familiar y abusos.

En este sentido, el organismo afirmó que los riesgos físicos a lo largo de las rutas migratorias irregulares son innumerables, especialmente para los niños, que a menudo atraviesan selvas, ríos, vías férreas y carreteras, arriesgando su integridad, al margen de que pueden convertirse en víctimas de violencia, explotación y otros atropellos graves.

“Incluso si logran llegar a su destino, su futuro suele seguir en riesgo”, agregó Conille.

Esta realidad plantea desafíos a las políticas migratorias nacionales y a las respuestas humanitarias en los países de origen, tránsito y destino. El informe señala que esto no es fácil puesto que los flujos migratorios de la región a menudo se cruzan. Es decir, la mayoría de los países son puntos de origen, tránsito, destino y retorno al mismo tiempo, haciendo de América Latina el escenario de una de las crisis de migración infantil más grandes y complejas del mundo.

Para solventar esta situación, UNICEF insta a adoptar un enfoque regional integrado que garantice protección a los niños migrantes y refugiados y a sus familias, y que aborde las raíces de la migración forzada. El Fondo para la Infancia delineó cinco puntos orientados hacia ese objetivo: Movilizar la protección internacional y atender las causas fundamentales de la migración específica de los niños, para aprovechar la naturaleza interconectada de los movimientos migratorios y las respuestas políticas en la región; invertir en los países de origen para mejorar el acceso a los servicios, prevenir y responder a la violencia, y crear oportunidades de educación y medios de vida para niños, jóvenes y familias vulnerables, y apoyar a los niños que permanecen en el país de origen mientras sus padres han migrado; ampliar las vías migratorias seguras y regulares para niños y familias, incluidos mecanismos de reunificación familiar y manteniendo el derecho al asilo. 

Se debe permitir que los niños y las familias ingresen al territorio de un estado para solicitar asilo y quedarse allí mientras dure el procedimiento; fortalecer los procesos fronterizos y de recepción para que tengan en cuenta a los niños y para que sean dirigidos por las autoridades de protección infantil en la etapa más temprana posible, implementando salvaguardias específicas, preservando la unidad familiar y garantizando el acceso a servicios legales; invertir en sistemas nacionales sólidos de protección infantil para salvaguardar a todos los niños, incluidos los migrantes y refugiados, de la explotación y la violencia, garantizando el cumplimiento de procedimientos adecuados para determinar su interés superior y promoviendo el cruce fronterizo seguro.

UNICEF trabaja con socios y gobiernos a lo largo de las rutas migratorias para proporcionar información precisa, promover una migración segura, ofrecer asistencia vital y apoyar el acceso de los niños a servicios esenciales. Estas tareas suponen ayudar a los países a prevenir, detectar y proteger a los niños de la violencia y asistir a los que enfrentan dificultades y explotación durante su viaje.

Conille recalcó que la escala sin precedentes de la crisis migratoria infantil en América Latina y el Caribe requiere de una respuesta humanitaria urgente y sólida, además de “la ampliación de vías migratorias seguras y regulares para proteger sus derechos y el futuro de los niños y sus familias, sin importar dónde se encuentren”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 23/09/23

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