En pos de la libertad de expresión he decidido expresarme en relación a lo que pienso, siento, leí, aprendí acerca de la neutralidad. Quienes adoptaron esa posición ante la realidad espantosa que nos está tocando vivir también tuvieron y tienen ese derecho. Yo de expresar lo que pienso al respecto.

Si nos remitimos al diccionario, conceptualmente se entiende por neutralidad “la situación político-jurídica de una nación que decide no tomar parte en una guerra promovida por otras y que se acoge al sistema de derechos y obligaciones inherentes a tal actitud”. También se lee que “en el lenguaje común la neutralidad hace referencia a la ausencia de sentimientos evidentes; ser neutral significa mantenerse emocionalmente no implicado”.

En relación a la neutralidad moral, se dice que “la persona que desea permanecer moralmente neutral, defiende el que cada uno tome la decisión que más le parezca. La neutralidad moral es una posición insostenible que se contradice. Supone que su posición es superior a la de otros, por lo tanto no es neutral”

Hace tiempo que en la actividad científica hemos superado el positivismo más rancio y reconocemos que la objetividad reducida a neutralidad, a la posibilidad de analizar la realidad sin teorías previas, sin valoraciones, sin creencias, sin posicionamientos e interpretaciones es una ilusión cuanto menos ingenua o cuanto más tiene la intención de que alguien se habilite a sí mismo para sostener que no está “contaminado” con posiciones filosóficas, es decir políticas. La neutralidad ante cuestiones fundamentales y fundantes de lo social suele tener el mismo origen y seguir el mismo curso.

La neutralidad ante situaciones que calan profundamente la humanidad es una posición altamente política, politizada y politizadora. Es política como lo es toda posición ante el mundo y ante quienes piensan distinto, pues es una toma de posición, para nada “en el justo medio” inexistente. Incluso, tal como se dice más arriba, la neutralidad se manifiesta, generalmente, desde un lugar de superioridad, de “limpieza” ideológica, de no contaminación, de mayor coherencia en relación a quienes toman otras posiciones políticas. Otras, pues la neutralidad es una posición altamente política.

Y digo que es política, pues toda postura frente a la realidad es una toma de posición -aunque se muestre como “no” toma-, es altamente politizada porque se quiere mostrar como neutral cuando no lo es, y es altamente politizadora porque tras la apariencia de ecuanimidad desea tener incidencia en las personas.

Convencida de lo anterior he participado y firmado pronunciamientos de todos los colectivos de los que formo parte, no a favor de un candidato, sino en contra del fascismo, la violencia, la locura, la incoherencia, la vuelta a la dictadura y a los 90 en lo político y en lo económico. He firmado a favor de la democracia, la escuela y la salud públicas, la investigación, las Malvinas argentinas, las libres relaciones internacionales, la defensa de las empresas públicas, de la moneda nacional, de la historia reciente y lejana, de los derechos de las mujeres, de las comunidades LGTBIQ, de minorías y mayorías de todo tipo. Como diría mi gran amigo Ovide Menin, de los “derechos de todos, menos de los fascistas, porque ellos tienen una filosofía de muerte y yo de vida”.

Por todo lo antedicho no puedo dejar de sentirme dolida frente a “la ausencia de todo sentimiento”, frente a la “neutralidad” ante la posibilidad que gane el fascismo. No puedo dejar de asombrarme y entristecerme cuando leo el pronunciamiento de un grupo de docentes del IES “Olga Cossettini” en contra de que a partir de una asamblea de docentes y estudiantes se hayan pronunciado públicamente y por los canales oficiales en contra del fascismo, en defensa de su autonomía, de los derechos ganados -muy especialmente por esa institución- con la apertura democrática, con el esfuerzo de estudiantes y docentes que nos jugamos para que eso suceda, sin neutralidades ni ambigüedades.

Como docente de dicha institución durante casi 40 años, vicerrectora normalizadora durante la apertura democrática, rectora elegida por dos períodos, me cuesta entender que haya quienes cuestionan que sectores de la institución se expresen en defensa de todo lo conseguido. Pues el candidato a quien se pide no se vote no me cabe dudas que significa la pérdida de todo lo logrado. No lo supongo, no lo imagino, no lo predigo: lo dice con total claridad el mismo candidato y su equipo.

Me cuesta más aún sabiendo que se trata de graduadas a partir de la apertura democrática, cuando en esa institución se sacaron los cupos -pues durante el autodenominado proceso ni siquiera entraban todas y todos los que habían aprobado el examen de ingreso-. Apertura democrática gracias a la cual pasamos de tener una sola división a tener dos o tres, de tener un solo turno a tener tres, de entrar a trabajar por concurso o por antecedentes y no por el dedo de un rector o una rectora que durante el llamado proceso hacía una entrevista bien política de la cual dependía el ingreso del profesor o de la profesora.

Me extraña también, porque fueron testigos de los 90, cuando los institutos estuvieron sobre las cuerdas ante el intento de un rotundo achicamiento, no logrado gracias a los muchos y las muchas que no nos mantuvimos neutrales. Me extraña porque deben estar muy enteradas del intento de cerrar 29 institutos en CABA durante el gobierno de Macri, lo que no fue posible gracias a los y las no neutrales entre las que me incluyo. Me extraña porque son docentes que “viven” del Estado, de la “nuestra” dirían muchos de los que se dicen neutrales.

Sin historia, sin defensa de la historia institucional, las instituciones están destinadas a agonizar. Las instituciones, como todas las prácticas sociales, son altamente políticas y ante el ataque abierto de personajes que solo quieren hacer negocio con todo -salud, educación, agua, medio ambiente-, ataque abierto a todo lo público y democrático tienen todo el derecho, el legítimo derecho a defenderse, a que se milite para su defensa. Y para la defensa de una institución nada mejor que los canales institucionales. No pedimos permiso para que se vayan las autoridades interventoras en el 84, no nos mantuvimos neutrales; tampoco para defender el Olga en los 90. Usamos todos los canales democráticos a mano.

*Doctora en Humanidades, mención Ciencias de la Educación

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2 Lectores

  1. Facu

    16/11/2023 en 23:11

    Excelente. Parece mentira que haya que recordar a docentes y estudiantes de educación pública que hay que defenderla. Felicitaciones

    Responder

  2. Ada Carmen Vasconcelos

    19/11/2023 en 12:14

    Impecable!!!!Es increíble lo sucedido en el O.Cossetini con el historial ,que tan calaramente recordás.
    Ampararse en la neutralidad es la mezquindad mas despreciable de los seres humanos.
    Tu relato es ,como todo tu recorrido docente,tan comprometido que merece de mi parte un sentido agradecimiento.

    Responder

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