El ex árbitro Gonzalo Beladrich escribióFuera de juego, un libro que desnuda el calvario que significa ser homosexual en el mundo de la redonda. La relación con Castrilli y el caso Madorrán. Colgar el silbato “fue una decisión dolorosa”, admite.

“Lo que no está permitido en el fútbol es mostrar signos de «debilidad». Y para muchísima gente la homosexualidad está asociada a la falta de valor y de carácter; a ser débil. Cualquiera sabe que un futbolista (o dirigente, árbitro, entrenador) puede ser evasor de impuestos, apologista de la dictadura o deudor de cuota alimentaria; todo eso merecerá un reproche por lo bajo o, a lo sumo, una condena minoritaria. Pero basta que se instale el rumor de que es homosexual para que ese rasgo pase a ser el que lo define, la única faz de su personalidad que de allí en adelante importe; y para que su carrera quede al borde de la extinción”. Este fragmento se lee en el libro Fuera de juego (Tren en movimiento, 2023), una obra novelada de ficción inspirada en hechos reales. Gonzalo Beladrich, autor y protagonista de la historia, vuelca en esas páginas las complejidades que tiene llevar adelante la homosexualidad en el mundo del fútbol. Su acercamiento a Javier Castrilli y la historia de Fabián Madorrán, dos árbitros de renombre pero de carreras cortas.

Hombres de negro

Gonzalo Beladrich se recibió de árbitro de fútbol en 1998, año de esplendor de Javier Castrilli. Esplendor y caída, porque meses después de representar al referato argentino en el Mundial de Francia, pegó el portazo en medio de un escándalo, que incluyó denuncias a dirigentes de la AFA. “Para mí y para muchos de mis compañeros en el curso, por más que no lo pudiéramos decir mucho porque no era un tipo muy bien visto, Castrilli era nuestro modelo, nuestro referente”, recuerda el también psicólogo y docente, y agrega que esa salida del referente del silbato “fue un impacto en términos profesionales o vocacionales”.

El autor, que también desnuda la precarización que ejercía la AFA con los jóvenes réferis, empezó a dudar si valía la pena continuar con su sueño arbitral a costa de seguir ocultando su orientación sexual. “Una vez que fui conociendo el sesgo tan homofóbico que hay en el fútbol, pero desde adentro, ahí busqué hablar con Javier, que ya era un ex árbitro cuando lo contacté”. Primero fue a través de una carta, después un diálogo telefónico y más tarde, presencial. Lo que surgió de esa relación con el árbitro consagrado al que apodaban Sheriff “fue una sorpresa”, confiesa Gonzalo. “Era un tipo que tenía una imagen” de hombre autoritario, serio, y sin embargo “fue súper generoso –destaca–, me abrió las puertas de su casa y me escuchó, me dio los consejos que le pedía para tomar una decisión”.

A raíz de esas charlas fue que Beladrich decidió colgar silbato y banderín. “Con Javier no comparto ideología política, no comparto formas de ver el mundo, para nada. En ese sentido estamos en veredas muy opuestas y eso me parece más loable de parte de él de haber sido tan generoso conmigo cuando se lo pedí, siendo yo un árbitro que estaba en lo más abajo que se puede estar en la carrera arbitral, que es cuando sos pasante”, subraya.

Otro caso de un árbitro de alto perfil, con buena proyección y de carrera corta fue el de Fabián Madorrán. Comparado con Castrilli por algunas formas (en los 166 partidos que dirigió en Primera, mostró 153 rojas), también era incómodo para la AFA, no por denuncias de corrupción sino por ser homosexual. En un programa deportivo de fines de los 90 salió a negar que era gay como quien se defiende de un delito. “Fue muy mal intencionado el hacer correr ese rumor, porque salió desde adentro mismo del arbitraje, de árbitros que estaban en actividad y que lo que querían era frenar la carrera de Fabián, básicamente porque era mejor que ellos”. El ex Central, Ezequiel Equi González, declaró tras sufrir una expulsión por parte del juez: “Madorrán se pone histérica”. Y al partido siguiente, la hinchada canaya colgó una bandera que decía: “Maldita histérica”.

A Madorrán lo echaron por supuesta “mala actitud física” en 2003. “Ni ellos se lo creen. Buscaron ese argumento como una excusa. La realidad es que lo echaron por puto y quilombero”, dice en el libro un ex juez de línea que ocultó su orientación sexual para continuar su carrera. “Yo no podía creer: iba a la casa y él estaba con su pareja”, cuenta ahora Beladrich, y sigue: “En las charlas que teníamos pensaba ¿nunca lo vas a decir? No podía ni siquiera invitar a su casa a un árbitro amigo a comer porque tenía que llevar necesariamente esa doble vida. No sé si «necesariamente», porque podía patear el tablero. Pero era probable que la carrera de él se terminara en ese mismo momento. Y dirigió como 20 años desde adentro del clóset, como se dice”.

Fabián Madorrán, con 39 años, cayó en depresión y 10 meses después del despido se suicidó: se pegó un tiro a media mañana en pleno Parque Sarmiento, de la capital cordobesa. En la carta que dejó, se refirió a lo que hizo la AFA de él: “Me cortaron las piernas”.

Tarjeta roja

Entre 1998 –año en que Gonzalo Beladrich se recibió de árbitro– y la actualidad, la comunidad LGTBIQ+ conquistó varios derechos como la identidad de género, el matrimonio igualitario, entre otros. Las luchas de mujeres y disidencias tomaron fuerza en las calles y en legislaciones. “Eso deja más en evidencia al fútbol”, dice el ex árbitro, y agrega: “Con todos los cambios que hubo, en el ambiente del fútbol no vemos un jugador o árbitro en actividad que esté fuera del clóset. Y estadísticamente es obvio que no es porque no haya, evidentemente es porque no está permitido”.

“Imaginate que un jugador salga a decir que es homosexual”, plantea el docente. Para vislumbrar las consecuencias que acarrearía declararse gay en el mundo de la redonda hay que imaginarlo, a falta de ejemplos reales. “Ante el primer partido –sostiene–, el escenario es bastante fácil de predecir”.

De todas maneras, Beladrich asegura que “si uno hace un ranking de los cinco temas que más se tocan en un vestuario, en un entrenamiento, está la homosexualidad”, pero “lo que pasa es que el lugar que se le da es el lugar de la burla, del chiste”. Y añade: “No es que está prohibida la palabra, sino que lo que sí esta prohibido es poder vivir con tranquilidad, si querés hasta con orgullo, la homosexualidad”.

Ser o no ser

“Cuando dejé el arbitraje fue una decisión dolorosa. Porque no tenía las herramientas que tengo ahora como para saber lo que es hacer un duelo, un proceso. Era un adolescente todavía que tuvo que optar entre seguir lo que quería hacer, que era arbitrar, o vivir libremente una sexualidad que simplemente no es la que lleva adelante la mayoría de la gente”, dice, con crudeza, Gonzalo. Recuerda que “esa decisión me resultó tan injusta en ese momento que me fui dando un portazo, con el arbitraje y con el fútbol”.

A tal punto llegó ese enojo con la redonda que “tardé años en volver a jugar con mis amigos”. Hincha de Deportivo Español, hasta dejó de ir a la cancha. “Me llevó mucho tiempo elaborar la decisión. Después de todo eso, de volver a amigarme con el fútbol y con el arbitraje, pude empezar a escribir esta historia, este libro”. Asegura que para hacer Fuera de juego, “esa distancia me sirvió para que el libro no fuera solamente una catarsis, que es lo que pasa en redes sociales cuando a alguien le pasó algo y vomita eso que le está pasando, y llena de adjetivos y mayúsculas. Lo elaboré literariamente en todo ese tiempo”.

A dos décadas de aquella decisión, afirma que “a pesar de lo doloroso que fue, no me arrepiento”, ya que “no iba a llevar una doble vida 20 años a cambio de ninguna cosa garantizada” como vivir del arbitraje y cobrar en categorías importantes.

Tanto marcó su vida la resolución sobre el referato que se le volvió pesadilla. “Me pasó muchos años de soñar que arbitraba. Y no eran sueños placenteros, eran sueños de angustia”. Tras la publicación del libro y despuntando el vicio de pitar en algún partido de amigos o de ligas fuera de AFA, esa congoja mientras duerme “se fue haciendo menos intensa, y últimamente me pasa bastante poco”. La pasión por cobrar una falta o dejar que continúe la jugada, de revolear una tarjeta al aire o advertir a un futbolista, aún sigue encendida en Beladrich. “Es algo que me sigue gustando mucho hacer a pesar de todo lo que me sucedió”.

Nota publicada en la edición impresa del semanario El Eslabón del 06/01/24

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