El Averno, repleto de gente aleve y proterva.
El Averno, repleto de gente aleve y proterva.

Al balbuceo de la oposición se le nota ya el cuchillo bajo el poncho. Nuevos cucos se suman al elenco estable del infiernillo construido para desacreditar al gobierno nacional. Máximo Kirchner y La Cámpora se agregaron estos días a Hugo Moyano, Julio de Vido, Guillermo Moreno y Luis D’Elía. Y ya hablan del surgimiento de “la juventud” como problema, como amenaza, lo que desnuda la perversidad de un planteo que intenta agitar viejos fantasmas desde una ideología reaccionaria y represiva al servicio de la restauración conservadora.

Las declaraciones vacías e hipócritas de los representantes de la oposición se fueron tiñendo, con el correr de los días, de un tono oscuro y ominoso. Nada nuevo parece asomar, por ahora, de ese sector sin propuesta ni programa. Sólo más de lo mismo. Es decir, más demonizaciones para desacreditar al gobierno, y más insistencia machacona en la inflación, la inseguridad, la corrupción y otros problemas que son reales pero de vieja data.

Todos los cañones retóricos apuntan a poner en duda la capacidad de Cristina para gobernar. Agigantar viejos y nuevos fantasmas posee esa obvia funcionalidad: cuestionar la gobernabilidad contra toda evidencia, a pesar de los espectaculares números de la economía argentina, a pesar del liderazgo que se le reconoce a la presidenta a nivel mundial, y sin importarles el crecimiento que registra el país, ni tampoco el alto nivel de consumo, ni la recuperación de la industria, ni el claro descenso de los niveles de pobreza y desocupación. Sin importarles, en definitiva, la verdad.

Pero la verdad, a la larga, y pese al barullo confuso de los medios concentrados, finalmente arrasa con todo y sale a la calle. La verdad es la gente que se manifestó durante la despedida a Néstor Kirchner, recobrando visibilidad y desmintiendo toda la prédica mediática de un plumazo. Por eso este hecho molesta tanto, por eso el tono fascista de las cada día más reiteradas referencias a “los jóvenes”.

En el discurso opositor todos los planteos se hacen a nivel de las personas. Se focaliza en tal o cual personaje para desviar la atención de la verdadera política, que se basa en programas, proyectos e ideas, más allá de los personajes. Se hace foco en características personales, en improntas particulares, para encubrir las cuestiones sociales estructurantes de la sociedad argentina. De esta manera, se intenta ocultar la directa responsabilidad de los neoliberales en la generación de los graves problemas sociales de la Argentina.

“La calma es una extraña constatación, pero es sólo una apariencia. Un viejo peronista decía que nada cambiará porque nada cambió. Siguen allí Moreno, Boudou, Timerman, hasta el resucitado Ricardo Jaime y, sobre todo, la crispación”, escribió Joaquín Morales Solá en su nota de opinión del domingo 7 de noviembre en La Nación, sin moverse del esquema remanido, basado en la denuncia de un elenco de presuntos cucos. Todo es cuestión de personas, de seres malos y protervos. El mensaje es tan claro como rústico, de un fascismo básico, de manual: “Temed hermanos, los cucos siguen allí, nada ha cambiado, y lo único nuevo es terrible, es la gente en la calle, que encima son jóvenes”. Entre los malos cucos, como un personaje más, como una alegoría en una obra de teatro medieval, se pavonea “La Crispación”, la nueva vedette de la Argentina.

“¿Se dejará llevar la Presidenta por la militancia juvenil a la que parece estar invitándola La Cámpora?”, se pregunta Mariano Grondona en su columna del domingo 7 de noviembre en La Nación. El escriba de dictadores también menciona la “alternancia conyugal”, el “caudillismo” y otros conceptos similares, para intentar transmitir una incertidumbre que la realidad desmiente.

Los sumisos pero poco dotados empleados de los intereses concentrados intentan articular un discurso pero, hasta ahora, no pueden. Sentirían vergüenza si conocieran tal sentimiento. Con sus planteos enclenques intentan engañar a la ciudadanía y desacreditar a Cristina. Se empeñan en atacar, con declaraciones burdas, deficientes y muy groseras, a una militante como Cristina, que ya se ganó un sitio de privilegio en la historia de la retórica y la oratoria política de la Argentina.

La oposición sólo recurre al miedo, ese viejo recurso que está en la matriz de toda ideología autoritaria. Los dirigentes opositores paren cucos con la fertilidad que se les atribuye a los conejos. Pero al abusar de esta estrategia desnudan cómo conciben en realidad a los ciudadanos: seres sugestionable, asustadizos en su ignorancia, personas temblorosas que temen a los censistas y salen a la calle con paraguas si Carrió pronostica lluvia.

Pero la verdad está organizada y preparada para salir a la calle y barrer con tanto odio.
 

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