El Grupo Clarín pretende hacernos bailar con su música falaz. Sólo ilusión.
El Grupo Clarín pretende hacernos bailar con su música falaz. Sólo ilusión.

Los medios hegemónicos cantaron bingo ante lo que parecía ser un maná helvético a la medida de la oposición en campaña: “Moyano, el gran Demonio, investigado por Suiza por lavado de dinero”. Pero no, fue otra mentira de Clarín y el maná trocó en copiosa lluvia de bosta. 

Los poderes fácticos intentaron imponer la agenda y poner la música para que todos bailen a su ritmo, pero apenas lograron una operación de prensa, otra más, de muy corto aliento.

Un hipotético personaje que este viernes 18 a la tarde hubiera dormido una buena siesta, o simplemente permanecido ajeno a las noticias, pudo haber experimentado una gran confusión. A la tarde temprano, todos los medios confirmaban que el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, estaba siendo investigado en Suiza por presunto lavado de dinero. La oposición tuvo su fiesta, babeante y esperanzada, convencida de que, al fin, habían metido un golazo y que, incluso, podrían esmerilar la marcha de Cristina hacia la reelección. La alegría duró lo que la mentira, que resultó paticorta y patitiesa. Poco, poquito y nada.

Durante esa intensa tarde del viernes 18, el diario Clarín, en su versión digital, inscribió una vez más una página memorable en la Historia Universal de la Infamia y en los anales de la vergüenza periodística y el uso falaz de los medios de comunicación para confundir y manipular a la ciudadanía.

Todavía hacia la noche, cuando la Embajada Suiza había aclarado ya, por escrito, que no se está investigando en forma personal a Hugo Moyano, Clarín digital mantenía en portada una nota típica, muy representativa del estilo de ese multimedios de tan baja calidad: el título decía una cosa, y el primer párrafo de la nota, otra, muy distinta. El titular daba cuenta de que Moyano estaba comprometido en la investigación suiza, pero pocas líneas y centímetros más abajo decía lo contrario y se afirmaba que el dirigente no estaba involucrado

Y más allá de lo que la supuesta, presunta, extraña investigación suiza pueda arrojar en el futuro, lo cierto es que, a la hora de nombrar a Moyano, Clarín mintió. Mintió a sabiendas, o acaso lo traicionó la ansiedad y, con la torpeza que caracteriza a los productos del grupo, desnudó una jugada propia, un complot de bambalinas, papelillos y juzgados suizos. Cebados, se atoraron y les asomó el tramontina vil bajo el poncho. Acaso ellos mismos dirigieron sus alforjas llenas de recortes a Suiza, la patria relojera, pero una vez de regreso a Buenos Aires perdieron la puntualidad y se adelantaron, y quedaron en offside, narcotizados en un turbión de papel y tijeras.

La imagen de lector, de ciudadanía, y hasta de democracia, que se desprende de esta flagrante manipulación, que viola las más elementales normas de ética y calidad periodísticas, desnuda la verdadera postura del grupo, sus intereses, aquello que nunca confiesan, porque es inconfesable.

Tras la contundente desmentida de Suiza no hubo aclaraciones, ni rectificaciones, ni pedidos de disculpas por parte de los medios hegemónicos que difundieron la información falsa. No lo hicieron ni lo harán y eso deja claro, una vez más, que no les importa el público, ni la información, ni la democracia, ni la libertad de expresión, ni ninguna de las falacias que balbuceas para encubrir la verdad inconfesable de sus intereses económicos.

Para los medios hegemónicos la información no es un derecho humano básico, ni tampoco un insumo indispensable para que el ciudadano participe en democracia y decida. Es una mercancía más al servicio de otras mercancías. Es una herramienta de extorsión, de apriete. Es la manera de ejercer el verdadero poder y condicionar gobiernos. El lector no importa, en absoluto. El precio de tapa no significa nada para las finanzas del grupo, que obtiene sus recursos con negocios y negociados no necesariamente periodísticos. “La gente” no existe para Clarín, ni para La Nación ni para el conglomerado de medios al servicio de la restauración conservadora. “La gente” carece de importancia para aquellos que, haciendo uso de un grado de hipocresía pocas veces vista, pretenden hablar “en nombre de la gente”.

Durante la tarde del viernes 18, a “la gente” le resultaba poco menos que imposible saber qué demonios sucedía con el demonio Moyano. El hipotético personaje siestero, atribulado, llegó a pensar que estuvo en coma varios días. El panorama cambió del golpe y sin anestesia, y la confusión ganó la partida durante muchas horas.

El grupo Clarín continúa degradando una y otra vez el nivel de la discusión política en la Argentina, la infantiliza, la bastardea. Así dejan claro que lo suyo es la dictadura, la cívico-militar, la del mercado, la de los imperios, la que defienden sin decirlo los poderes fácticos que representan los grandes medios hegemónicos.

Desesperados, desgajados y sin discurso, los poderes fácticos y sus turiferarios se aferraron a la esperanza Suiza. El cuentito era perfecto y calzaba como un guante en la matriz prejuiciosa de ciertos sectores medios opositores: Moyano es el Demonio, la CGT Belcebú, y la sola idea de los trabajadores organizados el mismísimo Infierno.

Pero no pudo ser. El país no baila al ritmo del triste pericón de los explotadores desesperados. Se quedaron sin maná. No les llegó ningún manjar milagroso que baje del cielo, enviado por Dios, como una exquisita escarcha-elixir. Nada de eso: una lluvia de cacona vil los persigue, cínicamente musicalizada por Maná, el grupo mexicano.
 

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