Los medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos atacan a Hugo Moyano para dañar a Cristina Fernández de Kirchner, cuya gestión los deja sin discurso ni propuesta. Es la vieja estratagema del tiro por elevación…

… demonizan al líder de la CGT más por lo que representa como dirigente sindical que por sus no demostradas miserias. Si, cual personaje de Franz Kafka, el camionero se despertara convertido en, por ejemplo, Rodolfo Daer, Clarín aplaudiría con alborozo. Héctor Magnetto fleta borricos con alforjas cargadas de recortes de diarios hacia Berna, lee con fruición sobre la leyenda del Golem e intenta convertir espantapájaros en candidatos. Pero todo es en vano y no hay mago que los asista.

Mefistófeles, el Príncipe de las Tinieblas, alias Hugo Moyano, volvió al cadalso. Aunque nunca se fue del todo, por ser uno de los demonios preferidos de los medios hegemónicos concentrados, una vez más está en primera plana, bajo la lupa, tal como sucedió desde mediados de marzo, a partir de la presunta investigación suiza sobre sus cuentas.

Desde entonces, si se escribe “Hugo Moyano” en algún buscador de noticias en la red los resultados son varios miles. Y la gran mayoría contribuye a dibujarle cuernitos, cola y tridente: “Moyano presiona” (La Razón) “Moyano hizo fracasar la modificación del Impuesto a las Ganancias” (Urgente 24) “La crispación de Moyano” (Clarín).

Tras el asesinato del tesorero del gremio de los camioneros, Omar Beroiz, ocurrido el 27 de noviembre de 2007 en Rosario, Clarín actuó como una suerte de tribunal de hecho y dio su veredicto, antes de comenzada la investigación. Clarín responsabilizó directamente a Moyano y publicó una caricatura del sindicalista manchado con sangre. Luego la Justicia llegó a una conclusión distinta. Clarín nunca se disculpó, nunca aclaró nada.

“Moyano es Sadam Hussein”, señaló el politólogo y presidente de la consultora Poliarquía, Sergio Berenstein, en declaraciones a On 24, tras brindar una charla el 30 de marzo en Rosario. Al cierre de esta edición sus declaraciones no fueron desmentidas y hasta ahora todo permite suponer que hablaba en serio. “Este modelo lo creó (a Moyano) y los necesita para seguir gobernando, no va a ser nada sencillo para la presidenta. Moyano es Sadam Hussein”, aseguró el politólogo comparando al líder de la CGT con el dictador genocida derrocado y ahorcado por los Estados Unidos.

La denominada “oposición” ataca al secretario general de la CGT, Hugo Moyano, para atacar a la presidenta, más precisamente al modelo de país que lleva adelante el gobierno nacional a través de una gestión dinámica, con fuertes decisiones políticas que en poco tiempo han cambiado la correlación de poder en la Argentina.

La marcha del gobierno deja a la “oposición” sin discurso ni propuestas, y la condena o bien al cacareo estéril que la realidad hace añicos, o bien a la búsqueda y construcción de demonios a través de denuncias y sospechas que pocas veces se confirman. La mayoría de las veces estos embelecos son barridos por la gestión, por las medidas concretas del gobierno, que tienen incidencia directa en la vida cotidiana de los ciudadanos.

En Moyano se personaliza a los verdaderos enemigos, nunca declarados, de los fundamentalistas del mercado: la agremiación, la lucha sindical, los trabajadores como actores sociales fundamentales y con poder. Este es el verdadero problema: el poder. Porque quienes atacan a Moyano, y a través de él al modelo que representa Cristina, y a través de ella a un nuevo paradigma de crecimiento con inclusión, no son demócratas transparentes, en absoluto. Son fanáticos del mercado que no han dudado nunca, como certifican los archivos, en apoyar y sostener dictaduras para que nada ni nadie se atreva a frenar los designios del mercado y los intereses económicos más concentrados. El estado, los sindicatos, y toda organización, toda idea colectiva, son los enemigos del insaciable mercado y sus turiferarios. Y Moyano representa un escollo en este sentido. Si dejara de serlo, nadie se fijaría en sus presuntas cuentas.

No atacan a Moyano por lo que es, sino por lo que representa. La andanada de denuncias podría inscribirse en el marco de la batalla cultural por el sentido. Se ataca otra cosa a través de Moyano. Él es apenas una excusa para denostar la idea de lucha colectiva. La jugada oculta es reinstalar las prácticas de los 90, la era liberal, empresarial y excluyente. La idea es exaltar el individualismo y alimentar el rechazo cerril a toda sindicalización, prejuicio que caracteriza a ciertos grupúsculos dentro de los sectores medios. Agitando moyanos cual espantajos se intenta esmerilar la idea misma de agremiación, para así rechazar y estigmatizar la lucha de los trabajadores, condición de posibilidad de una democracia con contenido.

Es de imaginar que si Moyano, cual Gregorio Samsa en el relato de Franz Kafka, despertase un día convertido en, por ejemplo, Rodolfo Daer, o en cualquier otro dirigente sindical patronal, colaboracionista y neoliberal, seguramente pasaría a ser para Clarín, y para los dirigentes políticos bajo las alas del matutino, un ejemplo de transparencia y probidad republicana.

“No estaba en los papeles de nadie y cuando parecía que las negociaciones se estancaban en un punto muerto, la elección de Rodolfo Daer, titular del gremio porteño de la Alimentación, como nuevo jefe de la CGT, consagró anoche la unidad de la CGT con los rebeldes que integraban el MTA”, informó Clarín en su edición del 6 de septiembre de 2006 disimulando apenas el alborozo y la algazara.

Resulta difícil creer que representantes de sectores vinculados con lo peor de la dictadura militar, el desfalco neoliberal y la corrupción menemista se escandalicen ahora por presuntos, supuestos hechos de corrupción, hasta hoy ficticios, no fundados, no demostrados. Resulta imposible creer en la sinceridad de esos planteos. El cuchillo les asoma bajo el poncho: el “problema” con Moyano es que representa a los trabajadores. El “problema” es con los trabajadores y es esto, inconfesable, indecible, lo que sustenta tantos ataques. La idea es que los trabajadores no se constituyan en un actor social de peso, que no reclamen aumentos, que no se organicen, que no acumulen poder.

La estratagema es la de siempre: personalizar, hacer eje en Moyano como una suerte de árbol para tapar el bosque. La idea es intentar borrar lo colectivo, la disputa por la renta entre distintos sectores. El bosque que se intenta encubrir es la lucha de los trabajadores por recomponer posiciones tras la devastación neoliberal de los 90. Lo que molesta es el regreso de las negociaciones paritarias, pero esto no lo pueden decir, y como algo hay que decir, entonces está Moyano, que resume, además, buena parte de los mitos y los prejuicios de algunos sectores sociales.

Los melancólicos de los 90 utilizan a Moyano para denostar lo que él representa. Lo mismo dirían si una hipotética impoluta, perfecta y transparente Madre Teresa sindical ocupara su puesto. Sería lo mismo.

Las negociaciones entre el gobierno y la CGT son otra cuestión, una legítima puja por la renta, en el marco de la democracia, y con un nuevo papel del estado, que es lo que en verdad molesta a algunos. Los medios hegemónicos no parecen ser fuentes fiables para seguir este tema, ni tampoco para pontificar sobre buenas prácticas republicanas y buenos modales en la disputa política. Siembran soja y cizaña. Sólo quieren dividir.

Los que intentan construir una tragedia a partir de las negociaciones entre el gobierno y Mandinga odian las paritarias. Extrañan a Menem. Pero como esto es inconfesable están condenados a mentir, siempre. Como pequeños goebbelcitos, mienten y mienten, y ahí está Moyano, ideal para excitar los prejuicios de algunos sectores que necesitan descargar miedos e inseguridades ante un emblema que los repugne y purgue. En este punto, no importa tanto lo que realmente sea Moyano. La justicia dirá lo suyo si es que algo tiene que decir. Pero al cierre de esta edición lo más visible y comprobable es la construcción Moyano, el personaje demoníaco creado a imagen y semejanza de las necesidades de la prensa hegemónica. Los trazos gruesos, la caricatura torpe que caracteriza a las maniobras del grupo Clarín, develan la matriz ideológica que esconden entre bambalinas como rancia ropa sucia. Imaginan un receptor acrítico, asustado y vil. En medio del cínico balbuceo republicanista, eruptan autoritarismo.

La alevosa campaña de manipulación y engaño implementada por Clarín y La Nación para negar la existencia del conflicto de los trabajadores de la planta en la que se imprimen ambos matutinos, la firma Artes Gráficas Rioplatenses (AGR), exhibe los alcances de esta estratagema de correr el eje y hacer que el árbol Moyano tape el bosque. El Grupo Clarín desconoce sistemáticamente los derechos sindicales más básicos de sus empleados, y por eso abomina de la existencia del movimiento obrero organizado.

Los mismos medios hegemónicos que durante la dictadura cívico-militar fueron cómplices de los genocidas para asesinar y desaparecer trabajadores, siguen en la misma, sólo que ahora, gracias a la larga lucha del pueblo argentino, sólo pueden intentar hacerlos desaparecer en sentido simbólico, esto es desaparecer de la realidad mediática, ningunearlos, invisibilizarlos, demonizarlos.

La marcha de Cristina hacia la reelección luce hoy inexorable. Conforme se acerque la fecha de las elecciones, los tiros por elevación van a recrudecer. Hasta ahora, sólo hacen ruido y crean confusión, pero pasan lejos del arco. Pero falta mucho tiempo. El caótico conglomerado opositor, cada vez más desesperado, fleta borricos cargados de recortes de Clarín y La Nación con destino a Berna, mientras Maese Magnetto, que se estudió de memoria la leyenda del Golem, no encuentra la manera de hacer que serviles espantapájaros muten en candidatos.
 

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