Armas, gritos, prohibiciones, policías de seño fruncido, listas negras, deportaciones, 120 personas en prisión, declaraciones cruzadas, alarma paranoica, amenazas de represión y patoterismo de barrio bravo en versión primer ministro. Nada nuevo bajo el riguroso sol de Israel. Todo para impedirle la entrada a un bienintencionado y algo inocentón grupo de militantes pro palestinos.
Intentar entrar a Israel resulta por estos días más difícil que en la época de los Cruzados y Saladino, cuando no existían los pasaportes y había que ingresar a lo guapo, ganar antes un par de batallas, dejar unos cuantos miles de muertos pudriéndose al sol, y luego sí, ingresar, no sin antes destruir las murallas, claro.
Las autoridades de la autodenominada “única democracia de Medio Oriente” se mostraron por estos días enfurruñadas e intolerantes ante los nuevos invasores que, al menos a primera vista, en nada se parecen a la devastadora caballería sarracena. Apenas un grupo de jóvenes, adultos mayores y familias con niños provenientes de Europa y Estados Unidos, habitantes bien comidos de países del Primer Mundo, gente noble y buena, de vida muelle, que se conduele ante la injusticia y desea expresar su apoyo a la causa palestina poniéndole el cuerpo aquí mismo, en Gaza y Cisjordania, tras los nuevos muros, en una mezcla de militancia, vacaciones políticamente correctas y beneficencia.
Para las autoridades de Israel, sin embargo, son provocadores que hay que detener, y para eso es necesario movilizar cientos de policías, encender alertas y confeccionar listas negras. Los propios medios oficialistas de Israel, los mismos que califican a los militantes pro palestinos de “miserables canallas” se ríen de las medidas de seguridad del gobierno, al que acusan de hacer el juego a estas "alimañas".
La “única democracia de Medio Oriente” somete a los pasajeros que llegan al aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv a largos interrogatorios. Les revisa el equipaje exhaustivamente, leen sus libros y sus notas en cuadernos privados, pasa el detector de metales por sospechosos pañales, ominosos corpiños y temibles calzoncillos. Tal vez sea la forma de expresar su democrático respeto a la libertad de expresión y portación de ropa interior.
Este jueves Israel prohibió ingresar a su territorio a 69 militantes de la causa palestina que llegaron al aeropuerto internacional de Tel Aviv con la intención de viajar a Cisjordania, tras haber logrado impedir que cientos de personas más subieran a aeronaves de distintas compañías aéreas, según señala un cable de la agencia EFE. Entre este jueves y el sábado, unas 120 personas fueron a dar al calabozo a la espera de ser deportadas. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ordenó a los organismos de seguridad “actuar con determinación para impedir desórdenes en el aeropuerto de Ben Gurión”, en vísperas de la llegada de centenares de activistas pro palestinos.
Dos activistas pro palestinos de nacionalidad estadounidense fueron detenidos y expulsados de Israel, según informó el portavoz policial israelí Mickey Rosenfeld. El Estado de Israel confeccionó una lista de 342 personas que tienen prohibido entrar. El ministro de Seguridad Pública, Itzjak Aharonovitch, aseguró que la alarma continúa, porque a pesar de que se impidió la entrada a Israel de cientos de activistas pro palestinos que participan de la “flotilla aérea”, “la ola todavía está delante de nosotros”. Y no son surfistas los que preparan para enfrentar "la ola". No portan tablas. Son gente con cara anal. Visten uniforme y están armados hasta los dientes, no vaya a ser que algún regordete bebé europeo les dispare un explosivo provechito después de tomar la mema.
