Foto: Infobae

Margaret Thatcher ha muerto, pero sus ideas continúan nutriendo a los poderes fácticos que sabotean los procesos de cambio que intentan construir una alternativa al neoliberalismo en América latina. Europa se erige hoy en el mayor homenaje al legado de Maggie: desocupación récord, destrucción de las ruinas del Estado de bienestar, y cada vez más poder para los bancos, los empresarios ricos y las grandes multinacionales.

Mientras cientos de ciudadanos ingleses saludan con acres eructitos de cerveza la definitiva, para algunos tardía, admisión de Maggie en el Orco, “Maggie is dead, dead, dead”, los poderes fácticos más concentrados, beneficiarios de sus políticas, rumian “Maggie not dead”.

Ambos tienen parte de razón. El neoliberalismo que la ex primera ministra encarnó y llevó al extremo junto a Ronald Reagan sigue haciendo estragos en Europa. La situación es algo distinta en América latina. En algunos países de la región, distintos procesos sociales muy diferentes entre sí, cada uno a su manera, intentan construir algo distinto, enfrentando la oposición cerril de los poderes fácticos y los medios a su servicio.

El apodo “La dama de hierro” no es el más utilizado en Inglaterra para hacer referencia a la ex primera ministra fallecida. El más usado es “La ladrona del vaso de leche de los niños”. Una de las primeras medidas de gobierno de Thatcher fue eliminar ese beneficio para los niños de entre 7 y 11 años, en el marco de un durísimo programa de recortes a los beneficios sociales y el gasto público, con aumentos impositivos para los más pobres y ventajas de todo tipo para los más ricos.

Con Thatcher, la economía de Gran Bretaña se hundió en una recesión y, para diciembre de 1980, cuando llevaba un año  de gestión, sólo el 23 por ciento de los británicos la apoyaba, lo que constituye el nivel más bajo desde que existen los sondeos para medir la aceptación de un primer ministro.

La muerte de un símbolo, la partida de un significante que sintetiza todo un universo ideológico cobra un inestimable valor hermenéutico en estos tiempos de confusión, cinismo, y mentira omnipresente.

La desaparición de la responsable del asesinato impune de 323 tripulantes del crucero general Belgrano obra como una clave de decodificación, desenmascara, aclara posiciones, construye memoria.

Mientras en Inglaterra cientos de ciudadanos, obreros, desocupados y jubilados saludan su partida y recuerdan qué significó su paso por este mundo, los líderes conservadores lamentan la pérdida de quien se animó a llevar las ideas del neoliberalismo hasta límites criminales.

Durante los primeros años de su mandato, Inglaterra superó el umbral de los tres millones de desempleados y aumentó el malestar social y el enfrentamiento con los sindicatos, a los que declaró una guerra sin cuartel. Ya a principios de la década de 1980, los mineros en huelga chocaron con su intransigencia, al igual que los huelguistas de hambre del Ejército Republicano Irlandés (IRA), que fueron muriendo en prisión ante la mirada fría de la hoy más fría ex mandataria.

Thatcher privatizó casi todo. Desmanteló la enorme, decisiva presencia del Estado en la vida social de Inglaterra. Privatizó la automotriz Jaguar, la telefónica British Telecom, la British Aerospace, la British Gas, el acero, el petróleo, la aerolínea British Airways, la automotriz Rolls-Royce, los servicios de agua y electricidad. Sólo se salvaron el Servicio Nacional de Salud y el sistema ferroviario. Este proceso se denominó “revolución neoliberal” y tuvo el efecto de una verdadera guerra social contra los trabajadores y los sectores más vulnerables de la sociedad.

«Este es un momento histórico. Falleció una de las más viles abominaciones de la historia económica y social, Thatcher dirigió una guerra de clases», señaló Clive Barger, un docente de 62 años en medio de la celebración por las calles de Inglaterra.

«Le destrozó el culo a este país y todavía sufrimos las consecuencias», agregó el obrero de la construcción Phil Lewis, de 47 años, quien se definió como un veterano de las manifestaciones de 1990 contra Thatcher.

“Estamos aquí para recordar a las víctimas del thatcherismo. La tendencia no está muerta y es importante que el pueblo salga a las calles. Ella encabezó la destrucción de los acuerdos sociales de posguerra que habían asociado a los sectores humildes a la prosperidad del Reino Unido”, señaló el estudiante Ray Thornton, de 28 años.

«Thatcher me arruinó la niñez a fuerza de tristeza. Crecí en Liverpool, donde los papás de todos mis amigas perdían sus trabajos en el puerto gracias a Thatcher en ese tiempo horrendo», señaló Kiki Madden, desempleada.

Cual voraces moscas sarcófagas, como ácaros, semejantes al oscuro accionar de la abundosa y hambrienta fauna cadavérica, dípteros, himenópteros y variopintas pupas, por estas horas, en la Fundación Libertad de Rosario y otros antros partidarios de la guerra social, el elitismo y la injusticia, los representantes del neoliberalismo se abrazan al cadáver de Thatcher, como si intentaran fundirse con la carne macilenta, como si desearan beber los agrios licores de la podre y la muerte, para ser más fuertes.

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