Foto: Télam
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La consigna “todo el poder a las corporaciones y los gerentes” no la inventó Mauricio Macri. Viene de la mano de la financiarización del capitalismo mundial. La aplicó Sebastián Piñera en Chile y fue un rotundo fracaso. Ni siquiera fue “eficiente”, que es lo que dice buscar la derecha cuando “gestiona”.

Todos el poder a los gerentes. Todo el poder a los Chief Executive Officer (CEO) para decirlo en la lengua del imperio. El modelo no es nuevo. En absoluto. Se corresponde con el proceso de financiarización del capitalismo a nivel mundial. Y ya se aplicó en varios países. “El país atendido por sus propios dueños”, suele ser la expresión más gráfica para describir estos gobiernos excluyentes, que dicen buscar la eficiencia y que más que “gobernar” (un término demasiado político para los neoliberales) “gestionan”, como si el Estado fuese una empresa.

Eso sí, en algo son eficientes: unos pocos hacen buenos negocios. Cada vez menos personas acumulan cada vez más bienes. Y lo privado se impone a lo público, que resulta destruido sistemáticamente. Lo demás es todo verso. Un verso cínico, perverso.

El caso más cercano y más paradigmático en este sentido fue el gobierno de Sebastián Piñera. El multimillonario, el hombre más rico de Chile, “gestionó” ese país entre 2010 y 2014.

Piñera estudió en la Pontificia Universidad Católica y obtuvo un doctorado en Economía en la Universidad de Harvard. O sea: el recorrido habitual de los que gestionan gobiernos neoliberales.

El ex presidente chileno es banquero, se dedicó a la especulación financiera y a acumular empresas, por ejemplo Lan Chile, medios de comunicación como Chilevisión, y el club Colo-Colo. Llegó a acumular un capital estimado, según cifras de 2013, en más de 2.500 millones de dólares, de acuerdo al ranking de la revista Forbes, que publica una suerte de tabla de posiciones de los más millonarios del planeta. Piñera fue, además, el primer presidente de derecha de Chile elegido democráticamente desde 1958.

Con estos antecedentes, no resulta casual ni caprichoso que Piñera sea amigo, modelo y paradigma del presidente Mauricio Macri, quien lo recibió esta semana en la Casa Rosada.

El pequeño problema es que la CEOcracia chilena fracasó. Fue un fracaso estrepitoso aún en los términos de la derecha. No sólo fue un gobierno excluyente (nunca se planteó ser otra cosa), sino que tampoco fue eficiente ni realizó una buena gestión, y estos sí son valores que la derecha reivindica, trasplantándolos de las empresas privadas al Estado.

En su nota de opinión publicada el miércoles 13 en Página 12, titulada “¿CEOcracia? Déjà-vu Macri”, el académico de la Universidad de Santiago de Chile, Alberto Mayol, compara la experiencia chilena con el gobierno de Macri.

Los paralelismos que plantea Mayol son tan pertinentes como irrefutables. Y los resultados de la aplicación que Macri está haciendo de esos dogmáticos postulados ideológicos, son preocupantes y ya, a poco más de un mes de asumir, están haciendo sentir sus efectos.

“La historia reciente de Chile tiene una experiencia prácticamente idéntica a la que ahora emprende Macri. Una experiencia ya iniciada, ya desarrollada, ya finalizada y ya fracasada”, señala el académico chileno, que agrega que Piñera siempre trató a los ciudadanos y las ciudadanas como “clientes”.

En este sentido, puede que Macri haya superado, incluso, a su maestro. Ya desde la campaña, y gracias a las ideas del publicista ecuatoriano Jaime Durán Barba, Macri se ofreció como un producto más, como una de las tantas mercancías que están en el mercado. Las estratagemas de la mercadotecnia reemplazaron desde el vamos a la política, a las propuestas, a los compromisos sinceros.

Y a poco de iniciada la “gestión” de Macri queda claro que, como suele ocurrir con la publicidad, se hace hincapié en el envase y no en el contenido, y se apela mucho más a las inseguridades, prejuicios y miedos del cliente que a su raciocinio. La mercadotecnia es una forma, a veces muy perversa, de manipulación de masas.

Mayol señala que Piñera planteó una “nueva forma de gobernar”. Y aquí la comparación con los eslóganes del PRO son muy puntuales. El “cambio” y lo “nuevo” siempre forman parte del discurso manipulador de la derecha. En eso no hay ningún cambio, ni nada nuevo.

El académico chileno señala que en el gobierno de Piñera “el uso de criterios técnicos (eficiencia, eficacia) por sobre los políticos debía primar para garantizar excelencia”, y que en función de eso convocó un gabinete de ministros considerados muy exitosos, grandes ejecutivos y hasta propietarios de grandes fortunas.

Según Mayol, la presencia de gerentes devenidos ministros durante la gestión Piñera trajo aparejados dos fenómenos altamente corrosivos para su gestión: el conflicto permanente entre el criterio técnico y el político, por un lado, y las dificultades de puesta en escena de autoridades “neutrales” frente a casos donde sus intereses estaban ostensiblemente en juego.

“Es decir, hubo conflictos entre miembros del gobierno por quién y cómo se impone el criterio; y hubo conflictos de las autoridades específicas con su propio pasado o presente, inoculando así incompetencias obligatorias en ciertas temáticas y sospechas de la población”, agrega el académico chileno, al tiempo que señala que el resultado de este proceso fue que “la desconfianza en el modelo político aumentó radicalmente y la desconfianza en las empresas privadas hizo lo propio”, lo que dio lugar, a su vez, a una crisis de legitimidad de la elite.

“Las condiciones de legitimidad de la elite se disolvieron en la medida en que el poder político y el económico fueron indistinguibles. Hoy Chile vive una crisis de la elite que no se hubiera precipitado con el dinamismo acontecido si la ritualidad política hubiese intentado, al menos, maquillar sus vínculos con el dinero”, señala Mayol.

“El gobierno de Piñera terminó con la derecha chilena no solo derrotada electoralmente, sino con el peor resultado electoral de toda la transición y, peor aún, con el menor poder que ha conocido desde los años sesenta. La herencia de articulación de poder del experimento de altos ejecutivos al mundo público fue un fracaso rotundo. Ya lo hemos visto Mauricio Macri, ya sabemos de qué va el asunto, ya sabemos los resultados: los ejecutivos no funcionan en la política, su reino no es de ese mundo”, concluye el académico trasandino.

Pero Mayol hace una diferencia, comprobable con sólo escuchar a Macri o alguno de sus ministros por estos días: si en el gobierno de Piñera primó la hipocresía, el de Macri va más allá: se basa en el cinismo.

Dos cipayos se saludan

Es difícil elegir una mentira de las tantas que dice el presidente Mauricio Macri, ya que todo él es una mentira. La posibilidad de gobernar de manera postideológica, buscando el bien común, sin conflictos, es un ejemplo. Es apenas una de las paparruchadas que desmiente con cada uno de sus actos.

Macri sigue su ronda de encuentros con referentes de la derecha internacional. Esta semana se reunió con el ex presidente chileno Sebastián Piñera, y el 2 de febrero lo hará con el senador del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio Neves, uno de los dirigentes que quiere derrocar a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff.

En la reunión con Piñera, ambos empresarios recorrieron todo el espinel del cipayismo regional, con críticas al kirchnerismo y otros populismos, y loas a los tratados de libre comercio, el gran anhelo de todas las derechas.

Piñera se manifestó a favor de que Argentina y Brasil avancen en una “integración plena”, es decir en un “tratado de libre comercio entre ellos, con el resto de América latina y también con el mundo, con EE.UU., Europa, China y Japón”.

Piñera señaló que con el kirchnerismo “el Mercosur estuvo cerrado” y agregó que siente que “hoy día se está abriendo porque el presidente Macri tiene una visión más moderna de dónde están las verdaderas oportunidades y los grandes desafíos de la Argentina».

Tras el encuentro con Macri, Piñera destacó “la fuerza de la libertad del pueblo argentino, la fuerza de la creatividad, del emprendimiento, del ingenio que está en su alma pero que tiene que despertarse para poder desarrollarse en plenitud”, al tiempo que indicó que la Argentina, “que tiene un futuro lleno de oportunidades, va a lograr dejar atrás la pobreza, el subdesarrollo y la división”.

Fuente: El Eslabón

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